13/1/13
En un hipotético pase de modelos en el que en lugar de esbeltos seres humanos desfilaran esnobs cascarrabias, yo podría ser un perfecto y cotizado modelo de pasarela. Lo reconozco sin paliativos: no puedo soportar el ruido de palomitas, el ruido continuado de toses, de móviles, las risas a destiempo, incluso la respiración, en el cine.
Una vez reconocida esta anomalía personal, hay ocasiones en las que hasta la más paciente de las personas bondadosas perdería la tranquilidad y la concentración. Ayer -no acostumbro a acudir al cine los fines de semana y los miércoles, pero a veces me salto la norma confiando en la mejoría de la educación del ser humano moderno, craso error siempre- fui a ver "Amor", la alabada película del retorcido director austriaco, nacido alemán, Michael Haneke (el director perfecto para un esnob cascarrabias), una obra cuyos protagonistas son dos ancianos, en la que apenas hay música y sí mucho silencio y mucho dolor tácito, y en el que además de amor, se respira decrepitud y muerte como conceptos básicos.
Al lado me tocó a un señor cuarentañero, con una barriga de esas que, no es que no se vea la picha cuando mea, es que no se ve ni las manos que la sujetan. Por supuesto, llevaba un cubo de palomitas tamaño XXL que, por lo que pude constatar en todo mi radio de acción visual del cine, que estaba a rebosar, era el único de toda la sala. Aderezado con un vaso XXL de cocacola con bien de hielos que, curioso, nunca se derriten. Por su sobrepeso galopante, su respiración era desacompasada y agitada, sonora, en una palabra. Hasta aquí, la parte del esnob cascarrabia tipo.
A partir de aquí, y a partir de la primera media hora de película, el horror. Ante su evidente aburrimiento, empezaron los comentarios despectivos por lo bajini-no-tan-bajini, las consultas de la hora a su acompañante, las palomitas que no se acaban nunca, los hielos que chocan una y otra vez unos contra otros, otro comentario lamentable y atroz acerca de la anciana protagonista de la película, ahora que me muevo hacia la izquierda, ahora hacia la derecha, ahora que me despanzurro lo que la tripa me deja, en el asiento. Cualquiera al que le estuviera gustando la película, o simplemente la respetara, se hubiera convertido a la religión esnob cascarrabia gracias a este desagradable espécimen.
Seguramente las recientes nominaciones a los Oscar de esta película, y el escueto y amable título, llevó a error a algunas personas que quizá esperaban ver la última comedia de Jennifer Aniston. En todo caso, fue un sufrimiento estar viendo una película así, en estas condiciones. Me hubiera gustado decirle a mi vecino de butaca un 'váyase señor palomitero', con la peor entonación aznarina posible, con seguridad ambos habríamos sido más felices esas dos horas de nuestra vida.
Una pregunta me surge para finalizar esta diatriba: ¿por qué, aunque recientemente haya acabado de comer, de merendar, de cenar, aunque no tenga ni pizca de hambre, la gente se pone hasta arriba de palomitas en el cine? ¿alguien come palomitas en otro sitio? ¿qué tendrá esta roseta de maíz tostado y reventado, asociado al cine, que no tengan otros frutos secos u otros alimentos de picoteo? x Fran Dolz Peone
5 comentarios:
Prejuicios con las personas de 40 años: MAL = Snob cascarrabias.
Dicho esto, totalmente de acuerdo con la mala suerte de tener como vecino de sala a un individuo así; los hay a puñados (gordos o no gordos, pijos o no pijos..etc. que más dá! son lo peor!) y yo siempre me pregunto que leñes hacen viendo pelis así, que ni idea de lo que entran a ver (al menos alimentan el 7º arte de mala manera)y salen sin saber qué han visto. Valiente desgracia para los que queremos ver cine de calidad.
La peli me dá cosilla verla, creo que es muy dramática y ultimamente estoy sensibiliona, ya me dirás que te pareció. Las palomitas están ligadas al cine. Cuando huelo a maíz reventado y salado, huelo a cine y no me digas porqué y entonces me entran ganas de meterme a una sala a ver una buena peli. Qué cosas!
Hola. Lo del cuarentañero era una descripción, no un prejuicio. Podía haber sido un treintañero escuchimizado o un cincuentón peludo, pero esa era su edad: entre 40 y 49.
Saludos
Al cuarentañero que te tocó en suerte en el cine, el apelativo de señor se lo pondrías por sus dimensiones anatómicas, porque de señor no tenía nada. Su comportamiento podría catalogarse con la ganadería porcina.
Último intento
Sin problemas Fran Dolz, lo entendí como un prejuicio. Me ha encantado tu actualización pues es una verdad como la vida misma, para desgracia o no de los que amamos ir al cine.
Un saludo para tí también!
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