13/1/10
Desde que hace casi diez años una admiradora suya me lo describiera y recomendara con pasión, y gracias a ella encaminara después mis pasos hacia la Filmoteca de Zaragoza para ver "La rodilla de Clara" (1971), mi búsqueda, lenta pero firme, de películas del director francés Eric Rohmer ha sido inquebrantable. Ya puedo decir que he visto más de la mitad, y en ese cómputo de lo que ya he disfrutado la conclusión que entresaco es que me fascina. Me fascina su cine en el que parece que nunca pasa nada, las conversaciones duran lo que haga falta, el deseo se contiene y el amor fluye veloz en el mismo carril que el desamor.
El 11 de enero de 2009 publicábamos un homenaje a su película "El amor después del mediodía". El 11 de enero de 2010 Eric Rohmer ha muerto a los 89 años, pero por suerte rodó películas hasta los 87, así que seguiré descubriendo lo mucho que me queda de esas inconfundibles escenas suyas de analíticos diálogos, veranos fugaces, aceras parisinas y confusiones sentimentales.
El 11 de enero de 2009 publicábamos un homenaje a su película "El amor después del mediodía". El 11 de enero de 2010 Eric Rohmer ha muerto a los 89 años, pero por suerte rodó películas hasta los 87, así que seguiré descubriendo lo mucho que me queda de esas inconfundibles escenas suyas de analíticos diálogos, veranos fugaces, aceras parisinas y confusiones sentimentales.
Listas inservibles (15): Mis 5 películas favoritas de Eric Rohmer
1. La rodilla de Clara (1971). Fantasías prematrimonales en el lago d'Annecy.
5ª película de la serie "Seis cuentos morales".
2. El amor después del mediodía (1972). Tentaciones urbanas, disertaciones amorosas.
6ª película de la serie "Seis cuentos morales".
3. Cuento de verano (1996). Vacaciones estivales en Dinard (Bretaña).
3ª película de la serie "Cuentos de las cuatro estaciones".
4. Pauline en la playa (1983). Días de verano en Granville (Normandía).
3ª película de la serie "Comedias y proverbios".
5. La coleccionista (1967). Coleccionando hombres en Saint-Tropez.
3ª película de la serie "Seis cuentos morales".
Eric Rohmer
El devenir de lo cotidiano
(El arca del fanzinefable. So Young#22, año 2005).
Muy de moda se ha puesto nuevamente en los últimos años aquella Nouvelle Vague que iluminó el cine europeo allá por los años 60 con directores como Truffaut o Godard, sin duda grandes directores. Pero Eric Rohmer es especial. Atemporal y con un exquisito y depurado gusto por el tratamiento de las relaciones humanas, en general, y las relaciones sentimentales de pareja, en particular. Un cine para divertirse pensando, un auténtico jerarca escénico del “lo que pudo haber sido y no fue”.
Eric Rohmer, nacido el 4 de abril de 1920 con el nombre de Jean-Marie Maurice Scherer en la localidad de Nancy, en Lorraine (Francia), tuvo su primer contacto con la realización en 1950 a través del cortometraje, al igual que la mayoría de los integrantes de la Nouvelle Vague. Pero hasta 1959 no rodaría su primer largometraje, "Le signe du Lion", y a partir de este film se embarca en la tarea que marcará su carrera, establecer una línea temática sobre la cual montar sus historias. A principios de la década de los 60 comienza la que será la primera de las tres series de películas que desarrollará a lo largo de su carrera, ”Seis cuentos morales” (Six Contes Moraux), cuyos primeros episodios serán "La boulangère de Monceau" (1962) y "La carrière de Suzanne" (1963), ambos en formato de mediometraje. Luego retomará la forma del largo, completando esta serie de seis películas en 1972 con "L’amour l’après-midi". Aún habiendo realizado una importante cantidad de largometrajes durante los 60, continuó dedicándose al corto a lo largo de toda la década. Durante los 70 se desvió un poco del camino que retomaría luego en los 80, y realizó "La Marquise d’O" (1976) y "Perceval le Gallois" (1978), ambas epopeyas de época, y notoriamente diferentes en todo sentido a su producción anterior y posterior. A partir de 1980 se dedica a su segunda serie, “Comedias y proverbios” (Comedies et proverbes), que desarrollará a lo largo de toda la década, integrada por siete películas, entre las cuales se encuentran "La femme de l’aviateur" (1980), "Pauline a la plage" (1982) y "Le rayon vert" (1986), entre otras. Luego llegaría la tercera serie, “Cuentos de las cuatro estaciones” (Contes de quatre saisons), entre 1990 y 1998.
discreción - indecisión
Recurriendo a fórmulas del cine clásico, como la comedia de enredos, siempre priorizando la historia, los personajes, y el conflicto permanente de la vida humana, Rohmer se deja ver al trasluz: poniéndose a un costado, su presencia se magnifica. Esto se traduce en una búsqueda marcada de realismo, ya no entendido tradicionalmente, sino por utilizar como materia prima la conducta humana y sus vericuetos.
Si se comparan "La boulangère de Monceau" con "La collectionneuse" o "Conte d’été", es inevitable encontrar un paralelo casi sin variaciones entre los personajes masculinos de estos films. La misma historia puede ser contada una y mil veces y no se agota. Ni siquiera cambia el punto de vista desde el cual cuenta la clásica historia de un hombre indeciso entre varias mujeres. Simplemente se depura el estilo, y la sencillez técnica y narrativa que conlleva esa depuración lleva a Rohmer a la excelencia. Algo muy poco común sucede con este director, que mientras más se aleja se hace más evidente, lo que refuerza la idea de la realización como una experimentación permanente, una investigación sin punto final.
Los personajes de sus películas hablan constantemente intentando explicarse a sí mismos, a modo de una reflexión compartida con el espectador, yendo y viniendo sin cerrar sus historias. Volviendo a comparar las tres películas citadas, en el final de cada una ninguno de los personajes logra ninguno de sus objetivos propuestos, quedan supeditados a su deambular, a seguir buscando. Ese es un elemento presente en las películas de Rohmer en general: los personajes inconclusos, en lucha permanente entre el deseo y la conciencia, y mayormente determinados por el azar, todo ello con gran sencillez narrativa y técnica.
vigencia atemporal
Poco es lo que trasciende de este director, ya que ha sido escasamente abordado por la prensa, salvo sus compañeros de Cahiers du Cinéma. Últimamente se advierte un cierto rescate de su figura debido al estreno sucesivo de dos de sus películas, y a la edición de un libro que compila sus notas, "El gusto por la belleza" (Paidós). Resulta gratificante comprobar hoy la vigencia de Rohmer, y aún más, su frescura a pesar de los años, esa capacidad de continuar viendo el mundo con ojos actuales, sin ese deje de nostalgia que se percibe en algunos directores de su generación. Quizás sea esa férrea voluntad por conocer el alma humana o quizás sea solo la suerte, lo que le ha permitido hacer que sus personajes sean atemporales, que condensen la experiencia del devenir cotidiano, y que cada espectador que se tope con una película de Eric Rohmer se vea en mayor o menor medida parecido a ellos.
4. Pauline en la playa (1983). Días de verano en Granville (Normandía).
3ª película de la serie "Comedias y proverbios".
5. La coleccionista (1967). Coleccionando hombres en Saint-Tropez.
3ª película de la serie "Seis cuentos morales".
Eric Rohmer
El devenir de lo cotidiano
(El arca del fanzinefable. So Young#22, año 2005).
Muy de moda se ha puesto nuevamente en los últimos años aquella Nouvelle Vague que iluminó el cine europeo allá por los años 60 con directores como Truffaut o Godard, sin duda grandes directores. Pero Eric Rohmer es especial. Atemporal y con un exquisito y depurado gusto por el tratamiento de las relaciones humanas, en general, y las relaciones sentimentales de pareja, en particular. Un cine para divertirse pensando, un auténtico jerarca escénico del “lo que pudo haber sido y no fue”.
Eric Rohmer, nacido el 4 de abril de 1920 con el nombre de Jean-Marie Maurice Scherer en la localidad de Nancy, en Lorraine (Francia), tuvo su primer contacto con la realización en 1950 a través del cortometraje, al igual que la mayoría de los integrantes de la Nouvelle Vague. Pero hasta 1959 no rodaría su primer largometraje, "Le signe du Lion", y a partir de este film se embarca en la tarea que marcará su carrera, establecer una línea temática sobre la cual montar sus historias. A principios de la década de los 60 comienza la que será la primera de las tres series de películas que desarrollará a lo largo de su carrera, ”Seis cuentos morales” (Six Contes Moraux), cuyos primeros episodios serán "La boulangère de Monceau" (1962) y "La carrière de Suzanne" (1963), ambos en formato de mediometraje. Luego retomará la forma del largo, completando esta serie de seis películas en 1972 con "L’amour l’après-midi". Aún habiendo realizado una importante cantidad de largometrajes durante los 60, continuó dedicándose al corto a lo largo de toda la década. Durante los 70 se desvió un poco del camino que retomaría luego en los 80, y realizó "La Marquise d’O" (1976) y "Perceval le Gallois" (1978), ambas epopeyas de época, y notoriamente diferentes en todo sentido a su producción anterior y posterior. A partir de 1980 se dedica a su segunda serie, “Comedias y proverbios” (Comedies et proverbes), que desarrollará a lo largo de toda la década, integrada por siete películas, entre las cuales se encuentran "La femme de l’aviateur" (1980), "Pauline a la plage" (1982) y "Le rayon vert" (1986), entre otras. Luego llegaría la tercera serie, “Cuentos de las cuatro estaciones” (Contes de quatre saisons), entre 1990 y 1998.
discreción - indecisión
Recurriendo a fórmulas del cine clásico, como la comedia de enredos, siempre priorizando la historia, los personajes, y el conflicto permanente de la vida humana, Rohmer se deja ver al trasluz: poniéndose a un costado, su presencia se magnifica. Esto se traduce en una búsqueda marcada de realismo, ya no entendido tradicionalmente, sino por utilizar como materia prima la conducta humana y sus vericuetos.
Si se comparan "La boulangère de Monceau" con "La collectionneuse" o "Conte d’été", es inevitable encontrar un paralelo casi sin variaciones entre los personajes masculinos de estos films. La misma historia puede ser contada una y mil veces y no se agota. Ni siquiera cambia el punto de vista desde el cual cuenta la clásica historia de un hombre indeciso entre varias mujeres. Simplemente se depura el estilo, y la sencillez técnica y narrativa que conlleva esa depuración lleva a Rohmer a la excelencia. Algo muy poco común sucede con este director, que mientras más se aleja se hace más evidente, lo que refuerza la idea de la realización como una experimentación permanente, una investigación sin punto final.
Los personajes de sus películas hablan constantemente intentando explicarse a sí mismos, a modo de una reflexión compartida con el espectador, yendo y viniendo sin cerrar sus historias. Volviendo a comparar las tres películas citadas, en el final de cada una ninguno de los personajes logra ninguno de sus objetivos propuestos, quedan supeditados a su deambular, a seguir buscando. Ese es un elemento presente en las películas de Rohmer en general: los personajes inconclusos, en lucha permanente entre el deseo y la conciencia, y mayormente determinados por el azar, todo ello con gran sencillez narrativa y técnica.
vigencia atemporal
Poco es lo que trasciende de este director, ya que ha sido escasamente abordado por la prensa, salvo sus compañeros de Cahiers du Cinéma. Últimamente se advierte un cierto rescate de su figura debido al estreno sucesivo de dos de sus películas, y a la edición de un libro que compila sus notas, "El gusto por la belleza" (Paidós). Resulta gratificante comprobar hoy la vigencia de Rohmer, y aún más, su frescura a pesar de los años, esa capacidad de continuar viendo el mundo con ojos actuales, sin ese deje de nostalgia que se percibe en algunos directores de su generación. Quizás sea esa férrea voluntad por conocer el alma humana o quizás sea solo la suerte, lo que le ha permitido hacer que sus personajes sean atemporales, que condensen la experiencia del devenir cotidiano, y que cada espectador que se tope con una película de Eric Rohmer se vea en mayor o menor medida parecido a ellos.
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