Patrick Wolf, el lobo romántico

29/10/06

Patrick Wolf acaba de presentar hace pocos días el que es su nuevo single tras su exitoso y gran disco de 2005 "Wind in the Wires". La canción lleva por título "Accident & Emergency", y sirve de adelanto a lo que será su esperado tercer álbum.




Poesía en el acantilado


La aspiración máxima de Patrick Wolf es la libertad individual. Esa cosa que parece simple y es casi utópica de poder hacer lo que quieres en cada momento, estar con quien quieres, y que nada ni nadie ajeno a ti condicione tu vida. Y este joven de 21 años por lo menos lo intenta, empezando con su música.
Con tan sólo 11 años, Patrick Apps tuvo su primer acercamiento a instrumentos como el violín, la viola o el theremin. Un tanto aislado por su especial comportamiento y a causa de la crueldad de la época colegial, muy pronto también se rodeó de artistas mayores que él, relación que le llevó a tomar co
ntacto con el mundo de la música formando alguna que otra banda de carácter experimental. De esta forma, a los 15 años ya había volado del hogar paterno y recorrido gran parte de Europa.
Con sólo estas breves notas biográficas ya es fácil adivinar que estamos ante un personaje fuera de la norma, algo que el talento aplicado a su música se ha encargado de ratificar. Su primera conexión con el mundo discográfico se produjo con “The Patrick Wolf EP”, primer single datado en el año 2002, y que ya contenía dos canciones (“Bloodbeat” y “A boy like me”) que ya estarían posteriormente en su debut en largo, “Lycanthrophy”, editado en el Reino Unido en julio de 2003. A pesar de ser sólo su primer disco, “Lycanthrophy” engendró un gran revuelo en Gran Bretaña por su contenido. Un sonido especial y una voz todavía más, el primer trabajo de Patrick Wolf respira mucha excitación, fuerza juvenil y mucho caos sónico, muchas ideas revueltas: Patrick tenía prisa por despertar admiración. Y lo consiguió con mucho romanticismo como caballo de batalla (“London”), una atmósfera ensoñadoramente medieval (“Peter Pan”, “Wolf song”), estructuras caóticas (“The childcatcher”, “Paris”) y una especie de ruidismo controlado (“To the lighthouse”) combinado con potentes retazos de dance decadente (“Bloodbeat”). Un disco urbanita que contrastaría con su segundo y reciente trabajo, creado en espacios abiertos y cerca de acantilados y paisajes lejanos al dióxido de carbono.

wind in the wires

A sus 21 años, Wolf edita su segundo álbum en febrero de 2005 dispuesto a comerse el mundo, y en él se encamina por veredas más melódicas y menos ruidistas, sin aparcar del todo empero toda esa electrónica personal que marcó su estilo personal en su predecesor “Lycanthrophy”. Con más violines y más cuerdas que acentúan sin duda su vena pasional y romántica, “Wind in the wires” es un disco más completo, más complejo y más intenso que el anterior, y con ingredientes más que suficientes para convertirse en una cima emocional de nuestro tiempo.
La voz de Patrick Wolf es, por supuesto, el estandarte más importante en la huella que deja su música, y podríamos considerarla un cruce de sensibilidades y matices de cinco grandes voces del pop moderno: Marc Almond, Jarvis Cocker, Morrissey, Richard Hawley y Jeff Buckley. Y su música podría considerarse una afortunada heredera entre un pop marcado por la exuberancia y ampulosidad de formas (predominante) y ese otro pop británico de toda la vida de melodías relucientes e inmediatas (accesorio).
Así lo demuestran la arrolladora fuerza y el embriagador apasionamiento con que comienza el disco (“The libertine”),
destilando un romanticismo desbordado que estalla en su continuación (“Teignmouth”), una de esas canciones que dejan petrificado en la fascinación más absoluta. En el tema que da título al disco, “Wind in the wires”, Patrick Wolf despliega una melancolía que encoge el alma y un preciosismo melódico que la ensancha, engarzando un sístole-diástole que congela el tiempo y lo engalana de perfección.
Como en “Lycanthrophy”, pero aumentado por su parcial cambio de vida previo a la edición del disco, el irlandés no se deshace de ese bucolismo acústico y desnudo que tan bien domina, en esta ocasión en temas como “Lands end” o “The Railway House” en donde habla de lugares que le han marcado (en el caso de la segunda, una mansión abandonada).“The Gypsy King”, por su parte, es como un arrullo de crooner del pop que quiere tocar las estrellas antes de irse a dormir cada noche, una auténtica pieza de orfebrería musical de muchos quilates. La exuberancia a la que hacía alusión antes se desata en “This Weather”, donde Wolf teje una tela de araña –violines mediante- de sofisticación muy británica que en los últimos tiempos echábamos en falta. Otra perla del disco –una de las más relucientes- es sin duda “Tristan”, con un comienzo que se dirige por una vertiente tecno pop de crudeza impactante para explotar en un fantástico estribillo de euforia incontenible.
Veremos lo que el futuro depara a Patrick Wolf, el nivel de intoxicación musical y mediático que es capaz de tolerar y rechazar. De momento, el presente es completamente suyo. Ánchel Otín, 2005

1 comentario

Anónimo ha dicho...

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