"Lento y salvaje" (Ricardo Lezón) Subrayadas (187)

23/1/25

Poner en palabras los recuerdos luminosos no cuesta, pero hacerlo con los sombríos requiere sumergirse en aguas muchas veces estancadas y siempre turbias. Sacar a la luz lo que uno mismo guarda en la sombra lo revuelve todo, el recuerdo de un dolor es otro dolor, distinto, más duro, se puede sangrar más al arrancarse una costra que al hacerse la herida.

El silencio es tierra todo crece todo.

La belleza es un combustible que nunca acaba de quemarse.

La sertralina que llevo tomando un mes empieza a hacer su trabajo: siento un equilibrio que nunca había sentido antes, aunque es una sensación de paz no del todo desconocida, recuerda en cierta manera a lo que encontré en otros sitios, en el hachís, en el Myolastán y más tarde en la soledad.

El inglés es un sastre que viste lo cursi y lo vacío de profundo o importante con una precisión que asusta.

Ventanas en el tiempo, eso son las canciones, como decía mi admirado David Berman.

Que haya personas dispuestas a pagar una entrada para escuchar las canciones que compongo en mi casa es un privilegio,y así es como lo vivo. Después de muchos años de inseguridades y miedos descubrí que ese pensamiento es el lugar más fuerte al que agarrarse.

No hay goma que borre lo que se dibuja en la memoria cuando eres niño.

No hay nada que me guste más como regalo que un libro. Me produce una alegría y una ternura especial saber que esa persona lo ha elegido detenidamente pensando en mí, con la ilusión de acertar, de decirme algo y, en cierta manera, de desvelarme la idea que tiene de mí. Me emociono mucho, estos detalles me devuelven una ilusión profunda, pura e infantil.

Mi mayor derrota es no saber convertir todo el amor que llevo dentro en un cariño que no necesite traducción, en no saber practicarlo. Hay algo en mí que me separa de mí cuando tengo que salir al mundo exterior.

Ya en el hotel, en la última charla antes de caer rendidos, les hablo a los chicos de mi nostalgia de las noches salvajes, echo de menos liarnos después de los conciertos, el neón y la bruma en la noche. Acto seguido, antes de que nadie tenga tiempo de responder, me quedo dormido.

El resto de la noche desaparece fugaz como un aullido dejando tras de sí luces humeantes, rayos láser, Vetusta Morla, Placebo, alcohol, bailes epilépticos, sobre el césped seco, miedo a que amanezca, más alcohol, miedo a que no amanezca. Los demonios que caminan detrás de la euforia terminan por alcanzarme. Siempre ha sido una carrera perdida. Toda la debilidad que arrastro sobrevive de nuevo a la felicidad.

Mi madre y yo nos parecemos tanto que vemos en el otro todo lo que no queremos ver en nosotros mismos. Nos cuesta soportar nuestro propio reflejo.

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