"La reconquista", de Jonás Trueba Tocinillo de cine (39)

9/10/16

Trizas de un corazón
"La reconquista", de Jonás Trueba (2016)



Ha sido un placer íntimo y considerable encontrarme a Rafael Berrio en una película de Jonás Trueba. Empezar a escuchar su "Simulacro" en pantalla grande (y luego las más antiguas "Somos siempre principiantes" y "Quién lo impide", y la nueva "Arcadia en flor")  es una sensación muy agradable que sorteó por momentos la impresión de que a este músico-poeta la suerte -del reconocimiento- le es esquiva. Quizá como lo es en cierta forma también para Jonás Trueba, un rara avis del cine español que en su cuarto largometraje,"La reconquista", sigue buceando por las aguas de la nouvelle vague francesa y del mundo rohmeriano para diseñar otra película deliciosa y diferente, cercana también en cierta medida a la estupenda "Antes del atardecer", la mejor película de la trilogía de Linklater sobre Jesse y Celine.

La película se divide en dos partes. Leo la siempre curiosa y casi siempre cascarrabias nota de Boyero en el Festival de San Sebastián, y comenta lo mucho que se aburre con la primera parte y lo mucho que se identifica con la segunda. A mí me ocurre justo al revés. En la primera, Manuela (Itsaso Arana) y Olmo (Francesco Carril), que se enamoraron a los quince años, se reencuentran a los treinta en Madrid, ella viniendo de Buenos Aires y él inmerso en una relación estable. A lo largo de una tarde, una noche y un amanecer, hablan, se miran, leen una carta de adolescencia, bailan, se divierten y se despiden. A lo largo de este trayecto de tiempo, la intensidad de lo que fue se revive soterradamente, se intuye con fuerza, se desea que ocurra lo imposible. Difícil no sumergirse e identificarse en la situación, mientras suenan en los bares Nacho Vegas y Manos de Topo. Quien no ha vivido una tan desgarradora como silenciosa despedida de madrugada, no ha vivido del todo.

En la segunda parte viajamos en el tiempo a esos quince años, a cómo empezó todo. Y aquí vemos a dos adolescentes concentrados en un amor que cree nacer imperecedero (como todos) y que pronto se intuye nacido demasiado temprano. Es una bonita historia también, sí, pero me cuesta más llegar a ella.

Como siempre, esta película de Jonás Trueba es una película de conversación y de silencios. De lo no dicho más que de lo dicho. Del amor palpable contra el amor fugado. Ojalá pueda seguir su camino por este cine tan atípico y personal, tan delicado y cautivador. x Fernando SoYoung  

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