25/5/12

Cuando Pete Kember decide formar junto a su compañero en la Escuela de Arte Jason Pierce un grupo con el que encauzar sus pasiones musicales (la Velvet, los Stooges, Suicide, MC5, el ahora tan manido krautrock...) a través de sus inquietudes psicotrópicas (el tándem compartirá desde entonces la costumbre de castigarse la vena con peligrosa asiduidad) comenzaba la historia de uno de los grupos más influyentes, más impactantes y (obvio era también) más incomprendidos en su momento. Kember se muta en Sonic Boom y junto a Pierce comienza a construir su universo particular. Recogen la intensidad de sus ídolos y la pasan por su caleidoiscopio conceptual. Aprovechan el feedback furibundo, abusan del repeticionismo, navegan entre mantras espaciales y se lanzan sin freno hasta el fondo de la pesadilla opiácea, de la urgencia febril, de la inquietud enfermiza por rastrear y descubrir.

Ya desde el primer momento Spacemen 3 son básicamente Boom (guitarras y voz) y Pierce (guitarras) quienes comparten las tareas de composición y alrededor de ellos irán pululando a lo largo de la historia del grupo otros integrantes con los que establecerán una relación más o menos duradera pero nunca definitiva, si bien sí esencial a la hora de marcar toda la descendencia bastarda del grupo matriz.
Tras editar el EP "Transparent radiation" (¡tremendo!) en 1987 aparece "The perfect prescription" (Glass, reeditado por Fire). Comenzando con el enjambre ruidoso de "Take me to the other side", seguida de la oración celestial semiacústica "Walking with Jesus", la pausada caricia desesperada de "Ode to street hassle" o la hipnosis astral de "Ectasy symphony", el nuevo trabajo muestra parte de las posibilidades que en el grupo ya se adivinan. Aparecen los teclados envolventes, los mantras tortuosos, los estados catárticos a caballo de pasajes zumbantes y convulsiones terrenales. Todo un paseo a través de estados de ánimo ensombrecedores, de desesperación enloquecida, de agria incomunicación, de aislamiento psicótico y lucidez maníaca.

Las tormentas sónicas que los de Rugby descargaban sobre las tablas tenían que tener un testimonio para así dejar ver la enervante psicosis que lograban construir delante de un público totalmente entregado a la excursión interestelar. Así aparece en 1988 "Performance" (Glass, reeditado por Fire), único testimonio oficial del grupo en directo (existe buena muestra de su locura en vivo en discos no oficiales).

Pero la convivencia, cuando la fama llega, la heroína sigue atándote en corto y comienzan a crearte desde fuera problemas de liderazgo hasta entonces inexistentes, puede hacerse de lo más dura. Cuando entran a grabar su testamento discográfico ya
son claramente dos mitades irreconciliables. "Recurring" (Fire, 1991) se plantea ya como dos discos en uno. Una mitad de Kember, otra de Pierce. Dos prismas bajo los que alentar una (otra) obra maestra, otro trabajo redondo. Boom (extraño en él) parece que busca la luminosidad, la tentación de la falsa alegría, de la sospechosa felicidad ("Big city" abre el disco de una forma contagiosamente naif, elegantemente superficial y animada y "I love you" revolotea juguetona y colorista) mientras que Jason se lanza de lleno a su visión más espiritual y profunda ("Hypnotized" y "Sometimes" resumen y engrandecen gran parte de sus pulsiones sonoras).

Lo que después vino, es historia aparte. De Spacemen 3 derivaron (no podía ser de otra forma) parte de las aventuras más atractivas de fin de siglo (Spiritualized, Spectrum, Sonic Boom en solitario, Experimental Audio Research) y propuestas no poco interesantes a partir de los "spacemen" secundarios (Darkside, Slipstream) pero eso ya es otra historia. La huella indeleble de Spacemen 3 seguirá presente, en el cuarto oscuro de los sueños malditos. x Javier M. Carpi. Publicado en So Young#16, mayo de 1999.
0 comentarios:
Publica un comentario
Si te gustó esto, quizás te guste...