2/12/24
Si no tienes al menos dos imágenes absolutamente antagónicas de alguien, es que en realidad no le conociste.
Romeo y Julieta se hubiesen acabado separando, lo sabe todo el mundo. Dos adolescentes apasionados y malcriados, dos niños bien soñadores y noveleros no hubiesen tolerado que su amor se debilitase y se transformase en una amistad, una hermandad, una asociación o como se llame ahora, tampoco hubiesen aceptado tener una relación abierta o permitido que entrasen terceras personas en la partida, aunque eran jóvenes, no eran tontos, en el amor solo existe un número, el dos, ni el uno, ni el tres, ni el cuatro, ni el cinco.
Cada año siento deseos de matar a los que dan la bienvenida al otoño, como si no fuese la muerte el otoño, el cierre hermético del mar, el final de los días infinitos y de los amores locos.
Aprendí a reconocer a la gente herida, que es la única que me interesa y la única que puede dedicarse cabalmente al oficio de escribir.
No es cierto que a todos los escritores les gusten los libros, del mismo modo que no es cierto que a todos los hombres heterosexuales les gusten las mujeres.
Soy incapaz de disimular el hartazgo, el aburrimiento y la suficiencia, estoy muy mal educada. La gente se enamora de mí durante quince minutos y luego me odia durante quince años.
Al menor rechazo, aunque sea minúsculo y milimétrico, es necesario salir corriendo, las puertas del afecto o están abiertas de par en par o están cerradas a cal y canto y no hay nada que hacer, tal vez en la vida no todo sea blanco o negro, pero en el amor, sí.
La gente no muy bien educada piensa que el enfado, la indignación, la rabia o el no salirse con la suya les da derecho a dejar de lado las más básicas normas de conducta: solo son educados cuando están contentos. Es cierto que ser educado es un tormento.
Recordé el consejo inestimable que Adela, una de las mejores amigas de mi madre, me había dado una vez: no preguntes nunca lo que en realidad no desees saber o en el fondo de tu corazón ya sepas.
Yo no he sabido, no he podido o no he querido construir una vida larga con alguien. Entre la nada y eso (una vida fraternal en común después de dos o tres años de pasión física), he escogido una y otra vez la nada, tozudamente, estúpidamente, con una coherencia humillada e inusual, sin vacilar.
Como el talento no se ve, la gente piensa que no desaparece, pero en realidad es tan efímero y frágil como la belleza.
En el mar es cuando más advierto la diferencia entre el cuerpo y el alma: el cuerpo se pliega, obedece, se relaja, el cuerpo es agradecido, incluso viejo a veces sigue siendo como un cachorro contento y satisfecho, el alma es ingobernable.
La vida tiene una manera particular de derramarse y despilfarrarse cuando somos felices y de recogerse y esperar en la adversidad.
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