"Yo no quería ser Miqui Puig" Subrayadas (195)

3/6/25

Quería borrar todo el dolor de golpe, quedarme solo con la seguridad de los recuerdos moldeados a medida. Esos que repetimos como plegarias o poemas, que salen de nuestras bocas con la seguridad y el aplomo de la repetición y el ensayo.

Grandes sesiones desde mi puesto de trabajo son recibidas con frialdad por la audiencia porque no conectas, mientras tú crees que lo estás bordando. Y días en los que no quisieras estar allí, que no disfrutas, que te parece todo mal, son los que la gente recuerda para siempre. Nuestro complejo cerebro y sus cosas.

Nunca he querido ser coleccionista. Solo tengo mi propia colección, y esta es el reflejo de mi curiosidad. Es el escuchar a sabios cercanos, sobre todo amigos, es pedir consejo al que despacha, son regalos, encuentros en rastros, azar también. Son solo mis discos. Cotizan en vida, no en bolsa. Una colección de discos es casi como un diario, cronificado con aciertos, desaciertos y muchas casualidades.

Es curioso lo caprichoso que es el cerebro, centrándose en cosas absurdas para bloquear la tristeza de una parte de lo vivido.

Yonki. De amor, de afecto. Adicto al infortunio, al rechazo y al fracaso. Un absurdo bardo que creía que cantar al desamor era interesante. Así fui durante dos décadas, casi tres. Sin descanso, sin tregua, dedicado en cuerpo y alma. Debería tener una mención en el libro Guinness de los récords.

«Te dirán que lo importante es amar y no que te amen. Los que dicen eso son unos gilipollas». En la película 'Un lugar en el mundo' de Adolfo Aristaráin, el personaje que interpreta José Sacristán sentencia resignado esta máxima que describe tanto. Hay frases que te acompañan de por vida. Las tomas prestadas, las robas, están ahí para su uso terapéutico. Esta lo fue para mí.

Vengo de una educación nula en el contacto físico, culpa de nadie, culpa de la década. Pero es tara en el cómputo. Es fuerte que los hijos del baby boom estuviéramos tan mal educados en este sentido.

En los diarios uno siempre se moldea una realidad. Proyectas destellos, ráfagas, parpadeas para desviar la atención de la trama principal.

Los bienes supuestamente culturales parecen menos dañinos, pero a la larga son los que dejan peores secuelas. El poder evocador de esos artefactos es poderoso. Citas de libros, películas, canciones. Todas cargadas de veneno inmediato y de alto voltaje.

La soledad es una mierda a la que te acostumbras. Convives con ella y ya ni la hueles. Y duermes, y lloras, y comes, y tomas café, nadie llama. Y acabas viendo de madrugada 'La condesa descalza' en televisión. Una maldita rutina...

Los errores no se evitan, se cometen, sin saber en el momento lo que son.

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