Todo es efímero Encuentros (39)

13/10/10

Todo es efímero. Se lo repetía a menudo, -además de porque le gustara mucho la palabra-, como queriendo priorizarlo en el decálogo de su teoría general de la vida. Pero en la práctica de esa teoría, le dejaba perplejo una vez sí y otra también la fugacidad de las cosas, lo volátiles que le resultaban las vivencias en el tiempo.
Hoy había visto entre la gente, en una tienda del centro, a la persona con la que había compartido once años de su vida en un pasado no demasiado lejano. Y en ese momento le hubiera gustado encadenar en su cabeza una serie completa de hechos nítidos, ordenados y precisos de lo que fue toda su historia juntos, y sin embargo sólo acertaba a retrotraer imágenes de recuerdos –casi todos buenos, eso sí- sin ningún hilo coherente del que tirar, momentos desconectados unos de otros, sin lógica ni orden.
Se percató también, con una extraña sensación de desazón, de los escasos rescoldos de intensidad real que conservaba de miles de horas pasadas de forma íntima con aquella persona. ¿Qué valor tenía entonces el presente, se preguntó, ahora que sabía que ni los momentos más importantes de una vida quedaban con la firmeza suficiente y la claridad necesaria en nuestra consciencia? ¿Para qué preocuparse de enfermedades, ausencias, dinero o problemas de trabajo, si en un puñado de años serían sólo una sensación banal, una simple imagen asociada a un recuerdo seguramente tergiversado de lo que un día ocurrió realmente?
Alarmado y triste, pensó con todas sus fuerzas en sus abuelos, también en sus amigos de los veranos de su infancia y adolescencia… y nada. Todo era un gran agujero negro con tan sólo unos destellos de luz intentando aflorar a la superficie en forma de recuerdo solitario y lejano.
Nunca había tan consciente de la certeza de eso, de que todo es efímero, aunque siempre se lo había repetido para sí mismo, como un loro, para justificar la importancia de su preeminente puesto en su decálogo de la vida. x Lorién Sottonero

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