A Roma sin mordiente Tocinillo de cine (26)

28/9/12

Miro la filmografía de Woody Allen y compruebo que de sus últimas diez películas, he visto siete en el cine. Y me sorprende a mí mismo, por cuanto de esas siete me han gustado solo tres. El motivo entonces solo puede ser que voy a ver sus películas por el peso del pasado, por lo que me gustaron en su día "Hannah y sus hermanas", "Desmontando a Harry" o "Misterioso asesinato en Manhattan", por citar tres ejemplos de sus películas de los ochenta y noventa.

También me sorprendió la relativa buena afluencia de público para ser un día laborable, hasta que me di cuenta de que el 95% del público superaba, incluso con holgura en buena parte, los 65 años. De lo que se desprenden dos datos: 1- que las personas de más edad mantienen la buena costumbre de acercarse a las salas de cine, y 2- que Woody parece que engancha poco al público joven.

Viendo "A Roma con amor", esta última apreciación es totalmente lógica. El director neoyorquino parece haber facturado esta película con el piloto automático, como si se le hubieran ocurrido cuatro ideas tan solo esbozadas y con ellas hubiera hecho el armazón de todo un largometraje. Pero ese armazón se derrumba pronto. Andrés Gimeno hubiera hecho el comentario de "A Roma sin ningún mordiente". Las cuatro historias que conforman la película son unos entremeses algo insulsos, y el plato principal nunca llega. Y hay algunos detalles impropios suyos: la música que secunda cada aparición de la pareja que viene del pueblo parece copiada de uno de los films de Terence Hill y Bud Spencer; la historia del joven arquitecto nunca llega a calar, por superficial y repetida en anteriores ocasiones; y la que protagoniza Roberto Benigni es surrealismo sin gracia ni interés alguno; un supuesto galán italiano irresistible que resulta ser nada creíble por feo, calvo y gordo; los hinchados Alec Baldwin y Penélope Cruz podían haber sido cualquier otro; y hasta la escena de la ducha, que en principio parecía ingeniosa, acaba chirriando de mala manera.

Supongo que nuestro Woody, a sus 76 tacos bien llevados, le importa ya poco aplicarse en un guion con auténtica miga, como tantísimas veces ha conseguido, y prefiera disfrutar con agasajos y bonitos viajes por Europa. La próxima película, dicen, la va a rodar en Nueva York y San Francisco. A lo mejor, con esa trampa -y si no me acuerdo de "A Roma con amor"- vuelva a picar y pague la entrada del cine para volver a ver su película. Es lo que tiene ser un incondicional, aunque solo sea por el peso del pasado. x Matías Galli

1 comentario

Demagogo ha dicho...

Lo mejor de la película, este fragmento de conversación:

- Con la edad llega la sensatez.
- Con la edad llega el agotamiento.