(E)PISTOLA Encuentros (45)

8/11/11

No hay disfraz que pueda largo tiempo ocultar el amor donde lo hay, ni fingirlo donde no lo hay.
François De La Rochefoucauld


(E)PISTOLA


Ya no quiero hacer el amor contigo.

Sé que, así tal cual, puede sonar básicamente brutal, pero no lo sé decir de otra manera. Me conoces bien y puedes pensar que hablo en caliente, y así es, pero esto no es algo nuevo. Si me pongo a escribirte es porque ya no puedo más. Estás dormida, te miro, y un sentimiento de tristeza infinita me impulsa finalmente a plasmar en papel lo que llevo sintiendo desde hace ya, seguramente, demasiado tiempo.

Te lo anticipan, tú mismo eres consciente de lo que hay porque la vida discurre en tu derredor y abstraerte es imposible, pero sentirlo en primera persona siempre es diferente. Como pasa con casi todo. No sé con exactitud si fue hace un año, año y medio, o dos o dos y algo. De verdad que no lo sé, da igual. El caso es que llegó un momento en que simple y llanamente ya no me apetecía hacerte el amor.

Lo nuestro, si recuerdas, fue desde el principio un auténtico flechazo, y hasta entonces jamás fui consciente de acostarme contigo sin la sensación de estar realmente haciendo el amor. Pero como te digo, no soy un iluso y hasta cierto punto estaba prevenido sobre lo que el paso del tiempo, o dicho en los términos económicos que tanto odias, la amortización de nuestro amor, podía llegar a provocar. Con todo, siempre pensé que aunque el amor -quizá deba llamarlo pasión- se fuera difuminando, no tendría problema en convertirlo en pura mecánica sexual. Me equivoqué. Si te digo que he llegado a un límite, no exagero. Estos últimos meses no recuerdo ningún encuentro íntimo entre nosotros en los que no me encontrara definitivamente ebrio. Era una buena solución, desde luego, pero imposible de sostener a largo plazo, no me puedo engañar. Sabes que he tenido ‘aventuras’ (sí, sé que es una expresión de la que nos hemos reído juntos, llamar ‘aventura’ a una infidelidad, pero ahora mismo no me sale otra forma de decirlo), te lo he contado en otras cartas como ésta y no dudo de que seas consciente del tema aunque no lo hayamos comentado jamás. Sólo era otra forma de huida, si me costaba mantener una secuencia sexual constante contigo, quizá el hecho de aderezarla de forma exógena podía ayudar a sobrellevar nuestra rutinaria inercia. Pero siempre ha sido en vano. Tampoco te voy a ocultar que en alguna ocasión he estado tentado de dejarlo todo dejándome llevar por la vorágine de una novedad, pero a fin de cuentas nunca he dejado de estar internamente convencido de que si estaba en esa tesitura era porque andaba huyendo de algo con lo que me iba a volver a encontrar tarde o temprano en caso de confirmar una precipitada decisión.

Pero ahora me rindo y no sé qué va a pasar. O quizá sólo firmo la rendición a ver precisamente qué ocurre. No tengo las cosas claras porque tal y como te estoy confesando esto no va específicamente contigo, sino con la vida y su puto protocolo, su funcionamiento, su querencia, su tendencia, o comoquiera que se antoje describir. Es por eso que ahora mismo me siento inerme (a pesar de que puedas pensar que utilizo esta epístola como si fuera una epistola) , hundido, confundido, temeroso y sobre todo, frustrado ante el convencimiento de que cualquiera de las posiciones a tomar, ya sea asumiendo las limitaciones de la vida en pareja o las correspondientes a otra vida alternativa más libertina, va a abocar indefectiblemente a una situación insatisfactoria.

Poco a poco me voy tranquilizando pero no voy a dejar de terminar la carta. Insisto en que me he sentado a escribir por un impulso nervioso, visceral, si bien la esencia del contenido de lo que lees no es fruto de un pensamiento efímero, tal como te decía al principio.
Tampoco va a ser ésta una misiva que te vaya a entregar en mano. Como todas las demás, la dejaré en el cajón sin llave y sabré que la lees, y tú también sabrás que sé que la lees. Pero me pregunto cómo reaccionarás mañana por la tarde cuando volvamos del trabajo y nos miremos a los ojos, me hago perfectamente cargo de que no es lo mismo leer a escondidas que no trago a tu madre ni a tus amigas, que el hecho de que ya no quiero hacer el amor contigo.

Sea lo que sea, ya termino, lo que siento es que la vida me lleva al abismo, y tengo claro que soy el único responsable de ello simplemente por ser incapaz de llegar a conseguir una interpretación válida y amable de la misma y soy yo mismo, a la vez, el que me estoy acercando al abismo de la vida, sin remisión.

Ya no quiero hacer el amor contigo. x Atreyu

4 comentarios:

Anónimo ha dicho...

Profundo y triste, profundamente triste

SeBastian ha dicho...

Desdramatizando, esta epístola me recuerda a aquel dicho-chiste masculino que reza así: "Hay que estar muy pero que muy salido para tirarte a tu propia mujer..."

Anónimo ha dicho...

Yo que tú me la follaba sobrio en vez de hacerle el amor ebrio.

Anónimo ha dicho...

Veo una historia de desamor y veo un fracaso sentimental pero lo que me produce más tristeza es que veo a dos fracasados: una, por leer estas epístolas y seguir aguantando y otro, por ser incapaz de volver a enamorarse, ya sea otra vez de su mujer o de alguna de esas otras mujeres con las que dice haber estado.