16/9/08
Los Centros Comerciales (C.C.) bien podrían llamarse hoy Centros de Recreo Familiar (C.R.F.), Centros para el Disfrute Gratuito de Aire Acondicionado (C.D.G.A.A.) o incluso Centros para no Tener que Estar con los Niños en Casa el Sábado por la Tarde (C.T.E.N.C.S.T.).
Para cualquiera que los quiera utilizar para su sentido más práctico, esto es por ejemplo, encontrar tres tiendas de ropa juntas para elegir un vaquero, o comprar en el hipermercado la comida mensual que tu horario partido no te deja a diario, acudir a un Centro Comercial se ha convertido en una tarea ingrata y engorrosa: más gente por baldosa cuadrada que una hora punta en Times Square (en Navidad literalmente es complicado andar tres pasos sin tropezarte con alguien), cabezas de familia (preferentemente femeninas, solas o en compañía de análoga) empleadas con fervorosa dedicación al noble arte de la esquilmación de tarjeta de crédito (propia o de su desposado), adolescentes aburridos en grupo preparando el asalto al nuevo botellón, carritos de niño ocupando los carriles de ida y vuelta y sin semáforos, en definitiva, un puto infierno para los detractores de las multitudes bajo techado.
Ya lo dicen los responsables de estos lugares, "a pesar de la afluencia de gente, especialmente de familias con niños pequeños que, por el mal tiempo, vienen aquí a pasar el día, los dependientes de los establecimientos se quejan de las pocas ventas".
Los Centros Comerciales se han convertido en un lugar donde pasar la tarde a la fresca, como en los pueblos cuando se salía a la puerta de la casa a charlar de lo que fuera bajo una buena sombra. En fin, serán cosas de estar de moda, y desde luego los Centros Comerciales son un producto de nuestro tiempo muy de moda, no hay más que ver que los están construyendo como setas, y que por muchos que hagan, y bien lejos que estén los condenados, siempre están llenos de peña dispuesta a tropezarse contigo. x Matías Galli
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