19/6/20
Se diría que uno de los objetivos de Woody Allen al escribir este libro ha sido desmitificarse a sí mismo. Decepcionarnos a los que le admiramos dejándonos claro que él no es ese intelectual genialoide de gustos inmaculados, no es el gurú del cine y la escritura del siglo XX que muchos creemos que es. Y a mí, aunque lo intenta concienzudamente, no me convence de ello. Alguien que idolatra a Tennessee Williams e Ingmar Bergman no puede ser un botarate.
Otro de los objetivos, está claro, era aclarar, dando su versión de los hechos, todo el asunto del supuesto abuso de su hija menor, hecho que nunca fue probado. A ello dedica un enorme puñado de páginas que, si bien al parecer era lo que muchos de los potenciales compradores del libro querían leer, a mí me cansa sobremanera debido al sinfín de nombres y situaciones detalladas. Pero es comprensible, una vivencia de este calibre podría hundirle la vida a cualquiera, y esto, al fin y al cabo, es una biografía, no un desglose de chistes y películas.
Por lo demás, "A propósito de nada" es lo que se podía esperar. Que era mucho. Un libro escrito con humor e ironía por todas partes, y en donde el autor cuenta anécdotas, pinceladas más bien, de todas sus películas. 84 años tiene ya Woody Allen, un director que ha hecho casi una película por año sin recibir ni una sola imposición de la industria, creando un estilo absolutamente propio y personal. Fue, es y será uno de los más grandes del cine. x Fernando SoYoung
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Puedo afirmar, sin temor a equivocarme, que mis padres jamás vieron ninguna obra de teatro ni visitaron ninguna galería de arte ni leyeron ningún libro.
Me las arreglé para terminar siendo inquieto, temeroso, siempre con los nervios destrozados, con la compostura pendiendo de un hilo, misántropo, claustrofóbico, aislado, amargado, cargado de un pesimismo implacable.
Dada mi opinión totalmente deprimente sobre la condición humana y lo dolorosamente absurda que esta es, ¿por qué seguir adelante? Finalmente no logré encontrar ninguna razón lógica para explicarlo y llegué a la conclusión de que, sencillamente, los seres humanos estamos programados para resistirnos a la muerte. La sangre es más fuerte que el cerebro.
"Qué tal Pussycat?" había sido un gran éxito; me dijeron que se había convertido en la comedia más taquillera hasta el momento. La correlación entre las películas malas y el éxito de taquilla es un enigma que la física aún no ha logrado dilucidar.
Era evidente que tenía ojo artístico. Se nota por la manera en que se viste, que marca tendencia si uno piensa que prenderse la garra de un mono muerto con un alfiler en la solapa del jersey es chic. Digamos que Keaton siempre se ha ataviado con una cierta imaginación excéntrica, como si su asistente de compras fuera Buñuel.
En poco tiempo ella se vino a vivir conmigo, primero a mi viejo apartamento, luego a un hotel, mientras yo esperaba que terminaran las reformas del ático. Quería una barra, aunque no bebo, y dos licoreras para poder ofrecerles whisky escocés o brandi a amigos que tampoco beben.
Trato de no mirar nunca atrás. No me apetece vivir en el pasado. No
guardo recuerdos, ni fotos de mis películas, ni pósteres, ni órdenes
de rodaje u hojas de llamado, nada. Para mí, cuando una
película está terminada, está terminada. No intentes seguir sacándole
provecho, pasa a otra cosa. Mi trabajo con "Annie Hall"
estaba concluido, había quedado en el pasado, y en el momento
en que se entregaron los Oscar, yo ya estaba pensando en cualquier
otra cosa.
He ahí otro dato sobre mi supuesta inteligencia: mi absoluta
falta de curiosidad. No tengo ningún deseo de ver el Taj Mahal,
la Muralla China y el Gran Cañón. No quiero visitar las pirámides ni pasearme por la Ciudad Prohibida.
Yo nunca iba al campamento, lo odiaba, y
lo intenté solo una vez durante un día. Te lo vendían como si
fuera Shangri-La, por lo que me apunté comoo monitor junior,
tomé el tren hacia el norte, evalué la situación instantáneamente
y llamé a mi padre para que viniera a recogerme.
Con los años, mis seres queridos me han dicho que soy una persona
crónicamente insatisfecha, y es cierto que siempre prefiero estar
donde no estoy.
Jamás pensé que tener hijos biológicos sería un favor para
ellos, traer niños a este mundo. Sófocles decía que no haber nacido
puede ser la mayor de las bendiciones.
Yo no duraría una semana en un campo de concentración sin mi
esponja de baño. Soon-Yi, por el contrario, en dos días tendría a
la Gestapo llevándole el desayuno a la cama.
Yo veía la vida como trágica o cómica dependiendo del nivel
de azúcar en la sangre, pero siempre la consideré un sinsentido.
Me sentía como un trágico encerrado en el cuerpo de un monologuista
humorístico.
A mí me parece que la
única esperanza de la humanidad reside en la magia. Siempre he
detestado la realidad, pero es el único sitio donde se consiguen
alitas de pollo.
Ser misántropo tiene su lado bueno: la gente nunca te desilusiona.
No creo en un más allá y realmente no veo qué importancia pueda tener que la
gente me recuerde como un cineasta o como un pedófilo o que
no me recuerde en absoluto. Lo único que pido es que esparzan
mis cenizas cerca de una farmacia.
Trabajo todo el día
o, si no, al menos una parte de cada día de la semana. No porque
sea un adicto al trabajo, sino porque eso me evita tener que enfrentarme
al mundo, uno de los escenarios que menos me gustan.
Cuando por fin termina el rodaje, las personas
con las que has trabajado tan intensamente, día y noche, durante
meses, se van cada una por su lado, y todas se sienten tristes y
vacías y se prometen amor eterno y manifiestan grandes deseos
de volver a trabajar juntas. Por lo general yo me despido del reparto
con un apretón de manos en lugar del más vistoso beso en
la mejilla o el presuntuoso beso en ambas mejillas que se estila
en el extranjero. A la mañana siguiente, toda esa emoción e intimidad
se han evaporado y algunos ya han comenzado a hablar
mal de los otros.
Realizar películas me
gusta, pero si no hiciera ninguna más, no me molestaría. Me
contento con escribir obras de teatro. Si nadie quiere producirlas,
me contento con escribir libros. Si nadie quiere publicarlos, me
contento con escribir para mí, confiado en que, si están bien escritos,
algún día se descubrirán y se leerán; y si están mal escritos,
lo mejor es que no los lea nadie. Para mí es completamente irrelevante
lo que ocurra con mi obra cuando yo no esté. Sospecho
que después de mi muerte casi nada me pondrá nervioso, ni siquiera
ese ruido irritante que hacen los vecinos con su soplador
de hojas.
2 comentarios:
Coincido totalmente contigo en tus comentarios . Estoy de acuerdo que la parte en la que relata su problemas con Mia Farrow se hace demasiado larga, pero yo también empatizo con el. Por otro lado, aspectos que comenta y que sin decir demasiado dice mucho de su inteligencia.
- Quita importancia a la labor del director y comenta en varios momentos que “lo más importante de una película es el guion”
- Valora profundamente la labor de sus actores y demuestra una profunda seguridad en sus historias. Había alguna actriz fetiche como Judy Davis, de la que decía que prácticamente no cruzaron una palabra en varias películas porque era tan buena que NO HACIA FALTA.
GENIAL
Te guste o no su cine, nadie puede dudar de que Woody Allen es uno de los directores más personales y excepcionales de lo que llevamos de historia de cinematografía.
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