"Indigno de ser humano" (Osamu Dazai) Subrayadas (174)

17/6/24

Por lo general, las personas no muestran lo terribles que son. Pero son como una vaca pastando tranquila que, de repente, levanta la cola y descarga un latigazo sobre el tábano. Basta que se dé la ocasión para que muestren su horrenda naturaleza. Recuerdo que se me llegaba a erizar el cabello de terror al pensar en que este carácter innato es una condición esencial para que el ser humano sobreviva. Al pensarlo, perdía cualquier esperanza sobre la humanidad.

Cuando era pequeño solía jugar sólo con niñas, pero no creo exagerar si digo que me relacionaba con ellas con la cautela de quien anda sobre una fina capa de hielo. No podía entenderlas. Andaba totalmente a oscuras en lo que a ellas se refería y, a veces, como si hubiera pisado la cola de un tigre, terminaba con penosas heridas. Al contrario de lo que sucede con las causadas por el látigo de un hombre, esas heridas eran profundas y dolorosas, como si de una hemorragia interna se tratase, y resultaban muy difíciles de curar.

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OSAMU DAZAI (Kanagi, 1909 - Tokio, 1948), seudónimo de Tsushima Shuji, es uno de los escritores modernos más apreciados en Japón. Décimo hijo de una familia acomodada del norte de Japón, Dazai estudió literatura francesa en la universidad de Tokio, aunque se jactaba de no haber asistido jamás a una clase. En la década de los treinta, y tras abandonar la universidad, militó en el incipiente movimiento comunista clandestino, motivo por el cual fue encarcelado y torturado por el régimen militar. Auténtico enfant terrible de las letras japonesas, fue candidato al Premio Akutagawa en 1935 y 1936. Desheredado por su padre a causa de una relación con una geisha de bajo rango y acuciado por su adicción a la morfina y el alcohol, Dazai intentó suicidarse en cuatro ocasiones. Autor de varios libros de relatos y dos novelas, el reconocimiento no le llegaría hasta la publicación, tras la segunda guerra mundial, de "Indigno de ser humano" y "El ocaso". En 1948, pocos meses después de la publicación de "Indigno de ser humano" y una semana antes de cumplir cuarenta años, se suicidó con su amante en Tokio arrojándose a un canal del río Tama.

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