18/5/23
Cualquier persona corriente tolera
mejor comportamientos mucho más nocivos que la infidelidad sin
pestañear. En pos de un beneficio común, las parejas pasan por alto el letal
aburrimiento, la dolorosa indiferencia o una inmensa variedad de faltas de
respeto y de ataques hirientes de diversa intensidad. Pero eso sí, «si me es
infiel, lo dejo». «Mi pareja es para mí», casi citando a Nixon: «Es un hijo
de puta, pero es mi hijo de puta».
Hoy pensaba en los
paralelismos entre las parejas y los grupos de música. Hay relaciones
intensas, maravillosas, tumultuosas y cortas. Estas serían como los Smiths,
que apenas duraron cinco años juntos, pero siguen cambiando las vidas de
la gente. Otras duran toda la vida y, a pesar de tener unos inicios gloriosos,
luego mantienen el tipo, como los Iron Maiden, que nunca defraudan, con
sus separaciones y reconciliaciones. Las habría impecables, rotundas y con
un nivel altísimo y que tuvieron la valentía de dejarlo cuando las cosas justo
empezaban a decaer, como REM. Quizá nuestra relación haya sido un poco
la de REM mezclada con algo de Oasis: unos principios espectaculares, dos
discos increíbles llenos de hits y a partir de ahí algún fogonazo de calidad
entre temas insulsos y peleas entre hermanos. Estuvieron juntos casi veinte
años. Puede que hubiera sido más inteligente hacer como The Strokes,
comienzo brillante seguido de discos siempre decentes y descansos de años
con aventuras en solitario de sus miembros y vuelta a juntarse cuando el
timing les parecía a todos adecuado. Esa sería una pareja modélica. Los
Rolling Stones serían una de esas parejas inglesas encantadoras que te
encuentras al atardecer cenando en Deia con setenta y cinco años y cara de
haberlo vivido todo y piensas “ojalá seamos así de mayores”.
No hay que medir el éxito de las parejas por su longevidad, siguiendo y
acabando con el símil musical, solo tienes que pensar en los Beatles.
Apenas diez años, ¡diez años! Y mira todo lo que consiguieron.
Los mejores deseos cumplidos son aquellos que ni
siquiera llegamos a pedir.
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