24/2/09
Nos hemos abonado a su música sin concertar cita ni entrevista previa. Su sonido ha hecho que rejuvenezcamos y viajemos en el túnel del tiempo, experimentando y alucinando con su guión musical. Como ya lo hicimos con los primeros discos de Pink Floyd, “The piper at the gates of dawn”, “A saucerful of secrets” o “More”. También nos acercan a bandas contemporáneas más recientes: Beta Band, Mercury Rev o The Polyphonic Spree. El colectivo animal nos ofrece un viaje psicodélico donde aprovechan la revolución de la programación electrónica para crear mantras sonoros salpicados de folk, y esa personal combinación de voces que despiertan la euforia colectiva. Sus discos no son inmediatos, ni fáciles de recomendar a los amantes del fast music sound, suelen ganar con la escucha en cascos y en espacios abiertos, condicionantes que ayudan a la evasión temporal y espacial. Hemos mandado un fax a la Asociación de Gospel norteamericana para que incluya en su repertorio “Brothersport”. Elevará tu alma. x Simón Zico.
Todos los años hay una moto que vender. Y éste le ha tocado a Animal Collective, que ha sacado otro de esos odiosos discos que antes y después de escucharlo huele a pomposidad recalcitrante. Van de originales y han caído en gracia, cuando se limitan a ofrecer una batidora de sonidos que se pierden por un camino de pretenciosidad exasperante. No entiendo tantos halagos, la verdad. Aunque ya llevan unos años sacando discos, el lanzamiento de este álbum ha conllevado un hype de libro, a la antigua usanza: antes de salir ya era la rehostia. Pero, ¡ay amigos!, estos Animal Collective no son los de antaño, son unos Animal Collective de postal, de plástico, inofensivos y, por momentos, tan histéricos (esos ruiditos y gritos agudos que llegan verdaderamente a molestar, casi tanto como la mareante portada), como los peores Mercury Rev. Aunque sacan la cabeza dos o tres canciones (qué menos), los aburridos y empanados minutos de "Taste", "Also Frightened", "No More Runnin" y "Brothersport" demuestran que este disco no es esa Harley que nos quieren colocar sino, a lo sumo, un pedorrero ciclomotor. x Matías Galli
Todos los años hay una moto que vender. Y éste le ha tocado a Animal Collective, que ha sacado otro de esos odiosos discos que antes y después de escucharlo huele a pomposidad recalcitrante. Van de originales y han caído en gracia, cuando se limitan a ofrecer una batidora de sonidos que se pierden por un camino de pretenciosidad exasperante. No entiendo tantos halagos, la verdad. Aunque ya llevan unos años sacando discos, el lanzamiento de este álbum ha conllevado un hype de libro, a la antigua usanza: antes de salir ya era la rehostia. Pero, ¡ay amigos!, estos Animal Collective no son los de antaño, son unos Animal Collective de postal, de plástico, inofensivos y, por momentos, tan histéricos (esos ruiditos y gritos agudos que llegan verdaderamente a molestar, casi tanto como la mareante portada), como los peores Mercury Rev. Aunque sacan la cabeza dos o tres canciones (qué menos), los aburridos y empanados minutos de "Taste", "Also Frightened", "No More Runnin" y "Brothersport" demuestran que este disco no es esa Harley que nos quieren colocar sino, a lo sumo, un pedorrero ciclomotor. x Matías Galli
1 comentario
Un pedorrero ciclomotor me parece excesivo, pero desde luego tampoco es ese disco maravilloso que se describe en gran parte de la blogosfera
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