13/6/16
La costumbre cuando un grupo nuevo evoca con claridad a otro antiguo de esos denominados ‘seminales’, es afilar cuchillos y hundirlos en el esternón hasta derribar a la víctima. Pero cuando una banda te remite a otra con la depurada clase y elegancia con que lo hacen los canadienses The Dears no hay objeción: sólo mecerse al arrullo de sus embriagadores pasajes. Publicado en So Young, junio de 2005.
¿De cuántos grupos habremos oído la comparación con The Smiths? Infinitos. Nada más sencillo que una comparación con un grande para echar por tierra rápidamente la emergente carrera de un hype. Pero de repente aparece un grupo de Montreal (Canadá atesora actualmente la escena pop más interesante) y saca un disco con el que Morrissey habría recuperado toda la credibilidad lírica y melodramática que perdió tras “Suedehead” y “Everyday is like Sunday”.
The Dears y su “No cities left” alcanza cotas brillantísimas que atenazan los sentidos a los que vibramos con aquel inmortal grupo de Manchester llamado Smiths. Ellos no lo niegan, pero son precavidos. “Definitivamente no nos vemos llegando a un status como el de U2 o algo por el estilo. Sería bonito llevar y alcanzar una carrera como la de The Smiths, que hicieron cinco álbumes y aún así llegaron a vender un montón de discos, lo que es una jodida maravilla. Una carrera así sería verdaderamente ‘cool’. Sin embargo, no es oro todo lo que reluce. Podríamos dividir su “No cities left” en tres bloques. En “Warm and Sunny Days”, “We can have it” y “The Second Part”, The Dears se meten en la profundidad de una piscina cuyas aguas purificadoras nos remiten a los mejores Blur de “Parklife” (a veces la voz llega a confundirse con la de Damon Albarn), una especie de revisitación britpop vertiente épica emocional. El bloque que ofrece más dudas (y que coincide con la parte central del disco) es el encarnado por “Expect the worst”, “Pinned together, falling apart” y “Never destroy” (y quizás también “Postcard from purgatory”), en donde quieren parecer un grupo polifacético y algo experimental y suenan más bien ariscos y algo huecos.
Pero el bloque estrella lo configuran tres hits emocionales: “Don’t lose the faith”, “Lost in the plot” y “22: the death of all the romance”: puro lirismo decadente y melancólico, atemporal y melódico, adictivo y sentimental, tres poderosas razones para creer en el futuro perfecto de The Dears.
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