24/4/19
El Niño Gusano en directo en Oasis. 15-11-1996 fue publicado en So Young en diciembre de 1996.
Pop extraterrestre, delirante, surrealista, marciano... Ya no se sabe cómo calificar musicalmente a El Niño Gusano y mucho menos buscarles padrinos o influencias claras como al resto de grupos independientes españoles. Lo que sí he podido leer en algún sitio es que El Niño Gusano ya no se arrastra: es un ciempiés que tiene alas. El hecho de cantar en castellano en tiempos de dominio del inglés, unido a su espléndido directo, les tiene que elevar a lo más alto del pop español. Lo que es seguro, después de contemplar cómo estaba de abarrotada la discoteca Oasis, es que en la próxima comparecencia de El Niño Gusano en nuestra ciudad va a haber que solicitar las entradas con alguna semana de antelación.
El viernes 15 de noviembre debían de estar alineados los astros o algo por el estilo. Lo cierto es que ENG ofrecieron su noche más brillante en nuestras tierras desde su nacimiento, y su estado de gracia se contagió a los allí presentes incluso antes de empezar, respirándose en el ambiente una complicidad y un ansia de pasar una gran noche que luego a todas luces se cumplió, mucho más incluso de lo que se podría haber esperado.
Su último disco, “El efecto lupa”, así lo hacía presagiar. Con canciones mucho más pop que su predecesor “Circo Luso” y varios singles-pelotazo en ciernes, su tibia actuación del 95 en la sala En Bruto quedó rápidamente en el olvido. “Pelícano”, “Conde-duque”, “Sobrinito” y “Mr. Cámping” poseen unas melodías que poguearía hasta mi abuela, y en la Oasis, marco incomparable para alcanzar una noche triunfal sobre un escenario, la conexión grupo-público explotó en apenas minutos el termómetro de la euforia colectiva.
Acompañados por Paco, de Las Flores Venenosas, a la guitarra y a los teclados, y por Jacobo, de El Regalo de Silvia, al violín, la actuación de El Niño Gusano rozó las dos horas, es decir, tocaron casi todo su repertorio (sólo se echó en falta “Pintalabios gris”) sin ningún tipo de altibajo y con momentos para todos los gustos: la excentricidad del “Capitán Mosca” y su inseparable sopa, que voló sobre nuestras cabezas con precisión más que convincente, o el regreso a los 80 con la reconvertida y revalorizada “Hoy no me puedo levantar”, que por un instante elevó al guitarra Sergio Vinadé (increíble toda la noche) a la categoría de lo que en Inglaterra se conoce como ‘guitar-hero’. Pero el resto de la banda no se quedó atrás: el personalísimo estilo de Sergio Algora, el contrapunto a la locura del bajista Mario Quesada y el desparrame neuronal de Andrés Perruca a la batería establecieron una plusmarca de sensaciones y de calidad.
El colofón a tal celebración comunal no podía ser de otra manera que genial. Tras el hipnótico mantra de “Vi a mi amor en una reality-show / Sin querer le rompi el corazón”, asistimos atónitos al descenso de Algora a los dominios del público para hacerse un hueco entre la gente mientras tocaba un tambor de la batería que sostenía en su cabeza, mientras Perruca rodaba por los suelos del escenario con otra parte de la percusión y Vinadé tocaba los tambores que quedaban... un apoteósico final marca de la casa.
El Niño Gusano, por lo aquí presenciado, deberían ir imparables hacia el éxito, a pesar de que todavía algunos critiquen sus letras (¿por qué se valora más cantar “sin tu valía seré un pringao” que “no pesa más de un gramo todo lo que amo”, “hay un cielo caliente en cada cuerpo / a ese cielo no llegan los tranvías” o “todos los insectos volaban con máscaras / hacían equilibrios en bigotes de roedor / una alegre fiesta en un claro del bosque”?). En todo caso, para los que sólo nos faltaba un pequeño empujón para creer ciegamente en sus posibilidades, esta noche fue de lo más clarificadora: después de ver a la mayoría de bandas pop alternativas españolas podría asegurar que El Niño Gusano poseen uno de los dos o tres mejores directos del país. Y no es pasión de paisanaje. x Fernando SoYoung. Foto: Pedro Hernández
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