Seudónimos

1/10/06

Nombres ficticios para disimular tu identidad. En la prensa musical se sabe mucho de eso. Pero ¿hasta qué punto puedes llegar a asumir en tu interior un nombre nuevo cuando ya eres adulto? En fin, nos gustaría contaros cuál fue el motivo de cada uno de estos señores y señoras para cambiar su nombre, pero esto sólo es Soyuz, así que nos quedamos con lo curioso y entremetido: tus estrellas no se llaman como imaginabas.
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Quizá la moda empezó a lo largo de las décadas doradas del cine, cuando un galán que se preciara tenía que mostrarse con un nombre a la altura de su envidiable físico. Así, el señor Issur Danielovitch (nacido en Holanda) pasó a llamarse Kirk Douglas (¿cómo se llamará su multimillonario hijo, acaso Mikelen Danielovitch?), el guapo Bernard Schwartz pasó a ser Tony Curtis años antes de destrozar su bonita cara, el tieso pero elegante Gwyllyn Samuel Newton (pronunciación imaginada: ¿Guailain?) se cambió comprensiblemente a Glenn Ford, el tronco de Marion Michael Morrison se convirtió por arte de magia en John Wayne, o el cara de palo Charles Carter afinó su nombre con Charlton Heston.

Sin salir del mundo del cine podemos hacer un viaje en el tiempo a aquella época del blanco y negro, más concretamente a cuando una cara, un gesto o una mirada daban más miedo que exorcistas y asesinos en serie. Hablamos por ejemplo de William Henry Pratt, más conocido con el rotundo seudónimo de Boris Karloff (conviene escupir al pronunciar las efes), de su terrorífico compañero de miedos Bela Blasko, o sea, Bela Lugosi, o de aquel imponente cara de haba y mejor actor que fue Ladislav Loewenstein, más conocido como Peter Lorre (yo me hubiera quedado con el original, la verdad).

Las chicas tampoco fueron a la zaga en esto de inventarse nombres para autoinyectarse algo de glamour antes de alcanzar el estrellato. Hay que pensar que por eso Margarita
Carmen Cansino se cambió a Rita Hayworth o Betty Joan Perske a Lauren Bacall. Porque ¿quién podría encenderse con una mujer que se presentara como Cherilyn Sarkisian La Piere (Cher), quién enamorarse de María Magdalena Dietrich Von Losch (trabalenguas real de Marlene Dietrich), quién coger un poco de manía a Alicia Christian Foster (Jodie Foster), embobarse con Lucy Johnson (mejor Ava Gardner) u odiar a Caryn Jones (Whoopi Goldberg)?

Por otra parte, hay otros famosos actores y actrices -además de algunos de los comentados- que optan por mantener, al menos, el nombre o el apellido (¿respeto a la elección de sus papás?). Es el caso de Sofía Loren, menos confuso y apelotonado que su verdadero Sofía Scicolone, de Fernando Rey, con más enjundia que Fernando Casado Arambillet, de Gary Cooper, menos solemne que Frank James Cooper, de Victoria Abril, más asimilable que Victoria Mérida Rojas, de Peter Coyote que sustituye al sexcómico Peter Cohon (pronúnciese Cójon), de Tom Cruise en vez de Thomas Cruise Mapother IV (¿un galán, mamporrero?), de Susan Sarandon olvidando su verdadero Susan Abigail Tomalin, de Mia Farrow, que acortó su neoclásico María de Lourdes Villiers Farrow, del ya conocido Nicolas Cage por Nicolas Coppola (no quería favores aunque todo el mundo lo sabía), de Diane Keaton que renegó no sé por qué de Diane Hall, o de Michael Keaton, quizás por diferenciarse de Michael Douglas, su verdadero nombre.

Pero ha quedado demostrado que este uso ha sido patrimonio mayoritario de todas las décadas vividas, lejanas y recientes. Son ejemplos conocidos el santurrón de Eugene Maurice Orowitz que mutó su nombre por el de Michael Landon; el innombrable Krishna Bhanji (Ben Kingsley), el ruso Taidje Khan (te entendemos, Yul Brynner), Joseph Levitz que cambió su firma judía por la de Jerry Lewis; Andrés Arturo Garci-Menéndez que cambió su nombre de culebrón por un escueto Andy García; Michael Shahoub por el más exótico y quedón Omar Sharif; Jerry Silberman, as known as Gene Wilder; la familia Estévez, Ramón (Martin Sheen) y su hijo Carlitos (Charlie Sheen); o los ya descubiertos en este fanzine Michael Caine (Maurice Joseph Mickelwhite), Woody Allen (Allen Stewart Konigsberg) o Peter Sellers (Richard Henry Sellers).

Y ahora pasemos al mundo de la música. ¿Creéis que la música que hace Goldie sería tan creíble si estuviera firmada por Clifford Price? ¿O la del tenebroso Tricky por Adrian Thaws?. Pues podría ser. Lo que sí es seguro es que Mary Isabel Catherine Bernadette O’Brien salió bien parada cambiándose al sonoro Dusty Springfield o Reginald Kenneth Dwight al modesto pero efectivo Elton John. Cambios recatados pero necesarios fueron los de David Robert Jones por David Bowie o Mark Feld por Marc Bolan; tajantes los de Harry Webb por Cliff Richard, Jean-Phillipe Smet por Johnny Hallyday o Roberta Joan Anderson por Joni Mitchell; comprensibles los de Steveland Judkins Morris por Stevie Wonder, Frederick Bulsara por Freddie Mercury o Varenagh Aznavourian por Charles Aznavour; conocidos casi tanto como el original los de Robert Allen Zimmermann (Bob Dylan) o Gordon Sumner (Sting). Y haciendo patria cabe recordar el tremendo duelo de consonantes de Pedro Calaf Pubill al que todos conocemos como Peret.

Buscando en otras profesiones artísticas y no artísticas, también encontramos que el pintor Juan Gris era en realidad José Victoriano González Pérez (de sus dos apellidos originales llegó a la conclusión del definitivo); que Paco Rabanne viene de Francisco Rabaneda; que la Madre Teresa de Calcuta aún fue más santa después del bautizo (Agnes Gouxha Bojaxhin); que el fotógrafo Robert Capa no quiso firmar como André Friedmann; que el director checo Milos Forman rehuyó su Tomas Jan; que el capo de la radio inglesa John Peel en verdad es John Ravenscroft; que la grotesca Divine se escondió de Harris Glenn Milstead; que Twiggy sólo fue Leslie Hornby; y que hasta Ho Chi Minh no era Ho Chi Minh sino Nguyên That Thanh. Y aún queda un extra: el mismísimo y omnipresente Figo, que firma sus contratos multimillonarios como Luis Filipe Madeira Caeiro. Ahí es nada.

En fin, se nos queda en el tintero una lista que daría hasta para una segunda parte. Sólo guardo para el postre el trío de las medallas, o lo que es lo mismo, mis traslaciones favoritas, a saber: Alexander Archibald Leach: quién lo hubiera dicho, Cary (Grant); Edda van Heemstra Hepburn-Ruston, que ciertamente hace perder mucho encanto a Audrey Hepburn. Y por último, el patético Carlos Ray, que no dejó en absoluto de serlo al pasar a ser conocido como Chuck Norris. x Crackity Jones, 2001

2 comentarios:

Anónimo ha dicho...

SOYUZZZZZ!!!!!

ese fanzinable ahora virtual!

no mencionas casos crónicos como: Saverio Martini o Peter Fish

Yo te followaré los avances. Un saludo!

Anónimo ha dicho...

Bravo soyoung!

Todos escondemos verdaderamente nuestra identidad. En la vida real lo hacemos a diario de muy diferentes maneras. En la red, mediante un nick.
Una mezcla de estetica y debilidad.

Larga vida al blog!