26/12/16
‘Muere en extrañas circunstancias’. Extrañas, no aclaradas, misteriosas, inexplicables... da igual el matiz, el caso es que la coletilla, vinculada a la noticia del deceso de quien corresponda, me llamó la atención ya desde la primera vez que la leí, de bien crío.
Giro lingüístico sin duda con la capacidad de envolver el suceso con cierto halo romántico (hablo de Romanticismo como la corriente cultural que fue, no de Corín Tellado), arcano y enigmático, uno pensaba que, puestos a morir, podía ser incluso interesante y atractivo pasar a mejor vida de esa manera...
Y todo esto viene al caso de que, a fecha lunes veintiséis de diciembre de dos mil dieciséis, poco antes de que se cumpla la novena hora del día, escucho en la radio que George Michael ha dejado el mundo terrenal precisamente rodeado de los interrogantes varios propios de la situación suprascrita. Lo cual no quiere decir que cuando usted, amable lector, se acerque a estas líneas, ya se hayan despejado dudas al respecto y todo quede más prosaico...
Un año malo, como bien sabemos, éste que termina, salpicado por la desaparición de toda una pléyade de insignes artistas simpar que no hace falta recordar (o quizá, si se me permite, mencionar a Glenn Frey, por quedar seguramente eclipsado en esa infausta lista), por lo que muchos periodistas que harán referencia a esta extraña crueldad de 2016 en uno de tantos informes de resumen y balance del año que la dictadura del calendario gregoriano impone, se verán obligados a alargar el final por mor de esta noticia, o a cambiar la guinda al macabro texto.
Seguro que también alguien se hará eco de que el bueno de George haya ido a expirar precisamente en Navidad, lo relacionará con la inmortal ‘Last Christmas’ y aprovechará para glosar sobre la existencia de las causalidades y las casualidades, si bien no es ése el objetivo de este escrito, ni tampoco el de repasar la figura de este artista, como ya se encargarán de hacer otros hasta cansarnos estos días. Se trata únicamente de, tal como hizo una compañera en su día con Prince en este mismo lugar, obtener un pequeño desahogo visceral, de expiar en forma de despedida lo que no es sino una insignificante y nimia punzadita en el córtex, pero que, en realidad, no deja de esconder que se trata de otra evidencia más que por pequeña y tontorrona que sea no deja de llevarse algo de tu vida y de que tu tiempo se está yendo, lenta pero irremediable e inexorablemente.
Recordar Wham y sus superhits, la anécdota de la que surgió la duplicidad del ‘go go’ en ‘Wake me up before you....’, el peinao imposible de aquella época, Careless Whispers, la disolución del grupo, el I want your sex u otras letras más trascendentes como 'Older' o 'Father’s figure', la naturalidad con la que reclamaba el derecho a pasarlo bien (hablamos de sexo y drogas), sus cojones reconociendo lo que había sufrido por amor a otro hombre, el dueto con Aretha Franklin, su vis solidaria...Y dejar para otro momento sus depresiones, problemillas con la justicia, decadencia artística (lo pasé sinceramente mal viéndolo interpretar –es un decir, porque lo berreó- 'Freedom' en la clausura de Londres 2012).
En fin, lo bueno de esta gente es que es cierto lo que dicen, de alguna manera viven a través de su obra, mucho más de lo que podamos vivir los demás únicamente en un recuerdo etéreo y menos intangible que, por ejemplo, una canción.
Adiós George. x Atreyu
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