1/3/24
NOSTALGIA
Nuestro pasado nos envejece,
nos hace doblar cada vez más la espalda
bajo ese peso insoportable
que llamamos nostalgia.
Quitarse de encima esa carga
no es tarea sencilla
mas es quizás la única
que nos libera del enorme inconveniente
que supone ser nosotros mismos,
siempre, bajo toda circunstancia.
El drama de la identidad
es el drama de la existencia esclava:
quiero alejarme de él
pero la conciencia no deja
de ejercer su tiranía amarga
y sólo muy de vez en cuando consigo
dejar de ser yo
para así ser libre sin mí,
en mi ausencia.
DESAPARECER
Siempre está ahí
la tentación de la desaparición
en esos momentos tan fríos
en los que no sabe,
no entiende, no acierta...
ni quiere continuar
teniendo que pelear a la contra
constantemente.
A menudo basta
con pararse, detener
el cerebro unos minutos,
respirar algo de aire puro
con los ojos cerrados,
y coger fuerzas para seguir adelante,
sin saber muy bien
hasta dónde...
ni hasta cuándo.
INCONSISTENCIA
Me es tan grata la inconstancia,
la ausencia de compromiso,
la carencia de formalidad,
el sentirme libre
por saberme irresponsable...
Y sin embargo
enseguida saltan las alarmas,
esos resortes morales
que nos provocan pavor,
vergüenza, miedo
a decepcionar nuestras propias convicciones,
como si significaran algo.
Así que recuperamos
la sonrisa forzada,
el gesto de chicos atentos,
de buena gente
al servicio de la causa,
de tipos responsables
que disfrutan a pleno pulmón
de la libertad de elegir
lo qué otros, en realidad
eligen por ellos.
Pero no nos importa porque eso
ha sido siempre así.
Nuestro pasado nos envejece,
nos hace doblar cada vez más la espalda
bajo ese peso insoportable
que llamamos nostalgia.
Quitarse de encima esa carga
no es tarea sencilla
mas es quizás la única
que nos libera del enorme inconveniente
que supone ser nosotros mismos,
siempre, bajo toda circunstancia.
El drama de la identidad
es el drama de la existencia esclava:
quiero alejarme de él
pero la conciencia no deja
de ejercer su tiranía amarga
y sólo muy de vez en cuando consigo
dejar de ser yo
para así ser libre sin mí,
en mi ausencia.
DESAPARECER
Siempre está ahí
la tentación de la desaparición
en esos momentos tan fríos
en los que no sabe,
no entiende, no acierta...
ni quiere continuar
teniendo que pelear a la contra
constantemente.
A menudo basta
con pararse, detener
el cerebro unos minutos,
respirar algo de aire puro
con los ojos cerrados,
y coger fuerzas para seguir adelante,
sin saber muy bien
hasta dónde...
ni hasta cuándo.
INCONSISTENCIA
Me es tan grata la inconstancia,
la ausencia de compromiso,
la carencia de formalidad,
el sentirme libre
por saberme irresponsable...
Y sin embargo
enseguida saltan las alarmas,
esos resortes morales
que nos provocan pavor,
vergüenza, miedo
a decepcionar nuestras propias convicciones,
como si significaran algo.
Así que recuperamos
la sonrisa forzada,
el gesto de chicos atentos,
de buena gente
al servicio de la causa,
de tipos responsables
que disfrutan a pleno pulmón
de la libertad de elegir
lo qué otros, en realidad
eligen por ellos.
Pero no nos importa porque eso
ha sido siempre así.
MUGRE
Somos mugre,
mugre en expansión,
mugre posándose sobre las superficies,
y mugre escondiéndose
en los intersticios
de todo lo angulable,
en los más recónditos rincones
del sinuoso panorama
de lo inexistente.
Es tanta la porquería
que vamos depositando
en nuestro aleve paso
por cada instante,
que ocupa ya
prácticamente
todo el espacio habitable
y empieza a apropiarse
de nuestras propias posibilidades
de desplazamiento:
ya no queda apenas vacío
que ocupar y nuestros cuerpos
comienzan a asfixiarse
paulatina pero inexorablemente
en esa mugre que definitivamente
está a punto de blindarnos eternos;
esa mugre con la que ya nos reconocemos
como en un espejo.
DESTINO
Con mi walkman Aiwa,
que aún debe de andar
por algún rincón
de la vieja casa familiar,
solía acostarme en mi cuarto
alumbrado tan sólo por la brasa
del Bisonte
a escuchar casetes
grabados del disco original
de algún amigo
que podía permitirse el lujo
de comprar el LP.
Cuando me cansaba de los casetes
escuchaba la radio:
durante horas allí tumbado
en conversación
con los propios fantasmas
o simplemente
desconectado del mundo,
al margen,
sin pensar en nada,
sin hacer nada más,
construyéndome un destino.
Somos mugre,
mugre en expansión,
mugre posándose sobre las superficies,
y mugre escondiéndose
en los intersticios
de todo lo angulable,
en los más recónditos rincones
del sinuoso panorama
de lo inexistente.
Es tanta la porquería
que vamos depositando
en nuestro aleve paso
por cada instante,
que ocupa ya
prácticamente
todo el espacio habitable
y empieza a apropiarse
de nuestras propias posibilidades
de desplazamiento:
ya no queda apenas vacío
que ocupar y nuestros cuerpos
comienzan a asfixiarse
paulatina pero inexorablemente
en esa mugre que definitivamente
está a punto de blindarnos eternos;
esa mugre con la que ya nos reconocemos
como en un espejo.
DESTINO
Con mi walkman Aiwa,
que aún debe de andar
por algún rincón
de la vieja casa familiar,
solía acostarme en mi cuarto
alumbrado tan sólo por la brasa
del Bisonte
a escuchar casetes
grabados del disco original
de algún amigo
que podía permitirse el lujo
de comprar el LP.
Cuando me cansaba de los casetes
escuchaba la radio:
durante horas allí tumbado
en conversación
con los propios fantasmas
o simplemente
desconectado del mundo,
al margen,
sin pensar en nada,
sin hacer nada más,
construyéndome un destino.
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