24/9/07
Tenían tantos buenos recuerdos de diversión, noches memorables y momentos de comunión tácita personal moldeada en su juventud -no tan lejana aún-, que instantes antes del reencuentro fue inevitable que pasaran todos esos recuerdos en fila, desordenados y entrañables, de forma lenta y melancólica, como quien ve fotogramas de una película que no se ha terminado de rodar pero para la que se han acabado los fondos y se convierte en un inconexo conjunto sin sentido definido. Cuando se vieron, el saludo fue el mismo que con el resto del grupo reunido. Hablaron menos de lo esperado, muy poco de la amistad del pasado que les unía, y también muy poco del presente de cada uno, de sus vidas actuales. En un momento determinado de la noche, y por unos breves momentos, el tiempo retrocedió y volvieron a divertirse intensamente y con total complicidad, volvieron a verse con quince años menos y todo parecía no haber cambiado tanto. Pero cuando se despidieron, con la misma poca efusividad con que se habían saludado al llegar, tuvieron la sensación de que era diferente a otras veces, que esa especie de recíproca admiración que se habían tenido quizá ya se había esfumado y que, aunque volvieran a verse posiblemente dentro de no mucho, habían dicho adiós definitivamente a todo lo que un día les unió. x F. Andén
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