Subrayadas de verano (I) Subrayadas (154)

31/7/23

"La verdad sobre el amor" (José María Conget)

La tristeza que se desprende de esta colección puede dar idea de que el arrebato del amor es tan negativo que resulta preferible no experimentarlo. Sin embargo, no es esa mi creencia. Suscribo las palabras de Cernuda: "Si no te conozco, no he vivido; si muero sin conocerte, no muero porque no he vivido".

El pasado no sólo es un país extranjero, según frase memorable, sino un desván de imágenes evanescentes, y las que en tiempos lo emocionaban, pensaba Miguel, se iban diluyendo en un páramo sentimental, una indiferencia que se posesionaba también de todos los ámbitos del presente.

Él obedecía sus indicaciones sin abrir la boca y la miraba de reojo. Cuánto la había querido y a qué agujero negro y sin fondo habían ido a parar tanto amor, tantas risas, tantas noches junto a la cama de los hijos cuando la fiebre, los llantos, los miedos, ahora veía a una mujer madura y hermosa y le parecía contemplar un cuadro interesante del que conocía historia, técnica, la vida de la persona retratada, y nada le importaba aparte de cierta curiosidad por su desgaste.

Y por ahora su cuerpo parecía estable, sin amenazas de colesterol, de próstata, de artrosis y demás monstruos sin rostro, y era tan sencillo acallar las dudas sobre si valía la pena vivir desapasionadamente sin peligro ni venda ni aventura, pues con esas palabras se refería el poeta al amor convencional -el triste amor, amor pacato-, y Miguel había traspasado la frontera del azar amoroso, el de la costumbre conyugal y el del amor fou, y en el fondo agradecía la desierta cama y el turbio espejo, y todo con lo que había llenado el corazón en los buenos -o ficticios-- tiempos se había demostrado desolador, de forma que bienvenido el corazón vacío.

¿Las ruinas de su inteligencia?, se preguntó, no, eso no se le aplicaba, no había perdido lucidez, sólo energía, impulso, interés, el pasado le despertaba más curiosidad que el futuro y en un cierto sentido lo juzgaba más indescifrable.


"Material de construcción" (Eider Rodríguez)

Suicidarse puede llevar toda una vida.

Dejo que las palabras hagan su trabajo. El silencio no existe, es hablar hacia dentro. Creía que era una manera de desaparecer, de guardar las palabras solo para mí, sin calcular que, además de las mías, las palabras de los demás también se me quedarían dentro. Por el contrario, hablar es ponerse en peligro.

Todo el mundo acarrea historias ajenas sin darse cuenta.

Para papá, el límite entre el viejo y el nuevo mundo está en la sustitución de las servilletas de tela por las de papel; para mamá, el nuevo mundo comienza con Ikea.
¡Que cada cual monte su mueble! ¿Dónde se ha visto algo así? ¡El próximo negocio va a ser vendernos palas para que cavemos nuestra propia fosa! ¡Merecemos morir!

Estabas dispuesto a morir por nosotras, pero no estuviste dispuesto a vivir por nosotras.

Desexistir no es morir.
Desexistir no es suicidarse.
Desexistir sería la manera más delicada de quitarse de en medio, si desexistir fuera posible.
Desexistir, como anhelo.

Le he perdido el miedo a la muerte. Literalmente, no pasa nada. Su muerte no ha cambiado el mundo, tampoco el mío, al menos no más que un nacimiento, una enfermedad, un divorcio, un nuevo trabajo (o que te echen del viejo), una nueva afición, una nueva adicción, una mudanza, o la simple evolución de la tecnología. No cambia nada, y eso sí que da miedo.


"La nieta del señor Linh" (Philippe Claudel)

—¿Cuántos años tiene, tío?
—Soy viejo —responde el señor Linh—, muy viejo. Nací el año del tornado que devastó la aldea.
—¿No sabe qué edad tiene? —insiste la chica, asombrada.
—Sé que soy viejo y ya está. Saber cuántos años tengo no me serviría de nada.

Demasiadas derrotas y demasiadas huidas. ¿Qué es la vida sino un collar de heridas que cada hombre se cuelga del cuello?


"Clavícula" (Marta Sanz)

La nueva fragilidad de mis padres me cala los huesos. Se transforma en mi propia debilidad. Detesto la naturaleza y lo inexorable. No sé vivir. Y sin embargo…

Mi madre creyó en el espíritu santo durante una temporada hasta que se hizo del gremio de la salud y se casó con un ateo. Creer en el espíritu santo durante una temporada tampoco le causó ningún bien. Siguió siendo esencialmente pesimista. Mi madre y yo compartimos el gen de la infelicidad.

Mi dolor es una letra que se escribe cuando tengo miedo de no poder pagar las facturas o subvencionarme una vejez sin olor a vieja. Creo que esta confesión es absolutamente impúdica pero fundamental.

Soy una mujer con una apariencia serena. Pero bendigo al científico que inventó la anestesia, el lorazepam y las pastillas somníferas.


"La mentira del cazador" (Nacho Escuín)

El punto más importante de la larga lista de cosas que hay que realizar para desconectarse de la sociedad pasa, indisolublemente, por ser capaz de aceptar que pronto nadie contará ya contigo. Desaparece tu nombre de una lista de contactos en wassap y ya nunca nadie o casi nadie se acordará de ti. La clave para llevar bien a cabo una desconexión es no tener ninguna gana de que alguien se acuerde de ti.

Uno sabe que está triste cuando lo que los demás le cuentan no le interesa demasiado y no es precisamente por falta de atención a la hora de escuchar, es, precisamente por falta de entusiasmo y energía.
La tristeza arranca en el punto geográfico más alejado que alcanza la vista y termina en la punta de los pies.

Hay que tener cuidado con los exilios, sobre todo si uno no sabe ponerles fin. Vino a mi cabeza al recordar esa frase la tan manida expresión de Nietzsche, aquella de mirar tanto al abismo que el abismo acaba estando dentro de ti.

Por grotesco que parezca tenía sensación haber vivido todas las fases de una vida, desde el máximo fervor vital, intelectual o incluso sexual a la pérdida absoluta de todo interés por lo vital, lo intelectual o lo sexual.


Textos de ganadores de los premios Cálamo

La lectura es un placer o no es. La expresión «lectura obligatoria» es un oxímoron, como «matrimonio feliz»; la expresión «lectura hedónica», un pleonasmo. Claro que, además de un placer, la lectura es muchas otras cosas, entre ellas una forma de vivir más, de manera más rica, más compleja y más intensa, una forma de apropiarse del todo de la vida de uno mismo. O, como mínimo, un instrumento inmejorable para tratar de hacerlo. (Javier Cercas)

Andamos los lectores solos, leyendo a solas, en soledad, en silencio, acostumbrados a que la lectura sea una habitación individual; educados desde niños, desde siglos, para leer hacia dentro, en la intimidad, sin que lo leído trascienda apenas. Andamos los lectores solos, diríase que perdidos, cruzándonos con otros lectores tan solitarios como nosotros, sin apenas compartir lo leído más allá de unos pocos títulos favoritos y recomendables. (Isaac Rosa)

En los libros hallamos un eco difuso, un humo, una huella de aquello que nos hirió o nos conmovió y que está condenado a no recobrarse, a sedimentar durante unos años la geografía esencial de la memoria y diluirse con nosotros, para siempre, cuando el tiempo muera en nuestros brazos. (José María Conget)

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