Vaticinio color lila Encuentros (6)

5/5/07



Cuando Leo y yo hicimos la apuesta ninguno de los dos la estábamos planteando en serio, pero tampoco luego ninguno de los dos quisimos dar el brazo a torcer. Así que procedimos al sorteo, y me tocó a mí. El motivo del desafío mutuo era conocer la verdad sobre los insistentes rumores que apuntaban a que Lila, uno de los iconos colegiales de deseo adolescente y que, aunque con bastante diferencia de tiempo, salió una temporada con ambos, había acabado con sus huesos en el circuito de la prostitución.
Yo pensaba que esos rumores serían falsos y que, en el hipotético caso de que fueran ciertos, Lila trabajaría en un salón de belleza de esos para peces gordos y tiburones ricos, con precios inasequibles a nuestras pírricas cuentas bancarias. Leo, en cambio, pensaba que los rumores perfectamente podían ser ciertos.
La labor de investigación no fue excesivamente ardua, y a los veinte días ya teníamos una cita y una dirección. Cuando llegué al cochambroso portal mis peores presagios se iban tornando reales, y cuando abrí la puerta de la habitación que me correspondía se confirmaron del todo. Lila entró un minuto después con una extraña expresión de felicidad. No me reconoció, y yo a ella a duras penas.
Pagué las dos apuestas que perdí: a Leo la suya, y a Lila, aunque obvié identificarme y recordársela, la que jugando hicimos por escrito cuando estuvimos juntos y en la que le vaticiné que triunfaría en la vida como actriz, modelo o secretaria de dirección. Rubén Aliaga

0 comentarios: