26/2/20
Publicado en el número 211 de la revista Mercurio, "Peligros mudos" es un artículo de Paco Cerdà, periodista, editor y autor de "Los últimos. Voces de la Laponia española" (Pepitas de Calabaza, 2017).
El silencio es peligroso. Invita a pensar.
Incluso a pensar demasiado.Y todos los
peligros, individuales o colectivos, nacen
justo ahí.
El silencio es un
refugio protector en la gran ciudad. En el
metro, en el autobús. En el ascensor. Espacios
llenos de gente por metro cuadrado
y, sin embargo, anegados de un clamoroso
silencio.
Falso silencio. Es el que ha brotado en
nuestras vidas. Gente callada, en aparente
silencio, mira absorta su breviario de
bolsillo y pasa las yemas de los dedos por su única página de vidrio. Parecen mudos,
ausentes. Pero no están en silencio.
Hablan, conversan, opinan, comparten,
insultan. Continuamente, sin parar. Casi
cuatro horas al día. Sin mover un músculo
facial. Sin abrir la boca. Nunca un silencio
peor entendido.
Hubo otra clase
de silencio: más duro, pesado, doloroso.
EL silencio de visitar la escuela cerrada
de Bubierca, que en un siglo ha pasado
de rozar los 900 habitantes a tener solo
veinticinco habitantes reales. En silencio
la pizarra gastada, las bajitas sillas
marrones de los alumnos, montadas unas
sobre otras, los mapas enrollados sobre el
armario que aún custodia el viejo material
escolar: ejemplares amarillentos del
Heraldo de Aragón de los años setenta
y ochenta, más mapas y muchos libros
escolares antiguos. Ese silencio zarandea
el alma y resulta insoportable.
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