26/3/17
Casi todos los que hayan abierto esta página y estén leyendo estas líneas tendrán alguna experiencia personal relacionada con Los Planetas. Con más o menos cercanía, con más o menos simpatía. Yo, claro, tengo las mías, casi todas relacionadas con actuaciones en directo (de La Piedra de Blarney a Benicàssim, pasando por El Rincón de Goya), aunque también con sus ya lejanos comienzos o con determinadas canciones y letras.
A partir del cuarto disco -o, también podría decir, en el siglo XXI- no he sido un seguidor incondicional de sus discos, no he estado esperando con impaciencia sus nuevas canciones. En cambio, en esta ocasión sí estaba con muchas ganas de escuchar "Zona temporalmente autónoma", y supongo que era por las tres canciones que había escuchado previamente a la publicación del disco. Tres canciones muy diferentes entre sí, pero a cuál mejor. Primero fue "Espíritu olímpico", con esas guitarras reluciendo con una limpieza inmaculada y una efectividad melódica muy certera. Después "Islamabad", larga y densa, pero que crece y crece cada vez que la escuchas. Te pierdes en ella. Y por último, "Porque me lo digas tú", que es lo contrario a "Islamabad", corta y sencilla, tanto que se acerca a la perfección pop planetera en música (ese violín...) y letra. Las dos inmensas en sus polos opuestos.
Y luego el disco nos deja otras pequeñas cumbres nevadas de esa extraña tristeza que inoculan J, Florent y compañía en sus canciones. Es lo que ocurre con "Una cruz a cuestas" y su poso melancólico -al que contribuye decisivamente la voz de Soleá Morente y un muro de ensoñadoras guitarras shoegaze a lo Slowdive-, que no querrías que terminara nunca. Unas guitarras que siguen brillando y teniendo un protagonismo estelar en la épica fantástica de "Seguiriya de los 107 faunos". "Soleá" saca a relucir esa esencia andaluza que pulula por el disco, quizá con menor presencia que en discos precedentes. "Hierro y níquel" no es hit, pero es de esas canciones a las que les coges un cariño especial (otro dardo de letra) y acaba siendo de las predilectas de una forma algo enigmática.
Cuando empiezo a escuchar "Libertad para el solitario" (yo no le temo a la muerte, le temo más a la vida porque no sé cómo voy a acabar) me parece que la vayan a arrancar cantando the boy with the thorn in his side. Y, como pasa con "Hierro y níquel", es otra canción que también cala lenta pero inexorablemente. "Zona autónoma permanente" es otra delicia de pop romántico marca de la casa (marcharnos a disfrutar las vacaciones de verano a una casa junto al mar, y subirnos en el tejado para mirar las estrellas, y pasarnos la noche amándonos). "Amanecer" y "Hay una estrella" muestran a unos Planetas más pausados pero no por ello menos intensos, la primera con unos bonitos arreglos de cuerda, la segunda sacando con nota una vena acústica a las que no nos tenían acostumbrados.
Las que menos me gustan del disco, tras unas cuantas -no pocas- escuchas, son "Ijtihad", "La gitana" y "Guitarra roja", pero mi cómputo global es que, en más de dos tercios del disco, Los Planetas se balancean entre el notable y el sobresaliente, algo meritorio pues en este disco son generosos en número de canciones y en minutaje (14, más de una hora de música).
Siete años después de su anterior disco largo, merece la pena adentrarse de nuevo en el etéreo cosmos en el que fluctúan Los Planetas. Las bazas ganadoras del disco son mis preferidas de toda la vida: su vertiente pop, el magnífico sonido de guitarras que han depurado, y sus letras, tan reconocibles hoy, ayer y siempre. Recordando lo mejor de antaño y saboreando su buena forma casi 25 años después de "Mi hermana pequeña". Ahí es nada el mérito y el logro. x Fernando SoYoung
2 comentarios:
Yo estoy muy dentro.
hay un himno soterrado, el que da titulo al disco. Tremendo
Cierto bbeto
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