La vida sigue igual (y una mierda)

13/9/08

La Expo de Zaragoza llega a su fin. La última semana tenía unas citas musicales por encima de la media que hacían de la despedida algo mucho más interesante. Allí estuvimos, y así lo recordaremos...

El miércoles, la noche prometía dosis de emoción. La Costa Brava despidiéndose de todos en su último concierto, con el recuerdo de Sergio Algora todavía demasiado caliente. Y sí fue muy emocionante, principalmente porque los protagonistas en el escenario lo dieron todo de corazón y la gente allí presente les respondió como la ocasión merecía: con entrega y fervor total. En este concierto, Fran, que hizo de sentido conductor de la velada, Richi y Enrique contaron con la colaboración de los ex-miembros de La Costa Brava Dani Garuz, Eloy, Rafa Domínguez, Iván y David y de varios invitados: Willy (de Carrots y Pigmy), Roberto (de Grande-Marlaska, que inició el concierto con "Dos Ostras"), Sergio Vinadé y Andrés Perruca (El Niño Gusano). Y así, con la complicidad entre los músicos y entre estos y el público, se fueron desgranando algunas de las más grandes canciones de La Costa Brava, que sonaron tan bien como si no hubiera un mañana, o como si hubiese que salvarlo a golpe de canción perfecta. "Natasha Kampusch", "Olímpicos", "Justicia poética" (apoteósica), "Adoro a las pijas de mi ciudad", "Nada me importa", -la versión de Los Módulos fue uno de los mejores momentos de la noche gracias a la carismática y sensacional interpretación de Dani al micro-, "Amor bajo cero", "Treinta y tres" (especialmente emocionante) o el colofón final con "La vida sigue igual" (y una mierda, como se encargaron de matizar Vinadé y Perruca), esa canción de Julio Iglesias que nos intenta consolar sin mucho éxito con eso de que al final, las obras quedan y las gentes se van, y que otros que vienen las continuarán... Puede ser que las obras continúen, pero no de forma tan brillante como acostumbraba a ser todo aquello que tocaba Algora, o al menos no de forma tan especial como él lo hacía. Al final fue inevitable irnos con cara triste a pesar del gran concierto presenciado, pero tan sólo unos metros andando de vuelta a casa recordando esos estribillazos y cantando a pleno pulmón "Llamando a justicia poética, por favoooor" explotando al viento nos alegró un poco el espíritu.


Pero unas horas antes, de milagro nos habíamos enterado que actuaba un tal El Hombre Azul, y que bajo ese nombre se escondía el nuevo proyecto de Gonzalo Alonso y su banda, Gonso para los incondicionales de aquel grupazo llamado Días de Vino y Rosas. Y aunque íbamos un poco con la incertidumbre de por dónde irían sus pasos tras sus incursiones por el flamenco y la fusión, el comienzo con el añejo y fantástico "Dulce de Lis" nos quitó las dudas: Gonso había vuelto. Sus nuevas canciones gustan del rock clásico, con más protagonismo y fuerza en las guitarras que el proyecto que inició a principios de los noventa y que tanto nos subyugó. Con algunos músicos zaragozanos muy experimentados en mil batallas musicales, sus nuevas canciones, encabezadas por “Vuelo 76480” o “El hombre azul”, nos dejaron un regusto dulce, una sensación esperanzada de aquí se cuece algo serio y con futuro. También con "Día perfecto" (como aquel "Perfect day" urbano de Lou Reed), "Misterio" o "Volver a verte", donde el rock clásico y el moderno se entremezclan con una gran interpretación y un optimismo contagioso. El final fue glorioso: un "Corazones desgastados" revolucionado, como queriendo recuperarlos del baúl recuerdos de los tiempos en que esta gran canción acompañaba a otras joyas como "Enemigos", "Biarritz" o "Cartas de Bonjou (no sé decir)". Como sonó en alguna de sus canciones: "porque hay cosas que no pueden explicarse...”. La alegría por la vuelta de Gonso es una de ellas.

Dos días después, era el turno de dos personajes nada comunes en el mundo del rock (o habría que decir en el mundo, a secas), dos artistas cuyos físicos aseguran que ese no es el motivo por el que han llegado lejos. Vic Chesnutt, acompañados por Elf Power, -otro de esos buenos grupos americanos sin demasiada suerte comercial pero con un buen puñado de canciones estupendas, que defendieron durante apenas media hora previa al concierto de Chesnutt- mostró, desde su difícil atalaya de limitación física, parte de su reciente repertorio mucho más eléctrico que las de su pasado más folk. Su reconocimiento general a lo largo de tantos años está justificado. Y un rato después, y en el escenario del Anfiteatro, Antony Hegarty y sus Johnsons, con la Milano Orchestra secundando su fantástica voz, comparecían en uno de los conciertos más esperados de toda la Expo. Todavía más entrado en kilos que de costumbre y con una indumentaria que tiraba para atrás, este cantante totalmente fuera de lo común venía supuestamente a presentar lo que va a ser su inminente nuevo álbum. El frío reinante no impidió que su voz luciera a pleno rendimiento con un silencio sorprendente en la grada sólo interrumpido por alguna voz de la megafonía circundante en esta especie de circo mundial que es esta exposición. Fue un concierto bonito (una orquesta y esa voz es una apuesta segura) pero no podemos perdonarle que no tocara ni "Hope There's Someone" ni "You're My Sister". Los fans, encantados, pero seguro que el porrón de gente que pasaba por allí y entró a ver qué se cocía se iría alucinada de semejante aparición espectral....

1 comentario

the Jau one ha dicho...

...ni Fistfull of Love, que llevando orquestaza con vientos y todo es absolutamente imperdonable.

Yo salí con sabor agridulce, más que por lo visto, por lo que pudo haber sido y no fue.