15/3/19
The Ballet. 14 de marzo. La Lata de Bombillas
TOY. 14 de marzo. Las Armas.
A la manera de aquel 'temporada de patos, temporada de conejos' que pelearan hace océanos de tiempo Bugs Bunny y el pato Lucas, esta noche dos bandas radicalmente diferentes como The Ballet y TOY proporcionaron también a mis ojos un 'concierto de calvos, concierto de pelazos'. Hace mucho tiempo además que no tenía la oportunidad, o las ganas más bien, de hacer un doblete nocturno de conciertos en la ciudad. Algunas casualidades lo hicieron posible.
A las 9, en La Lata de Bombillas, The Ballet, dúo norteamericano de pop electrónico, desplegaban sus canciones intimistas ante una mayoría (simple, no absoluta) de asistentes calvos. Fue un concierto muy latero, versión grupo pequeño, querencia amateur, cercanía, cierto encanto lo-fi. Una guitarra, unos synths y unas canciones tiernas que me recordaron viejos tiempos de The Magnetic Fields época "Get lost", o de los míticos -por esquivos- The Postal Service. Tocaron algunas canciones de su ya lejano y único álbum, "I blame society" (2013), y adelantos de su nuevo disco como ese fino "But I'm a top". Uno de esos conciertos minimalistas que nunca me decepcionan.
Y de la alopecia o rapadismo pasamos a la fulgurante calidad capilar de TOY (y también de la mayoría del joven paisanaje presente), hora y cuarto después, en Las Armas. Imagen del grupo, toda y más (a un kilómetro de distancia se les reconocería como faunos musicales británicos). Los flequillos, excelsos (el bajista hubiera quedado niquelado en la formación de un concierto de The Cure de 1984). Este quinteto británico de fachada rockera impecable apuntó al cielo con su estupendo álbum de debut en 2012, pero ya llegando a este cuarto reciente, "Happy in the hollow", se han disuelto como un azucarillo en el magma de la espesa instrumentalidad. Reducida su vena algo más accesible a "Mechanism", "Energy" y "Move through the dark", su nuevo álbum es un mazacote de maquinaria pesada psicodélica que no aporta mucho de interés a lo que conocíamos de ellos. Y sobre el escenario, se trasladó la misma impresión. Un sonido un poco pasado, con momentos fulgurantes de guitarras, donde las voces quedaron sepultadas.
Talento en disco y sobre las tablas no se les niega, pero quizá esta noche quedó todo un poco apelmazado, a excepción del tercio final, donde hubo verdaderos momentos de vértigo merced a los muros de guitarras que hicieron disfrutar, no solo a las chicas que copaban las primeras filas, sino a todo el personal del recinto (escasa entrada en ambos conciertos). Quizá me dejo llevar por que no les perdono que no tocaran -o yo no la distinguí entre la bruma decibélica- su mejor canción con mastodóntica diferencia, "Lose my way" (mejor canción del año Soyuz 2012), pero TOY deberán reconducirse en futuros discos (si es que no se disuelven tras este), porque aunque su directo potente y resolutivo es más que disfrutable, su disco invita a pensar en estancamiento y falta de imaginación. x Gabi Lombardo
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