Saint Etienne Miradas al pasado (28)

18/6/23

El kitsch se caracteriza por una imitación estilística de formas de un pasado prestigioso o de formas y productos característicos de la cultura moderna, y algo chic es sinónimo de distinción y elegancia. Y estas son dos palabras internacionales que resumen a la perfección el espíritu artístico y musical de la banda londinense Saint Etienne, a las que podríamos añadir, ya abusando de términos vacuos, otras como ‘cool’, ‘naïf’ o ‘in’. El trío británico formado por Sarah Cracknell, Bob Stanley y Pete Wiggs ha cautivado deliciosamente durante años a los amantes del pop más exquisito, colorista y delicioso a base de practicar el asalto a la nostalgia, al pop de los 60 y 70, a la sofisticación snob, a los cuellos-cisne y a la minifalda.

Sus discos no pasarán a la posteridad por ser obras maestras, pero sí por desarrollar el electropop más fresco, encantadoramente bailable y mágico de esta década, envolviendo numerosos de los puntos cardinales de la cultura pop y también, por qué no, de la cultura basura de nuestro pasado y presente proveniente del cine, la literatura, el arte y la televisión: modernos pero ingenuos, intelectuales y melancólicos, arrogantes pero encantadores, así se nos presentan Saint Etienne en sus creaciones musicales. Son como uno de esos chupa-chups con sidral dentro.

Con su primer disco, “Foxbase Alpha” (1991), ya capturaron el corazón de miles de personas explotando con esa versión (tan clásica ya como el original) de Neil Young “Only Love Can Break Your Heart”. Pero también por “Nothing Can Stop Us”, “Spring”, “London Belongs To Me” o “Girl VII”, y por esos entrañables y característicos sampleados de sintonías de películas y series de televisión ensamblando algunas canciones: nada mejor que escucharlos mientras piensas en una verde y húmeda campiña, en alguna calle de Portobello o en algún cielo azul de Saint-Tropez justo antes de que te invada esa caricia de seda que es la voz de Sarah Cracknell.

A pesar del nombre y de sus continuas referencias a la cultura francesa, Saint Etienne son británicos hasta la médula. Amantes de Londres, sus melodías cristalinas, sus estribillos eternos y su visión del mundo les delata como pretendientes favoritos de la vanguardia dance-pop, mostrada inmejorablemente en “So Tough” (1993), su segundo álbum, una nueva colección de momentos inolvidables e imprescindibles para cualquier guateque o party retro que se precie. “You’re In A Bad Way”, “Mario’s Cafe”, “Leafhound”, “Join Our Club” o “Hobart Paving” encarnaban su oferta de construcción pop clásica; “Railway Jam”, “Calico”, “Avenue”, “Conchita Martínez” (nada que ver con la tenista) o “Junk The Morgue”, la profundización en atmósferas ambientales y levemente experimentales. Y de nuevo esas inconfundibles sintonías.

El triplete lo completó “Tiger Bay” (1994), el más irregular y menos inspirado de los tres a pesar de contar con delicias como “Hug My Soul” o “Like A Motorway”, aunque antes habían vuelto a edulcorar nuestras mentes y pies con una navideña “I Was Born On Christmas Day” en acertada colaboración con Tim Burgess de los Charlatans y con su primer recopilatorio -de caras B- llamado “You Need A Mess Of Help To Stand Alone”. Desde aquel 94 la actividad del trío no se ha visto mermada a pesar de no haber sacado nuevo disco, y hemos tenido noticias de ellos (además de lo más reciente, el single de adelanto -“Sylvie”- a su cuarto álbum ya inminente) gracias a un definitivo, excitante, imprescindible y sublime recopilatorio de singles (formato donde radica la mayor gloria del grupo) llamado “Too Young To Die”, otro de remixes con el mismo nombre, un disco con su admirado cantante francés Etienne Daho llamado “Reserection” y firmado bajo el nombre -no podía ser de otra forma- de St. Etienne Daho y la primera incursión en solitario de Sarah Cracknell (“Lipslide”) que, sin alejarse del estilo de su grupo nodriza, se ha manejado con soltura en la composición imprimiendo a esta obra una personalidad propia envidiable, con su irresistible y esplendorosa voz como principal baza.

Saint Etienne son el grupo de los suspiros por el pasado que no viviste, de la máxima emoción pop que se puede conseguir sin guitarras, el sueño imposible del Festival de Eurovisión, la banda más suculenta que pueden degustar aquellos paladares musicales afines al mousse de chocolate, al souflé de leche condensada o a las fresas con nata. Publicado por Fernando SoYoung en "El pez que todo lo ve", en abril de 1998

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