"Qué nos va a pasar" (Reina Republicana) Transmutaciones (3)

1/4/23

Reina Republicana - "Qué nos va a pasar" (La Buena Vida)

Cada día trato de acertar por dónde saldrás,eso es tanto como adivinar qué nos va a pasar.
Has estado, hace tiempo, algo raro por momentos,
me pregunto, algo inquieta, qué nos va a pasar.
No recuerdo cuándo decayó la conversación
ni el punto en que dices tú que algo cambió.
Sin embargo, mientras tanto, yo me guardo la esperanza
y las cosas que en la plaza nos dijimos hoy.
 

"Morning light" (Dilly Dally) Aerolitos (43)

30/3/23



Dilly Dally se formaron en 2009, y grabaron su primer larga duración, “Sore”, en 2015. Su segundo disco, “Heaven”, llegó en 2018. El cuarteto está formado por la cantante y guitarrista Enda Monks, la también guitarrista Liz Ball, la bajista Annie Jane Marie y el batería Ben Reinhartz. Los singles "Colour of joy" y "Morning light" son lo primero que publican desde entonces.

"Dreaming walls" (Dentro del Chelsea Hotel) Tocinillo de cine (59)

28/3/23

“I remember you well in the Chelsea Hotel”, cantaba Leonard Cohen, y todos nosotros, que quizás sin haber estado nunca allí, también recordamos este fascinante epicentro de la escena artística neoyorquina de los años 50 a los años 80, a la vez paraíso e infierno sobre la tierra, lugar mágico y maldito.

El Chelsea Hotel, icono de la contracultura, es desde hace más de un siglo un refugio y una leyenda para los creadores, que ha atraído a artistas como Patti Smith, Leonard Cohen, Robert Mapplethorpe o los miembros de la Factory de Andy Warhol. Cerrado por reformas desde hace varios años, se transforma en hotel de lujo mientras unos cincuenta residentes, a menudo ancianos, siguen viviendo allí y creando una bonita zona en obras.

"Dreaming Walls" es casi la última reacción que ofrecen las directoras en el Chelsea Hotel, como si intentaran fijar en la pantalla un alma que se evapora, antes del deceso, para transmitirla en otros lugares, y otros tiempos. Quizás también es una manera de liberar los fantasmas atrapados entre estas paredes.
x Aurore Engelen (cineuropa.org).

Pioneros del postpunk Podcastinando (2)

26/3/23

"Irreverencia ilustrada. Escándalo fino. Estas dos son las paredes maestras de un programa donde nada es como te esperas". Programa de José Manuel Sebastián en Radio 3.

Programa especial dedicado a la primera hora del afterpunk, como se llamaba entonces, o al postpunk, como se llama ahora. Una música que nunca parece que deja de ser relevante.

Escuchar en Rtve play

"The young team" (Graeme Armstrong) Subrayadas (148)

24/3/23

Así se aprende en esta vida. De crío te enteras de casi todo, pero no entiendes casi nada. En el colegio no te enseñan a sobrevivir ni a follar, ni a beber ni a pelear; nada de lo que importa en esta vida. Eso te lo enseñan tus mayores: los veteranos. Ni educación social ni pollas en vinagre. La escuela de la vida son los colegas y el claustro de primos, hermanos y otros maestros que se toman muy en serio su deber de enseñarnos a cagarla en la vida. Cuentos chinos y leyendas urbanas: en eso se basa nuestra educación.

El éxtasis fluye por tu cuerpo y te hace bailar. Vuelas por encima de las nubes y te repites en la nebulosa química de la droga, en la confusión que hace que te tropieces con tus propios pensamientos. Estas fiestas duran días y días. Nos encerramos, echamos las cortinas y más alcohol y más pastis en esta aventura de MDMA al mundo de los químicos y la música y el alma. Sin purgatorio. Atajo al cielo subido en tiburones, molinos, tréboles con purpurina, playstations, coronas, cerezas, caritas felices, pumas, cohetes, Xboxes, Mercedes, corazones y putos Mitsubishi de doble cabina.

Todos los días me siento en la misma mesa y miro por las mismas ventanas de plástico sucias y pienso en cómo será mi futuro y el resto de mi vida. Fantaseo con pibones, aventuras y todo lo que me gustaría tener, coches y demás. De vez en cuando se me pasa por la cabeza que lo que la profa nos está martilleando en el coco podría servirme para conseguir todas esas cosas, pero es pensar en hacerle caso y se me derrite el cerebro. En cuanto me intereso por algo, me sacan los cuadernillos viejos de Gramática que tienen mierda para aburrir, me desespero y tiró la toalla.

Vivimos en tiempo prestado y cada segundo es un segundo robado y destinado a un fracaso inevitable. Cada momento es pura electricidad.

Hoy la muerte se parece mucho a un lugar fresquito a la sombra en comparación con tener que enfrentarse a la vida y estar despierto, pasando calor, tan solo una sombra sudorosa de lo que era: un tío joven y fuerte.

El sábado por la noche fue alucinante, pero incluso la euforia palidece ante las sensaciones tangibles de derrota, sinsentido y desesperanza. Soy un refugiado de mi propia existencia. Me obligo a levantarme y a salir de este pozo sin fondo. Algo de comer y el cálido torrente y vapor de una ducha me restaurarán al menos a una sombra de lo que fui y de mi propia humanidad.

Qué irónico, ¿no? El lugar del que tanto ansiábamos escapar se ha convertido en lo más parecido a un paraíso. La normalidad: el esquivo estado de paz que damos por hecho y que lloramos al perderlo para siempre.

Se hace eterno cuando te encuentras como el culo. Sientes que la vas a palmar en cualquier momento y tus pensamientos desconectan de la vida que tuviste, esa que una vez fue sagrada. Si la palmara esta noche, me iría de este mundo pensando demasiadas gilipolleces, sudando y anhelando cosas que no volverán: el paraíso olvidado de la normalidad. La cotidianidad mundana, la belleza de aburrirse hasta más no poder y los dramas familiares.

Dejar algo cuando todos a tu alrededor lo siguen haciendo es de valientes.

¿Qué les ha pasado a mis colegas de toda la vida, aquellos que lo eran todo para mí? ¿Qué promesas ofrecía mi siguiente etapa vital? ¿Seguir en una carretera en dirección a la nada, una mera sombra de lo que vino antes? ¿Dejar preñada a una piba del barrio y condenar a mis hijos al mismo ciclo ineludible de degradación, aceptación y repetición? Yo no quiero eso, ahora lo sé.

El suicidio siempre deja una sensación aniquiladora. Nadie quiere hablar del tema; es incómodo. Incluso cuando toca contárselo a la gente, es una palabra que nadie quiere usar porque da miedo, como si hablar de ello o pensar mucho en el tema pudiera pegártelo como si fuera una enfermedad contagiosa. Intento imaginarme caminando por el bosque por última vez dispuesto a cometer el acto definitivo de violencia contra uno mismo. No podemos saber lo que se le pasa a la gente por la cabeza. Eso es lo que se dice. «No podemos saber lo que se le pasa a la gente por la cabeza», así se lavan las manos. Pero claro que lo sabemos. Esas personas estaban sufriendo y también estaban asustadas y frustradas y solas y deprimidas y avergonzadas y marginadas o en una lista de espera para recibir ayuda. O ni siquiera llegaron a pedir ayuda y siguieron adelante a rastras, cojeando, hasta que ya no pudieron continuar. Llegados a cierto punto, el sufrimiento se vuelve desesperación y lo único que quieren es dejar de existir; creen que solo así se curarán de sus problemas y de su condición. Pensarlo me deprime y hace que me coma el coco. Ojalá que hubieran llamado y que hubieran gritado a los cuatro vientos que lo estaban pasando mal, y tú habrías hecho lo que fuera por ayudarlos, como haría todo el mundo, para alejarlos del precipicio de su abismo personal, para darles amor y agarrarlos fuerte, y no dejarlos marchar.

No existe la justicia, no como la pintan. Solo existe la policía, los juzgados, las cárceles y los curritos, que son los únicos a los que pillan. Limpian las calles para que los criminales de verdad, los que llevan corbata y dirigen el país, puedan mantener su segunda residencia en Londres, irse de vacaciones varias veces al año y asegurarse de que sus hijos saben esquiar y cosas por el estilo. Las familias iban al juzgado, fumaban nerviosas en la puerta. Siempre había una rueda de identificación de los sospechosos habituales: tipos turbios que se conocen entre sí y peña que conoces del colegio. Esperan y esperan mientras unos graduados con un buen sueldo a los que no se les da mal esquiar, flotan altaneros ataviados con largas togas negras. La policía, los agentes de la ley, existen para proteger a los legisladores y decirnos al resto que no demos mucho por culo. Los ricos, los exitosos y los que sacan buenas notas juzgan a los pobres, a los desgraciados y olvidados, para ellos patanes incultos que solo valen para mandarlos a los servicios sociales y multarlos, condenarlos y encarcelarlos una y otra vez. Los juzgados son tan ceremoniales como las iglesias, igual de arcanos, igual de sagrados.

Cuando por fin lo dejas parece que te pierdes algo. Pero qué va, todo lo contrario. El subidón del viernes es un viejo demonio y es listo, muy listo. Yo comprendí la verdad hace unos años, cuando me mudé y dejé de beber y drogarme. Quedarse en casa en lugar de salir de fiesta era un puto suplicio; eso para empezar. Era un sacrilegio, una traición a algo sagrado. Un finde tranquilo era un finde desperdiciado, porque no lo había vivido desde la locura. Esa sensación me duró un año; me pasé 365 días sintiéndome como un puto traidor y un aburrido de mierda. Me invadían furia y soledad por ser el único que se quedaba en casa, cuando las tropas, incluso mi chica, se habían pirado de fiesta. Pero fui el único que no se desvió de su camino y aquella soledad me hizo entender que ese camino es sagrado porque te redime y te libera de tener que vivir una y otra vez la misma mierda de siempre. Fue entonces cuando me di cuenta de que llevaba engañándome toda la vida.

Tu carácter se define por las decisiones que tomas y la vida que tienes suele ser el resultado de ellas.

Zabala y "My Mexican bretzel"

23/3/23

Tras una larga trayectoria en las filas de We Are Standard, el compositor y productor bilbaíno Jon Aguirrezabalaga adoptó el nombre de Zabala para producir su obra más personal. En ella se zambulle en géneros electrónicos como el ambient, el IDM o el drone con un enfoque experimental y abierto, que también comparte su trabajo para artes escénicas y cine. En su nueva posición de alquimista de la electrónica más orgánica, el artista vasco es capaz de jugar con los límites de lo onírico y lo real abriéndose camino hacia territorios de una belleza inusual y extraña que comulgan perfectamente con el found footage que Nuria Giménez convirtió en esa maravilla que es "My Mexican bretzel".

Zabala ha interpretado hoy en directo en el Teatro del Mercado, sobre la proyección de la película, su música para "My Mexican bretzel", dentro del Festival Retina.

"My Mexican bretzel" (España, 2019, 73 minutos)
V.O.S.E.
Sinopsis: Diario íntimo de una mujer de clase acomodada, Vivian Barrett, ilustrado por las filmaciones caseras de su marido León, un rico industrial, entre los años 40 y 60 del siglo pasado. La película es también un melodrama clásico a lo Douglas Sirk o Todd Haynes, con los sentimientos a flor de piel. Un viaje en volandas a través de la vieja Europa. Un ensueño romántico.
Género: Documental
Dirección: Nuria Giménez
Guión: Nuria Giménez

The Church Postales desde el asilo (90)

22/3/23

Steve Kilbey. Nacido el 13 de septiembre de 1954 (68 años).
Tim Powles. Nacido el 21 de diciembre de 1959 (63 años).
Ian Haug. Nacido el 21 de febrero de 1970 (53 años).

The Church
acaban de publicar el álbum "The hypnogogue", el vigésimo sexto de su carrera.

Bert Hardy Infraganti (3)

20/3/23

The Combined Fleets Ashore, Gibraltar, 1954

Life of an East End Parson, 1940

Cockney Life at Elephant and Castle, London, January 9th 1949

Sunday Morning at the Champs-Élysées, 1951 (couple whispering)

Teenagers at the dance 1957


Fotografías de Bert Hardy (Blackfriars, London, 19 mayo 1913 - Oxted, Surrey, 3 julio 1995)

"Caos calmo" Tocinillo de cine (58)

18/3/23

"Caos calmo" (2008). Dirección: Antonello Grimaldi. Intérpretes: Nanni Moretti, Valeria Golino, Alessandro Gassman, Isabella Ferrari.
3 premios David de Donatello (banda sonora original, canción original, actor secundario). Mejor guion en el Festival de Chicago.

La inesperada muerte de su mujer y la inestable situación de su empresa sitúan a Pietro Paladini en una nueva y desordenada existencia.

"Aquí vivía yo" (Joan Vich Montaner) Subrayadas (147)

16/3/23

Este libro es una crónica emocional, una colección personal de historias recordadas, y creo que la mejor manera en la que sedimentamos nuestros recuerdos es contándolos muchas veces.

El Velódromo es el templo primigenio, la semilla inicial, el mito nuclear del FIB. La piedra angular sobre la que se fue construyendo un relato, el de la música indie en España, que con el paso del tiempo llegó a convertirse en hegemónico. Al menos, hasta hace muy poco. Pregunten, si no, a los fibers más veteranos por el aura mítica del Velódromo.

Los indies, en España, han sido siempre bastante conservadores. Podríamos dividirlos en dos grandes grupos. El más esnob y conscientemente elitista, el de los que unos amigos míos llamaban «indietrágicos», lo formaba un tipo de gente que era muy fan de los Smiths y se tomaba muy en serio la melancolía. Como decía Rob, el protagonista de la novela Alta fidelidad de Nick Hornby, no sabían si escuchaban música pop porque estaban tristes o si estaban tristes porque escuchaban música pop.
Su némesis colectiva, el otro gran grupo poblacional del indie patrio, mucho más numeroso y también más variado, eran los que otros amigos míos llamaban «agroindies»: más campechanos y, en el fondo, mucho más simpáticos y menos pretenciosos, pero también un poco paletos, más conservadores y alérgicos al riesgo. Les fascinaba la escena musical anglosajona, pero, en general, no entendían una palabra en inglés y lo que les movía era el fervor de la masa, sin mucho espíritu crítico, pero con ansias de modernidad.

En aquellos primeros años de camping casi improvisado había líneas blancas pintadas con yeso en el suelo, indicando los espacios donde se podía acampar, pero no se contaba con personal suficiente para controlar aquello y la gente dejaba la tienda donde mejor le parecía. El primero en llegar escogía sitio entre los almendros y plantaba la bandera, como los colonos del salvaje oeste, sin dejar calles ni huecos para el tránsito del resto de campistas. Tampoco había muchas sombras, en aquella ciudad anárquica que extendía su colorido patchwork sobre el horizonte. Así que, a partir de las ocho de la mañana, si no te despertaba el ruido de las cigarras lo hacía el agobio del sol apretando cruelmente sobre la tienda de campaña. Se dormía poco y mal, en el camping. El calor y la humedad se iban reconcentrando bajo la lona recalentada hasta que, en algún momento, tu cuerpo decía basta y te despertabas desorientado, sudando copiosamente y preguntándote de dónde demonios habían salido esas malditas cigarras que te estaban martilleando la cabeza. Tambaleándote, con la resaca a cuestas, salías temprano de la tienda y zigzagueabas por el caótico campamento hacia la salida que llevaba hasta la playa redentora.

Ellos (El Niño Gusano) y todo su entorno de amigos aragoneses locos me parecieron una pandilla encantadora y divertidísima, a pesar de que se reían de mí sin parar y me tomaban el pelo constantemente. Pero lo hacían con una gracia y un cariño que no solo no te importaba, sino que querías estar con ellos todo el rato, aun siendo el blanco de sus bromas. Luego, cuando vinieron ellos a Mallorca, salimos de bares después de su concierto. Durante muchos años, Sergio Algora siempre me recordaba cómo, aquella noche en Palma, le salvé la vida cuando lo agarré in extremis y evité su caída al vacío mientras hacía estúpidos equilibrismos sobre una barandilla.

Recuerdo el entusiasmo y la admiración que sentía viendo a Judah Bauer subido sobre el amplificador de guitarra como si fuera un monolito prehistórico, a Jon Spencer haciendo kárate aéreo con el theremín, a Russell Simmins golpeando los tambores con fiereza y sin perder el groove. Recuerdo perfectamente las ganas de salir de allí corriendo y montar mi propio grupo, que es lo que me pasa siempre cuando un concierto me gusta tantísimo como aquel.


Además, (Ernesto González) fue el responsable de que el festival apoyara en todo momento a medios pequeños, fanzines y radios comunitarias, pese a las peleas que nos provocó con los mánager y agentes de algunas figuras, e incluso con la dirección del festival. Pero decidimos mantener esa política porque sí, por empatía, por respeto y para no olvidar de dónde veníamos nosotros también.

Enseguida se desató el apocalipsis en una segunda descarga, the second coming, mucho más intensa y salvaje. Urusei Yatsura estaban tocando en el escenario principal. Soltaban su propia descarga, que también era intensa y salvaje —qué buenos eran, tenían lo mejor de Pavement y de Dinosaur Jr. y, además, eran escoceses—, cuando empezó a llover de nuevo. Primero ligeramente, luego con más y más intensidad, hasta que culminó en una tromba descomunal y un vendaval fortísimo. Mucha gente empezó a correr buscando cobijo, pero otros decidían aguantar el tipo y seguir viendo el concierto bajo la lluvia. Sobre el escenario, el grupo desafiaba a los elementos desplegando toda su ruidosa energía juvenil. La intensidad de su concierto iba creciendo a la par que la de la tormenta, parecía que se alimentaban mutuamente. Lo suyo también era una tormenta eléctrica, pero aquel pulso no podía durar. Una de ellas tenía que vencer y la naturaleza siempre gana. El viento soplaba con fuerza, el agua caía sobre las caras de los músicos y ya entraba dentro del escenario, creando charcos junto a los pedales de la guitarra, pero ellos seguían tocando, ensimismados. Había peligro real de que alguno se electrocutara, pero ellos no paraban. Al contrario, subían aún más la potencia de su actuación.

Puedo marcar la cronología de mi vida a base de nombres de grupos musicales y de mis relaciones con ellos. Cada uno dejó marcada en mi memoria una muesca que casi me permite recordar el mobiliario, la ropa, los olores, el lugar en el que estaba cuando sucedía ese momento. 1981, escucho a Mecano en un transistor que había por casa y bailo como un poseso, perdido en mi habitación. 1985, una compañera de clase me graba una cinta con canciones variadas y el disco entero de Cuatro rosas, de Gabinete Caligari. 1987, mi vecino me pone por primera vez un disco de The Smiths. Hago como que no me están gustando. 1989, escucho por primera vez a The Stone Roses en el Diario pop de Radio 3. Con los cascos puestos, en la cama, mientras todos duermen. 1995, me enamoro del primer disco de Supergrass y recupero la fe en el pop mientras vivo en Londres, compartiendo habitación con cuatro personas más. 1997, todos los de la oficina de Elefant vamos a ver a Belle & Sebastian a Barcelona, después de haber desgastado su primer disco de tanto escucharlo.

Algunos grupos te acompañan y te ayudan a recomponerte, a construir a la persona que quieres llegar a ser y a que esas piezas encajen con quien realmente eres. Como dice el anuncio de la radio, parafraseando a Nick Hornby, eres lo que escuchas. Aunque yo creo que también, muchas veces, escuchas lo que quieres ser.

"Antabuse" (Casket Cassette) Aerolitos (42)

14/3/23

Wait
You're drowning in the wake
You cross the line
Don't care about the price

Lost and lonely
Only wanted you
You ignore me
Drinking Antabuse

Prey
A tattoo of a snake
It can't be prayed away
Just black and gray

Lost and lonely
Only wanted you
You ignore me
Drinking Antabuse

"In den Gängen" ("A la vuelta de la esquina") Tocinillo de cine (57)

12/3/23

Mientras contempla el florecimiento de un romance platónico en el seno de una plantilla de mozos de almacén de un supermercado, el nuevo trabajo de Thomas Stuber traza el afable retrato de un grupo de infelices que hallan solaz y sentido de comunidad en el más improbable de los entornos. La película dota su día a día de ritmos, texturas y colores llenos de capacidad de seducción y, pese a que el repentino viraje a territorios trágicos que experimenta en su último tramo está fuera de lugar, en general funciona como encantadora reivindicación tanto del poder balsámico de las relaciones laborales como de la posibilidad de encontrar el amor hasta en las circunstancias menos amables. (Nando Salvá, ellperiodico.com)

"In den Gängen" ("A la vuelta de la esquina"). Alemania, 2018. Dirigida por Thomas Stuber, con Sandra Hüller, Franz Rogowski, Peter Kurth, Ramona Kunze-Libnow.

 

Funeral party: The Cure 1979-1992 Colector de frecuencias (10)

10/3/23

Tras The Jesus & Mary Chain y Echo & The Bunnymen le tocaba el turno al último integrante de una santísima trinidad particular: The Cure.
Recién cumplidos los veinte años, Robert Smith y su banda publicaban su álbum de debut en 1979, "Three imaginary boys". A partir de ahí, una apasionante historia musical que aún hoy perdura con vigencia máxima. Esta lista abarca una colección de favoritas personales desde su creación como grupo hasta 1992, culminación de sus años dorados con el disco "Wish".

"Aniquilación" (Michel Houellebecq) Subrayadas (146)

8/3/23

Una mejora de las condiciones de vida va emparejada a menudo con un deterioro de las razones de vivir y en particular de vivir juntos.

La vida humana se compone de una sucesión de dificultades administrativas y técnicas, entrecortadas por problemas médicos; con la edad, prevalecen los aspectos médicos. La vida entonces cambia de naturaleza y empieza a parecerse a una carrera de obstáculos: exámenes médicos cada vez más frecuentes y variados escrutan el estado de tus órganos. Concluyen que la situación es normal, o al menos aceptable, hasta que uno de los dos dicta un veredicto distinto. La vida cambia entonces por segunda vez y se convierte en un recorrido más o menos largo y doloroso hacia la muerte.

Lo peor era que no podía discrepar con los terroristas si su objetivo era aniquilar el mundo tal como él lo conocía, aniquilar el mundo moderno.

Abogado y periodista venía a ser lo mismo, según él pertenecían a la misma gente turbia, en relación directa con la mentira, sin contacto inmediato con la materia, la realidad ni con cualquier tipo de trabajo.

Diez razones para ver Treme Tocinillo de cine (58)

7/3/23

1. La música.
2. Los cameos.
3. El toque HBO.
4. David Simon.
5. Los actores.
6. Comprobar cómo somos los turistas.
7. Aspecto humano de la tragedia.
8. Los indios y el Mardi Gras.
9. Entender Nueva Orleáns y su hot.
10. La gloriosa segunda fila.

"Diez razones para ver Treme" (Fernando Navarro, El País)