"Al semicentenarismo con Soyuz" o "Las reflexiones de un neoquincuagenario desesperado que ni quiere ni puede creérselo"

7/8/20

‘No logro acostumbrarme aún a ser adulto’ EUDLF

Qué malo es empezar a hablar o escribir con un ‘no soy sospechoso de…’, porque se te está viendo ya el plumero de que lo estás haciendo no es otra cosa que preparar el terreno descargándote de la responsabilidad sobre lo que luego vas a soltar. Pretendiendo irte de rositas… Pero en este caso, y en lo que respecta a este abajofirmante (hispanoparlante, cabezapensante y decuerpopresente) es cierto. No me siento sospechoso por denostar ahora el paso del tiempo por mor de la llegada al semicentenarismo cuando viene de lejos mi aversión a las servidumbres de las fronteras temporales creadas artificialmente, a las que nos sometemos sumisos y autómatas sin remisión; o a la dictadura implacable del calendario gregoriano, otrora juliano.

Este mismo espacio, en el que me siento en casa, nació –artesanal y materialmente físico- hace veintitantos años como So Young, una desiderata explícita en dos palabras más allá del guiño a Suede y de que luego la denominación deviniera en Soyuz por otra clase de guiño, esta vez endógeno.

So Young, toda una declaración de intenciones y toda una demostración de consciencia de estar disfrutando de la juventud y sus placeres… (me acojo a la descripción del sustrato original de este lugar en la entrada de hace algunos años ‘Mentiras, chorradas, eufemismos y similares respecto a los no tan jóvenes’, donde se remarcaba el espíritu joven como subyacente y seña de identidad…) pero también de que, por definición, se te escurre de las manos de forma inexorable. Y empiezas a bromear sobre ello, todavía con la insolencia de ver su fin tan lejano como imposible en tu cabeza… cumples veinticinco y se te ocurre la chorrada de que te conviertes en semicincuentón, hace gracia y la vas metiendo en los números redondos subsiguientes, así a los treinta semisesentón, a los treinta y cinco semisetentón… y poco a poco se va acercando el abismo, o lo que te lo parece, y lo sabes, y está ahí ya a golpe de vista no muy lejana con apariencia de monstruo gigante y pesado que activa con parsimonia sus mecanismos para volverse hacia ti y buscarte la mirada… que rápidamente esquivas, y el leviatán detiene su ademán con tranquilidad y flema, con media sonrisa, sabiéndose vencedor eterno…

Y por mucho que lo sepas, no hay forma de prepararse para ello, igual darían veinte años de intento de mentalización que dos meses, no es posible estar preparado para mirar a la cara del abismo sentado ya en su borde.

…Con cuarenta eres semioctogenario, y el chiste ya va gustando menos… con cuarenta y cinco seminonagenario… y en este punto ya anticipas que con cincuenta serás semicentenario y, salvo consulta gorda a la RAE se acabarán los chistosos ‘semis’ lingüísticos… Y empezarás a comerte la olla de mala manera y a ver cosas raritas o acuñar nuevos términos derivados de la extrema situación. Tipo ‘espejos amigos’ y ‘espejos hostiles’. Por lo que sea hay espejos en los que te ves mejor que en otros (ojo también cuando dejen de serlo), ya sea por cuestión de luz, situación o vete a saber, pero es así, y normalmente cuando más lo necesitas te enfrentas a uno hostil, en el que no hay forma de ensayar un rictus decente al que acogerte antes de abandonarlo derrotado y exponerte de nuevo a la vida ahí fuera.

O el concepto del ‘cerebroshop’ como versión interiorizada o trasunto del convencional ‘photoshop’, cuando te ves casi indefectiblemente mejor que la media común, con cierto atractivo si cabe y está afinado el programilla dentro de tu cabeza; o cuando en First Dates ves imposible que esa persona que sale sea de tu edad porque parece del orden de entre diez y quince años mayor que tú; o cuando te hace correr a Google enloquecido para saber la edad de unos y otros sospechosos todos de ser coetáneos indignos –piensas- de tu generación (y alguno va y es hasta más joven)…

Por no hablar de pensar en el horrible momento que tiene que ser cuando llegue el día de salir una noche y ser invisible, que no te miren siquiera fugazmente ni los dogos, y de fijo, experiencia tanto más dura cuanto más visible pudieras haber sido en otro tiempo.

Y la autodefensa sigue siendo tan clave como mentirosa… para lo que apelo de nuevo a la entrada de Mentiras…., cuya esencia tampoco necesitará ser muy adaptada a versión 2.0 ó X.0. Te quieres acoger a que sigues teniendo ganas de ir a conciertos, de pasarlo bien, de estudiar cosas nuevas, de sentir la vida en definitiva y dejarse sorprender por ella si hay suerte, que a veces la hay… pero el bicho con su mecanismo pesado está ahí, y oyes cómo se pone otra vez en marcha y acaba mirándote, socarrón, divertido casi diría, siempre gana.

Aun así sigues cerrando filas y achicando espacios, muy ordenadito y disciplinado, catenaccio puro, hasta Maguregui se te aparece para aconsejarte y que si hace falta patalees, que las tarjetas están para eso… Así que coges y te acuerdas de tu abuelo y te dices convencido que él con cuarenta ya aparentaba sesenta y que eso ahora es impensable, que los treinta, cuarenta, cincuenta… de ahora son otra cosa, que las generaciones ahora son otra cosa en definitiva: los cuarenta los nuevos treinta, los cincuenta los nuevos cuarenta… y así… jajaja, no sé decir, puede que ciertamente haya diferencias notables y la evolución de los tiempos sea positiva en este sentido, pero me da que mi propio abuelo también tendería a pensar lo mismo cuando miraba a sus predecesores…

En fin, el caso es, como en el reciente y cansino estado de alarma, sentirse en permanente estado de prórroga de la prórroga de la prórroga, y que no lleguen nunca los penaltis que –dicen- son una lotería y puedes perder… que la concentración no se vaya en ningún momento (no es sencillo mantener la táctica del cerrojazo) y te dé por pensar que ya no son las cosas que has hecho en todo este tiempo, tantas y algunas hasta bonitas, sino lo que seguramente no podrás hacer ya, por mucho que también te refugies en la idea de que el DNI no debe coartarte más allá de lo físicamente impepinable.

Con todo, creo que aun con la cabeza neoquincuagenaria, podría mañana despertar, ver que no me tengo que afeitar porque no le hace falta a mi cuasiimberbe faz, coger el diccionario de latín, el libro de física, entrar a las nueve a las clases de segundo de BUP y seguir la vida tal cual otra vez, empezando por intentar enterarme en el recreo de qué puberta habla mal de mí, porque querrá decir que tengo posibilidades altísimas de éxito en la próxima fiesta.

‘El tiempo es una ilusión’ (Alberto Einstein)

x Atreyu

1 comentario

Asun ha dicho...

Qué cierto todo... Pero aquí seguimos.
Ánimo, valiente.