12/2/17
"El objetivo de la fiesta es hacernos olvidar que somos seres solitarios, miserables y condenados a morir; en otras palabras, evitar que nos convirtamos en animales. Por eso el hombre primitivo tenía un sentido festivo muy desarrollado. Un buen sahumerio de plantas alucinógenas, tres tamboriles y ya está: cualquier tontería lo divierte. Por el contrario, el occidental medio solo llega a un éxtasis insuficiente después de interminables fiestas tecno de las que sale sordo y drogado: no tiene sentido festivo alguno. Profundamente consciente de sí mismo, radicalmente ajeno a los demás, aterrorizado por la idea de la muerte, es completamente incapaz de cualquier exaltación. La pérdida de su condición animal lo entristece, le produce vergüenza y despecho; le gustaría ser un juerguista, o al menos hacerse pasar por tal. Menudo marrón".
"Finalmente, una perspectiva consoladora: con ayuda de la edad, la obligación de la fiesta disminuye, la inclinación a la soledad aumenta; se impone la vida real".
"No me parece aburrido repetir hasta el infinito las cosas que me gusta hacer. Incluso diría más: la verdadera felicidad está en la repetición, en el perpetuo nuevo comienzo de lo mismo, como en la danza y en la música, como por ejemplo en 'Autobahn' de Kraftwerk. Con el sexo es igual: cuando acaba, nos gustaría empezar otra vez. La felicidad es una costumbre..."
"Lo terrible es hasta qué punto ya no se puede decir nada... Nietzsche, Schopenhauer y Spinoza no serían aceptados hoy. Lo políticamente correcto, con la magnitud que ha adquirido, hace inaceptable casi toda la filosofía occidental. Hay cada vez más cosas sobre las que es imposible pensar. Es aterrador".
"No me gusto. Siento poca simpatía y aún menos aprecio por mí mismo; además, me encuentro poco interesante. Hace mucho tiempo que conozco mis rasgos principales, y he acabado hartándome de ellos. De adolescente, incluso de joven, hablaba de mí mismo, pensaba en mí mismo, estaba, por así decir, totalmente imbuido de mi propia personalidad, pero ya no es el caso. Me he ausentado de mis pensamientos, y la mera perspectiva de tener que contar una anécdota personal me sume en un aburrimiento rayano en la catalepsia".
"Ahora leo un poco menos a mis contemporáneos, más bien releo; es normal, estoy envejeciendo. También sé que seguiré leyendo hasta el día de mi muerte; puede que deje de fumar, seguro que dejaré de hacer el amor, y la conversación con los demás perderá interés; pero no puedo imaginarme sin un libro".
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