Jacques: poesía sin afeitar El arca del fanzinefable

27/9/11

Jacques: desgastado a la par que elegante, afligido pero cautivador. Anthony Reynolds vuelve a presentar en sociedad a su segunda personalidad trajeada tras su proyecto titular, el más exitoso y también dandy, Jack. x Fernando SoYoung / Translations: Laura Narfit & Ignacio Hangar. (Publicado en So Young#18, marzo de 2001).

A Anthony Reynolds se le puede considerar un personaje prolífico musicalmente hablando. Dos discos con Jack, dos discos con Jacques. Saber quién es quién se atisba tarea complicada y harto interesante. Los tres nos caen bien. “Jack es más elegante y maduro, como George Clooney con una bonita gorra. Jacques se parece más a un perverso Mr. Bean chupando un limón. Cada alma individual es parte de una más grande que se llamó Dios, y que hace tiempo explotó. Sin embargo, algunas almas provienen de diferentes partes de Dios, por ejemplo, las almas de las Spice Girls son parte de sus intestinos, o quizá de detrás de su rodilla. Jack proviene de la región del ojo y Jacques de cerca de la nariz.” Anthony es un tío interesante e inteligente, reservado e intuitivo, y en sus palabras se adivinan trasteros llenos de lanzas seductoras. Es un escritor con talento, pero su música tiene un tacto aterciopelado, un sabor exótico y amargo, un vaho de hermosura raída. Jacques puede parecer la válvula de escape de su grupo-hermano mayor, pero las canciones de “To Stars”, el segundo disco de Jacques tras “How to make love”, aún teniendo alguna semejanza con “Pioneer soundtracks” y “The jazz age”, los dos grandes álbumes de Jack, alcanzan un lirismo perturbador y una pasión melodramática excepcional. “’To stars’ ofrece el mapa de una región que atraviesa la esperanza y la desesperanza, el estar y no estar enamorado de la vida y de todo lo que la compone. Y también un cupón por valor de 10 dólares para futuras grabaciones de Jack”.


Botellas vacías

En este viaje al corazón de las estrellas, Reynolds sigue haciendo gala de una sofisticación exultante, de una fiebre urbana que sube a golpe de decepción amorosa. Canciones como “I won’t let you down”, “Blue party” o “London loves you” nos hacen imaginar fotogramas de pétalos marchitos, de habitaciones llenas de humo, de reanimadoras copas de vino vaciadas y reflejadas en tristeza contenida. Pero curiosamente, dos de las grandes canciones que brillan a una altura espectacular en “To Stars” son versiones. “Me encanta la sensibilidad pop de Abba, edificante y melancólica al mismo tiempo. 'The day before you came', sin embargo, me parece más oscura de lo habitual en ellos. Casi como una canción de Brel. El 'you' en el título podría estar refiriéndose al asesinato de un amante, o quizá la canción está escrita desde un punto de vista satánico y se refiere a la segunda venida del mesías. Tim Hardin escribe maravillosamente canciones concisas, cantadas con una voz brillante y vulnerable. También a mí me gustaría escribir canciones que expresaran todo lo que quieren decir en poco tiempo, pero mis canciones cortas parecen más bien fragmentos. Así que estas dos canciones son ejemplos de composiciones que me gustaría haber escrito pero no he podido hacer.” No son éstas, sin embargo, referencias que dibujen fielmente los contornos de Jacques. Y sí, quizá, maestros de la grandilocuencia vocal, instrumental e incluso orquestal de la talla de Scott Walker, Jacques Brel -“para simplificarlo te puedo decir que Scott Walker fue un gran cantante que escribió canciones idiosincrásicas. Brel fue un gran compositor que cantó canciones idiosincrásicas. Estoy más cercano al trabajo de Scott”- y, más cerca en el tiempo, Suede o Tindersticks. “estoy muy feliz y halagado de recibir el apoyo de algunas bandas como Suede, The Bluetones, etc., pero mientras ellos son indudablemente importantes para mucha gente, para mí no lo son. Les tengo consideración como personas antes que como fenómenos musicales.” El fenómeno Suede le rindió pleitesía al declarar que el mejor disco de 1996 fue el “Pioneer sountracks” de Jack, a lo que hay que sumar otra conexión con los de Brett Anderson, compartir dos veces gira por el Reino Unido.


Emitiendo en dual

A principios de la década pasada, un joven Anthony Reynolds viaja de Cardiff a Londres en busca de solución para sus pulsiones vitales y artísticas, pero no será hasta 1995 cuando el sexteto Jack entra en escena con el ovacionado single “Kid stardust” / “I didn’t mean it, Marie”, al que le siguió unos meses después su disco largo de debut “Pioneer Soundtracks”, todavía más alabado que los cuatro sencillos que le habían precedido. Y he aquí cuando entra en cancha nuestro anfitrión Jacques: a modo de cura de desintoxicación y distanciamiento de la repercusión de Jack, Reynolds se desmarca de sus compañeros y compone un álbum por su cuenta con la ayuda de Nick Currie, más conocido como Momus (“es un eterno joven, un diablillo sensible con un gran secreto en su interior”): “How to make love”. Tras él, vuelta al redil de Jack con el enorme trabajo “The jazz age” y nueva escapada de Anthony, ya en este año 2000, buscando y encontrando a Jacques, su alter ego francés. “Con Francia y en particular con París solamente tengo la conexión de que me encanta el lugar. Aunque no tengo familia allí, desde una edad temprana he sentido una conexión muy fuerte con este país, pero aun siendo consciente de que me encanta el sitio no sé cúal es la razón”.


Leña caída

Por los poros de Jacques también se olisquea un claro sabor a cine y a literatura, o más concretamente, se perciben horas de cine y literatura. En este aspecto siempre se ha advertido en Reynolds un influjo especial de autores como Bukowski o Henry Miller, mientras que su ascendiente fílmico tiene más que ver con un halo invisible –más en blanco y negro que en color- que circula por sus canciones. “Siempre pensé que nuestra música podría ubicarse muy bien en las películas de los hermanos Coen: boba, independiente, inquieta y sin ningún éxito comercial. ¿Literatura de hoy? Todos mis favoritos están muertos... aunque su obra es atemporal y por tanto inmortal”. En cualquier caso Anthony Reynolds refracta una imagen de tipo con clase, con poco dinero ahorrado y con muchos sueños por cumplir. Su aplastante sinceridad (“Setanta es un sello discográfico con una actitud muy flexible y comprensiva. Pero con unos diminutos, diminutos presupuestos”) y su alejamiento de los parámetros oficiales que el ‘star system’ exige a las estrellas (“si no estoy seguro de algo, como tocar en directo, detesto hacerlo en público”) le convierten en figura de culto que admite mucha alimentación-leyenda. Esperamos volver a saber de Anthony Reynolds, de Jack o de Jacques pronto, ya sea en persona o en obra. “Cuando voy a España bebo exclusivamente coñac. Ay!, no puedo recordar la marca. Recuerdo que es muy viejo, con un sabor como a roble que llena la cabeza con un éter genial y que le lleva a uno al propio centro del universo”.

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