"Diarios. A ratos perdidos 5 y 6" (Rafael Chirbes). 2.ª parte Subrayadas (200)

14/9/25

La visión de Sofía Ósipovna mientras muere en la cámara de gas: […] sus ojos, que habían leído a Homero, el Izveztia, Las aventuras de Huckleberry Finn, a Mayne Reid, la Lógica de Hegel, que habían visto gente buena y mala, que habían visto gansos en los vastos prados de Kursk, estrellas en el observatorio de Púlkovo, el brillo del acero quirúrgico, La Gioconda en el Louvre, tomates y nabos en los puestos del mercado, las aguas azules del lago Issik-Kul, ahora ya no eran necesarios.

Un texto más: Y declamó, como cantando: «¿De qué materia está hecho tu caparazón?», pregunté a la tortuga, y ella contestó: «De miedos acumulados». ¡En el mundo no hay nada más sólido!

Solo el aislamiento te hace libre, me lo repito cada vez que saco un pie del tiesto de la soledad.

Tantas reflexiones que debería anotar aquí y no anoto. Pienso: tomo mentalmente nota de las cosas con la idea de pasarlas a este cuaderno, pero no es verdad, porque después me doy cuenta de que cada una de las reflexiones exige tiempo para pasar de la cabeza al papel y necesitaría muchas horas para ordenarlas, para darles forma, así que me digo que volveré al cuaderno mañana con las ideas más claras, y ese mañana nunca llega.

Contar que me he pasado los siete días con un nudo en la garganta: sí, con ganas de llorar, porque París para mí ya no es más que decorado, saco de melancolía de lo que ocurrió, y, sobre todo, concavidad de lo que ya no ocurrirá. Mejor dicho: de lo que seguirá ocurriendo cuando yo no esté.

Empieza uno a experimentar que la vejez no es esa apacible etapa ñoña de la vida que nos cuentan, ese pastel dulzón (¿En el estanque dorado se titulaba aquella película cursi de los Fonda?), sino algo feo, doloroso y sucio.

Meteorología social: «[…] los ricos tienen hielo en verano, los pobres en invierno» (Cheever: Diarios, pág. 472).

Todo el mundo sale herido de la cercanía de un suicida.

De las memorias de Buñuel –Mi último suspiro– tomo esta cita que el autor del Libro de la Sabiduría (2, 1-7) pone en boca de los impíos, pero que a él le parece el pasaje más bello de la Biblia, y salido más bien de la pluma del marqués de Sade: Por acaso hemos venido a la existencia, y después de esta vida seremos como si no hubiéramos sido: porque humo es nuestro aliento, y el pensamiento una centella del latido de nuestro corazón. Extinguido este, el cuerpo se vuelve ceniza, y el espíritu se disipa como tenue aire. Nuestro nombre caerá en el olvido con el tiempo, y nadie tendrá memoria de nuestras obras, y pasará nuestra vida como rastro de nube, y se disipará como niebla herida por los rayos del sol que a su calor se desvanece. Pues el paso de una sombra es nuestra vida, y sin retorno es nuestro fin, porque se pone el sello y ya no hay quien salga. Venid, pues, y gocemos de los bienes presentes, démonos prisa a disfrutar de todos en nuestra juventud.

Lo que no se escribe no existe.

En el caso de que encuentren lo innombrable, ¿me veo con ánimos para operaciones, quimios y demás torturas?, ¿tengo suficientes ganas de vivir como para que digan de mí eso que dicen de todos los que se prestan al destace médico: está peleando como un jabato contra el cáncer, le ha plantado cara hasta el último momento, un pequeño y admirable héroe?, ¿de verdad quiero pelear como un jabato?, ¿ser un héroe de hostias cómo duele esto y qué náuseas produce y qué horror, y voy y lo aguanto? Todo eso, ¿para qué?

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