Lotería de Navidad Cascando rabias diarias (11)

21/12/08

La lotería de navidad, la de los cargantes niños cantores de San Ildefonso, lejos de revelarse como un hermanamiento nacional basado en la esperanza y la fortuna, lo que verdaderamente hace es sacar a la luz dos de los pecados nacionales con denominación de origen de aquí más representativos: la vagancia y la envidia.

Vagancia porque lo que todo el mundo espera, si toca lo suficiente, es no trabajar, y a poder ser desde entonces mirar por encima del hombro al que lo seguirá haciendo para los restos. Y envidia porque si le toca al vecino, compañero de trabajo o a tu primo segundo y a ti no, hay peligro de úlcera de estómago de lo que se van a corroer tus entrañas.

Por eso, la gente compra lotería de cofradías, equipos de fútbol sala, colegios, grupos de teatro, asociaciones culturales, peñas recreativas y lo que haga falta, no por pensar en hacerse millonario con los miserables 2,40 euros jugados -porque aunque pagaste 3 euros, el boleto llevaba 60 céntimos de recargo para subvencionar la
opípara cena de navidad y las copas de después del que nos vendió el boleto y sus colegas-, sino por la insoportable comezón de pensar que te han ofrecido un número que, si luego toca y no has comprado, le vas a dar vueltas y vueltas a la estupidez cometida de no haber comprado, encima te lo van a estar refrotando por la cara y a esa persona con seguridad te gustaría no volver a verla nunca más. Aunque, claro está, todo esto se aplica sólo al que compra algo pero no de todo lo que le ofrecen, porque el héroe que consigue no comprar nada ya asume con convicción que su vida seguirá igual antes y después de la lotería de navidad, presente ya en nuestras vidas desde agosto por lo menos.

Así, uno se puede juntar con boletos de todos los colores y cantidades, que a veces luego ni sabe dónde cobrar. Porque está el auténtico enfermo que compra en bares, tiendas y cualquier lugar que tenga su propia lotería (que son todos), pudiendo dejarse a fondo, casi seguro perdido, cantidades que mejor ni comentar, por indecentes.

Y no me olvido de esa inevitable estampa navideña de todos los años una vez celebrado el sorteo: en todos los telediarios, la gente botando fuera de sí con cara de haber visto una aparición de la virgen en chancletas, abrazados unos a otros en las correspondientes localidades afortunadas, y apestando a pedo de champán incluso a través de la pantalla. Eso sí, todos nos alegraremos si los afortunados son pobres o parados, que para eso es navidad y tenemos mejores sentimientos que el resto del año. x A. Hurtado

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