Terrence Malick: Callejuelas del cine

16/10/17

“Las cosas vienen y van. Nos sentimos felices y extasiados, y horas después, sentimos la pena más grande...” (Patti Smith en “Song to Song”)

Caminamos por las grandes avenidas y plazas del cine, muy transitadas, con un ir y venir de ideas que se repiten, que parecen un bucle. No nos desviamos, o lo hacemos raramente, y en general son fugaces salidas a otras calles también transitadas.

El cineasta, demiurgo, es también a veces guionista, y el guion es muchas veces un muro, un tabique, un escrito marcado ante el cual el actor puede poner su oficio (lo que ya es bastante), pero en el cual su voz propia queda limitada.

Terrence Malick es un cineasta en una búsqueda imposible, una búsqueda desesperada por aprehender algo escondido dentro de la realidad. En los últimos años ha contado con la enorme ayuda del gran cinematógrafo Emmanuel “Chivo” Lubezki, repetidas veces ganador del premio Oscar. En su larga caminata, Malick se ha desviado de la dictadura de las grandes avenidas comerciales del cine, se ha internado en callejuelas y callejones sin salida, pintorescas, a veces fascinantes. Retrocede, vuelve a desviarse, siempre intentando encontrar algo, algo más allá de la imagen cinematográfica.

En “Knight of Cups” lo ha hecho caminando con Christian Bale, o en “Song to Song” lo hace con Rooney Mara, inquieta soñadora que se apodera de la película, película que se desvía progresivamente de otros personajes, como el aterrador Michael Fassbender o la aterrada y terriblemente sola Natalie Portman, incapaz de escapar a esa incomunicación, a esa maldición. En “Song to Song”, la caminata lleva a Malick a su tierra, Austin, que recorre encontrándose con músicos y actores, fugaces como Iggy Pop, o que de repente se apoderan de la película, como Patti Smith.

En el cine digital las posibilidades son ilimitadas; horas y horas de material de Lubezki esperan la tijera de Malick. La filmación no se detiene ni siquiera al cambiar de localización. El peligro es la dispersión. No hay protagonista en el cine de Malick. Todo es fugaz; se distrae y filma a un escarabajo, a una mariposa, la tierra que pisamos. Malick habla con los actores, como con Natalie Portman, que desea convertirse en cineasta: “Haz las películas según tu estilo y no dejes que nadie te diga que necesitas tres actos. Haz cine tal y como experimentas la vida.

Los actores reciben apenas una tarjeta con una idea o sugerencia de un ánimo o un diálogo. Se convierten en partícipes del juego (no están atrapados por él). Ese Juego del Cine de Malick está pues invadido también del peligro en la dificultad de la comunicación, en la posibilidad del silencio.
En las bandas sonoras, en las músicas presentes en “The tree of life”, “To the wonder”, “Knight of Cups”, “Song to Song” o “Voyage of time” Malick adquiere su auténtica presencia como cineasta, así como en constantes voces en off y un montaje desesperado por encontrar su cine.

Pero ojo, estamos en el cine, en la magia. Lo banal, la mariposa que aletea, el coche en movimiento, la juventud y belleza de Fassbender, Gosling, Portman o Blanchett es frágil. Extremadamente frágil. En cualquier momento puede romperse, como una pieza de porcelana. x Sergio Casado

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