21/10/16
"En mi tiempo, las muchachas eran como plazas fuertes atrincheradas y amuralladas. Llevaban un corsé que era como la muralla de la China o el baluarte de Verdún. Si por casualidad ponía uno la mano en su talle, encontraba una coraza tan dura como la que podía llevar a las cruzadas Godofredo de Bouillon.
Si uno pretendía entrar en relación con uno de aquellos verdunes vivos, le contestaban varios días o semanas "sí" o "no", como Cristo nos enseña.
Únicamente si podía uno presentar en el estandarte un sueldecito o una renta, bajaba el puente levadizo del castillo y se parlamentaba".
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