3/6/25
Quería borrar todo el dolor de golpe,
quedarme solo con la seguridad de los
recuerdos moldeados a medida. Esos
que repetimos como plegarias o
poemas, que salen de nuestras bocas
con la seguridad y el aplomo de la
repetición y el ensayo.
Grandes sesiones desde mi puesto de
trabajo son recibidas con frialdad por
la audiencia porque no conectas, mientras tú crees que lo estás
bordando. Y días en los que no
quisieras estar allí, que no disfrutas,
que te parece todo mal, son los que la
gente recuerda para siempre. Nuestro
complejo cerebro y sus cosas.
Nunca he querido ser coleccionista.
Solo tengo mi propia colección, y esta
es el reflejo de mi curiosidad. Es el
escuchar a sabios cercanos, sobre
todo amigos, es pedir consejo al que
despacha, son regalos, encuentros en
rastros, azar también. Son solo mis
discos. Cotizan en vida, no en bolsa.
Una colección de discos es casi como
un diario, cronificado con aciertos,
desaciertos y muchas casualidades.
Es curioso lo caprichoso que es el
cerebro, centrándose en cosas
absurdas para bloquear la tristeza de
una parte de lo vivido.
Yonki. De amor, de afecto. Adicto al
infortunio, al rechazo y al fracaso. Un
absurdo bardo que creía que cantar al
desamor era interesante. Así fui
durante dos décadas, casi tres. Sin
descanso, sin tregua, dedicado en
cuerpo y alma. Debería tener una
mención en el libro Guinness de los
récords.
«Te dirán que lo importante es amar y
no que te amen. Los que dicen eso son
unos gilipollas». En la película 'Un lugar
en el mundo' de Adolfo Aristaráin, el
personaje que interpreta José
Sacristán sentencia resignado esta
máxima que describe tanto. Hay frases
que te acompañan de por vida. Las
tomas prestadas, las robas, están ahí
para su uso terapéutico. Esta lo fue
para mí.
Vengo de una educación nula en el
contacto físico, culpa de nadie, culpa
de la década. Pero es tara en el
cómputo. Es fuerte que los hijos del
baby boom estuviéramos tan mal
educados en este sentido.
En los diarios uno siempre se moldea
una realidad. Proyectas destellos,
ráfagas, parpadeas para desviar la
atención de la trama principal.
Los bienes supuestamente culturales
parecen menos dañinos, pero a la
larga son los que dejan peores
secuelas. El poder evocador de esos
artefactos es poderoso. Citas de
libros, películas, canciones. Todas
cargadas de veneno inmediato y de
alto voltaje.
La soledad es una mierda a la que te
acostumbras. Convives con ella y ya ni
la hueles. Y duermes, y lloras, y comes,
y tomas café, nadie llama. Y acabas
viendo de madrugada 'La condesa
descalza' en televisión. Una maldita
rutina...
Los errores
no se evitan, se cometen,
sin saber en el momento lo que son.













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