6/12/19
"Maeztu era un impulsivo. Creo que un psiquiatra le hubiera considerado como un esquizofrénico, y a mí como un maníaco-depresivo. Claro que no hay que buscar gentes completamente normales entre personas que se dedican a actividades tan poco productivas y prácticas como la literatura y la filosofía. Todos tienen su tara. Son inadaptados, antisociales, vanidosos, etc., etc.
La última vez que vi a Maeztu fue en el tren. Era no recuerdo si a final de 1935 o a principios del 36. Había ido yo a Vitoria. Al ir, me encontré en la estación con Unamuno, y al volver, en el vagón, con Maeztu. Si lo hubiera sabido los hubiera huido a los dos, y probablemente ellos hubieran hecho lo mismo conmigo.
A Maeztu hacía ya doce o catorce años que no lo veía. Hablamos; él contó algunos viajes que hizo por América; yo hablé de Vitoria y de Álava. En esto, entraron dos señoritas en el vagón a que Maeztu les pusiera su firma en un álbum. Luego vinieron otros dos.
-Hay popularidad -le dije yo.
-¿A usted no le piden autógrafos? -me preguntó Maeztu.
-Poca cosa.
-¿No tiene usted público?
-Sí; tengo un público secreto, como diría Unamuno -contesté yo.
-¿No le importa a usted gran cosa la indiferencia general?
-Según.
-Siempre en las nubes.
-No busca uno sus realidades. Respecto a usted no sé si recordará que yo le dije, hace muchísimos años, que acabaría usted siendo político, y es natural su popularidad.
Él no contestó, y al despedirnos en Madrid lo hicimos un tanto fríamente".
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