11/1/09
"¿Por qué entre todas las bellezas posibles he sido sensible a su belleza?. Es algo que no sé muy bien. Ahora cuando veo a una mujer, ya no consigo tan claramente como antes clasificarla en el grupo de las elegidas o de las rechazadas. No sólo no tengo la misma seguridad de juicio, sino que ya no veo en qué criterios me apoyaba, en qué consistía ese algo que, para atraerme, toda mujer debía poseer ineludiblemente, y que yo descubría de un vistazo. Desde que estoy casado, todas las mujeres me parecen bonitas. En sus ocupaciones más inesperadas, les restituyo ese misterio del que antes les despojaba a casi todas. Siento curiosidad por su vida, aunque ésta no me aporte nada que ya no sepa. ¿Qué habría ocurrido si hace tres años hubiera conocido a esta joven?. ¿Habría llamado mi atención? ¿habría podido enamorarme de ella? ¿desear un hijo suyo?."
"Si hay algo de lo que soy incapaz ahora mismo, es de hacerle la corte a una chica. No tengo ni idea de lo que podría decirle, y además no tengo ninguna razón para hablarle, no quiero nada de ella, no tengo ninguna proposición que hacerle. Sin embargo, siento que el matrimonio me encierra, me aprisiona, siento deseos de evadirme. La perspectiva de la tranquila felicidad que se abre continuamente ante mí, me entristece. Me dedico a añorar el tiempo, no tan lejano, en el que podía sentir, yo también, los temores de la espera. Sueño con una vida que esté hecha sólo de primeros amores, y de amores duraderos.
Quiero lo imposible, lo sé. No envidio a nadie, y cuando veo a los enamorados, pienso menos en mí, en lo que era, que en ellos mismos, y en lo que llegarán a ser. Por eso me gusta la gran ciudad, la gente pasa y desaparece, no les vemos envejecer. Lo que da tanto valor, en mi opinión, al decorado de la calle parisina, es la presencia constante y fugitiva de esas mujeres que se cruzan a cada instante, y que tengo la casi total certeza de no volver a ver nunca. Basta que estén ahí, indiferentes y conscientes de su encanto, felices de comprobar su eficacia conmigo, como yo compruebo la mía con ellas mediante un tácito acuerdo, sin necesidad de una sonrisa o de una mirada ni tan siquiera insinuada. Siento profundamente su atracción sin, sin embargo, ser atraído, y eso no me aleja de Hélène, más bien al contrario, me digo que esas bellezas que pasan son la prolongación necesaria de la belleza de mi mujer. Ellas la enriquecen con su propia belleza, recibiendo a cambio simplemente, un poco de la suya. Su belleza es garante de la belleza del mundo, y viceversa. Al abrazar a Hélène, abrazo a todas las mujeres."
"Pero, por otra parte, siento que mi vida pasa y que otras vidas se desarrollan paralelamente a la mía, y me siento frustrado de permanecer ajeno a esas vidas, de no haber retenido a cada una de esas mujeres ni un instante siquiera, en su marcha precipitada hacia no sé qué trabajo, hacia no sé qué placer..."
Título Original: "L'Amour l'Après-midi"; Año: 1972; Duración: 97 min. País: Francia; Director: Éric Rohmer: Guión: Éric Rohmer; Música: Arié Dzierlatka; Fotografía: Néstor Almendros; Reparto: Bernard Verley, Zouzou, Françoise Verley, Daniel Ceccaldi, Malvina Penne, Babette Ferrier, Frédérique Hender, Claude-Jean Philippe, Marie-Christine Barrault, Béatrice Romand
"Un hombre casado se enfrenta a la tentación del adulterio encarnada en una bella amiga. Con esta premisa tan sencilla, Rohmer elabora uno de sus mejores ejercicios de geometría amorosa. Un guión que indaga en los sentimientos con la precisión de un cirujano y la ligereza de un malabarista. Fascinante, hipnótica, magistral". (Daniel Andreas: Filmaffinity)
"La película es, a su manera, algo así como perfecta" (Pauline Kael: The New Yorker)
"Si hay algo de lo que soy incapaz ahora mismo, es de hacerle la corte a una chica. No tengo ni idea de lo que podría decirle, y además no tengo ninguna razón para hablarle, no quiero nada de ella, no tengo ninguna proposición que hacerle. Sin embargo, siento que el matrimonio me encierra, me aprisiona, siento deseos de evadirme. La perspectiva de la tranquila felicidad que se abre continuamente ante mí, me entristece. Me dedico a añorar el tiempo, no tan lejano, en el que podía sentir, yo también, los temores de la espera. Sueño con una vida que esté hecha sólo de primeros amores, y de amores duraderos.
Quiero lo imposible, lo sé. No envidio a nadie, y cuando veo a los enamorados, pienso menos en mí, en lo que era, que en ellos mismos, y en lo que llegarán a ser. Por eso me gusta la gran ciudad, la gente pasa y desaparece, no les vemos envejecer. Lo que da tanto valor, en mi opinión, al decorado de la calle parisina, es la presencia constante y fugitiva de esas mujeres que se cruzan a cada instante, y que tengo la casi total certeza de no volver a ver nunca. Basta que estén ahí, indiferentes y conscientes de su encanto, felices de comprobar su eficacia conmigo, como yo compruebo la mía con ellas mediante un tácito acuerdo, sin necesidad de una sonrisa o de una mirada ni tan siquiera insinuada. Siento profundamente su atracción sin, sin embargo, ser atraído, y eso no me aleja de Hélène, más bien al contrario, me digo que esas bellezas que pasan son la prolongación necesaria de la belleza de mi mujer. Ellas la enriquecen con su propia belleza, recibiendo a cambio simplemente, un poco de la suya. Su belleza es garante de la belleza del mundo, y viceversa. Al abrazar a Hélène, abrazo a todas las mujeres."
"Pero, por otra parte, siento que mi vida pasa y que otras vidas se desarrollan paralelamente a la mía, y me siento frustrado de permanecer ajeno a esas vidas, de no haber retenido a cada una de esas mujeres ni un instante siquiera, en su marcha precipitada hacia no sé qué trabajo, hacia no sé qué placer..."
Título Original: "L'Amour l'Après-midi"; Año: 1972; Duración: 97 min. País: Francia; Director: Éric Rohmer: Guión: Éric Rohmer; Música: Arié Dzierlatka; Fotografía: Néstor Almendros; Reparto: Bernard Verley, Zouzou, Françoise Verley, Daniel Ceccaldi, Malvina Penne, Babette Ferrier, Frédérique Hender, Claude-Jean Philippe, Marie-Christine Barrault, Béatrice Romand
"Un hombre casado se enfrenta a la tentación del adulterio encarnada en una bella amiga. Con esta premisa tan sencilla, Rohmer elabora uno de sus mejores ejercicios de geometría amorosa. Un guión que indaga en los sentimientos con la precisión de un cirujano y la ligereza de un malabarista. Fascinante, hipnótica, magistral". (Daniel Andreas: Filmaffinity)
"La película es, a su manera, algo así como perfecta" (Pauline Kael: The New Yorker)
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