10/2/22
El mejor lector y el mejor humano son los que me recompensan con su
ausencia.
La mayoría de la gente no está preparada para la muerte, ni la suya ni la de nadie. Les
sobresalta, les aterra. Es como una gran sorpresa. Demonios, no debería
serlo. Yo llevo a la muerte en el bolsillo izquierdo. A veces la saco y hablo
con ella: «Hola, nena, ¿qué tal? ¿Cuándo vienes por mí? Estaré preparado».
¿Quién inventó las escaleras mecánicas? Escalones que se mueven. Y luego hablamos de locuras. La
gente sube y baja por escaleras mecánicas, en ascensores, conduce coches,
tiene garajes con puertas que se abren tocando un botón. Luego van al
gimnasio a quitarse la grasa. Dentro de 4000 años no tendremos piernas,
nos menearemos hacia delante usando el culo, o quizá simplemente
rodemos como rastrojos que lleva el viento. Cada especie se destruye a sí
misma.
A pocos escritores les gustan las obras de otros escritores. Sólo les gustan cuando están muertos, o
si llevan mucho tiempo muertos. A los escritores sólo les gusta olisquear
sus propios zurullos. Yo soy uno de esos.
El mundo entero es un saco de
mierda que se está rompiendo por las costuras. Yo no lo puedo salvar. Pero
he recibido muchas cartas de gente que afirma que mi escritura le ha
salvado el pellejo. Pero yo no la escribí para eso, la escribí para salvar mi
propio pellejo.
Mañana no me levantaré
hasta el mediodía y me sentiré pletórico de fuerzas, diez años más joven.
Demonios, eso suena a chiste: con diez años menos, tendría 61: ¿se le puede
llamar a eso un respiro? Dejadme llorar, dejadme llorar.
La autopista siempre te recuerda lo que es la mayoría de la gente. Estamos
en una sociedad competidora. Quieren que tú pierdas para que ellos puedan
ganar. Es algo que está enraizado muy adentro y en gran medida aflora en la
autopista. Los conductores lentos quieren bloquearte, los conductores
rápidos quieren adelantarte.
Puede que
exista el infierno, ¿eh? Si es así, yo estaré allí, y ¿sabéis una cosa? Todos
los poetas estarán allí, leyendo sus obras, y yo tendré que escuchar. Me
ahogaré entre sus pavoneos de vanidad, su desbordante autoestima. Si
existe el infierno, ése será el mío: un poeta detrás de otro, leyendo sin
parar…
¿Tenéis gato? ¿O
gatos? Cómo duermen, tío. Pueden dormir 20 horas al día y siempre están
guapos. Saben que no hay nada por lo que merezca la pena entusiasmarse.
La siguiente comida. Y algo que matar de vez en cuando. Cuando siento
que todas estas fuerzas me desgarran, me dedico a mirar a uno o a varios de
mis gatos. Son 9. Miro a uno de ellos, dormido o medio dormido, y me
relajo. Escribir es también mi gato. La escritura me ayuda a enfrentarme
con todo esto. Me relaja. Aunque sólo sea por un momento. Luego se me
cruzan los cables y tengo que empezar desde cero otra vez. No entiendo a
los escritores que deciden dejar de escribir. ¿Cómo se relajan?
Hay que
tener horas imperfectas para obtener horas perfectas. Tienes que matar diez
horas para hacer que otras dos horas vivan. De lo que tienes que tener
cuidado es de no matar TODAS las horas, TODOS los años.
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