2/2/25
«¿Por qué no puedo tener una novia a la que le gusten los mismos discos que a mí?». Es algo absurdo, desde luego, pero en aquella época no me daba cuenta de que mi pareja ideal era una versión femenina de mí mismo. Mi sueño era salir conmigo.
Tal vez fuera más feliz con su soledad. O tal vez fuera un romántico incurable que sufría una decepción tras otra cada vez que la realidad destrozaba el sueño de su amor; al fin y al cabo, su discografía está llena de canciones sobre su casta inaccesibilidad.
—Nunca, ni por un momento, pensé que Lawrence tuviera la menor posibilidad de triunfar en el mainstream
. Era demasiado raro, demasiado egoísta. No se adaptaba, no se entregaba, no tocaba en directo, no hacía esto, no hacía aquello, se ponía tantos límites que al final su mayor obstáculo era él mismo. Buscaba el éxito con tanta pasión que estaba destruyendo su vida por él, pero al mismo tiempo hacía todo lo posible para no conseguirlo.
«Vives con miedo a que te llamen tus amigos», se lamentó en «When You’re Depressed», tal vez la canción más vitalista que se ha escrito sobre vivir sumido en la tristeza más absoluta. También una de las menos sentimentales: cuando estás deprimido, estás deprimido. No tiene sentido compadecerte de ti mismo.
Un año antes de que lo echaran, visité aquel piso para conocer a Lawrence. Cuando vio que iba a sacar un disco de una estantería, levantó el índice, dijo «un momento», sacó unos guantes de cirujano de un cajón e insistió en que me los pusiera para no dejar huellas en las portadas. Cuando le pregunté qué discos salvaría en caso de incendio, respondió que prefería arder con toda su colección.
Me recordó mucho a algo que me pasó con el novio de mi madre, ya fallecido. Habíamos pasado una velada agradable en su casa de Worthing, bebiendo vino y contando anécdotas. A la mañana siguiente, enterró la cara en el periódico y ni siquiera me dio los buenos días, y siguió así los siguientes cinco años, hasta que murió. Algo lo había herido en su orgullo, pero mi madre tampoco llegó a saber qué fue, ya que solo dio la poco creíble excusa de que yo no la trataba con suficiente respeto. Supongo que fue una cuestión de orgullo. Los hombres destruimos nuestras relaciones, y a nosotros mismos, en nombre del orgullo.
Yo nunca he pedido comida a Deliveroo ni creo que lo haga nunca, pero la vida es como un pedido de esos, porque viene y se va sin mucha sustancia.
Puede que en el fondo llevara la vida que quería: tomar su té lechoso en Fix por la mañana, saludar a la gente que veía por la calle, vivir prácticamente al día con la libertad que da el anonimato, tener suficientes fans para dar sentido a su próximo proyecto, perderse entre libros y discos de culto y, quizá por encima de todo, mantener vivo el mito de Lawrence durante más de cuarenta años.
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