"Vernon Subutex 1" (Virginie Despentes) Subrayadas (169)

20/3/24

La vida suele jugarse en dos manos: en el primer reparto, te amodorra haciéndote creer que controlas, y en el segundo, cuando te ve relajado e indefenso, te pasa por encima y te destroza.

Le habría gustado llevársela aparte y decirle lo que sentía: cuánto le gustaba, que pensaba en ella aunque hacía seis meses que no se veían… Pero en cuanto dices me gustas es como si preguntaras puedo besarte. Solo hay una manera de seguir siendo fiel: mantener la distancia física. Si nos mantenemos a tres metros del cuerpo deseado, las posibilidades de que la cosa degenere se reducen considerablemente.

Las personas que tienen críos se dedican a tocar los cojones a los que no los tienen. Pero no soportan que les digan la verdad —sinceramente, cuando veo tu vida, me apetece cualquier cosa menos eso.

Mi suegro no ha currado en su vida, pero todos los parados son unos vagos que no quieren dar el callo. Lo dicen en serio —están convencidos de que todo depende del mérito. Lógicamente, los que tienen menos es porque han merecido menos. Creen que si mañana estuvieran en el paro, con su pelito limpio y su buena voluntad encontrarían curro enseguida, y como se aplicarían y harían méritos, irían subiendo peldaños. Los ricos todavía están con lo del mérito. Es increíble.

Xavier ha entendido de qué va la vida: hay que encontrar a una tía con dinero. Antes eran jóvenes, querían guerreras, fieras del sexo, tías con cuerpo de criatura de ensueño, querían rock’n’roll y a zorras que solo pensaran en eso, querían pibones, pecadoras experimentadas y amazonas a las que someter en el catre. Al envejecer, todo eso importa una mierda. Lo importante, y ha tardado mucho en entenderlo, es una tía que venga con un piso como este, largos fines de semana al sol y su correspondiente frigorífico lleno.

Y esa facilidad, inconsciente, que le viene de ser tan joven —no tener ni idea aún de los golpes que la irán destrozando por partes. Pasados los cuarenta, todo el mundo parece una ciudad bombardeada.

Si la persona era inteligente, tardaba poco en entender que mostrar empatía podía ser fructífero, sobre todo si se espera algo de alguien. Pero llegó Facebook, y esta generación de treintañeros son todos unos psicópatas centrados en sí mismos hasta rayar en la demencia.

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