Night Games I Encuentros (35)

16/11/09

Volvió a besarle una vez más, lenta, apasionadamente.
Le gustaba disfrutar a conciencia el siempre ansiado momento de descubrir el sabor de alguien por primera vez, y eso era algo que, afortunadamente, tenía la oportunidad de hacer con bastante frecuencia.

Ya era mayorcita, económicamente independiente desde hacía mucho tiempo y libre de lazos –ella prefería decir ataduras- sentimentales, así que a nadie debía explicaciones sobre sus actos más que a sí misma. Pero aquella noche pronto -demasiado pronto, pensó-, supo que no iba a ser como la mayoría sus lances nocturnos.

Separó suavemente sus labios de los de él y con una dulce sonrisa se excusó para ir al servicio. En realidad su cuerpo no le demandaba satisfacer ninguna necesidad fisiológica perentoria pero su mente sí le pedía a gritos una tregua para recapacitar. Le había pasado alguna otra vez sí, pero conforme más edad iba cumpliendo más infrecuentemente se producía, hasta el punto que apenas recordaba la última ocasión que sintió algo parecido. Lo normal era que viera a alguien, le atrajera y de alguna manera se lo hiciera saber. No hacía falta más con los tíos para que entraran al trapo, y si alguno se resistía más de la cuenta tampoco tenía mayor problema en entrarle ella directamente. Lo pasaba bien sin pensar más allá del momento que vivía y teniendo básicamente claro que no sentía la necesidad de volver a verlos al día siguiente. Manejaba la situación tan a su antojo que muchas veces, siendo consciente como era de la alta probabilidad de que muchos de sus eventuales acompañantes podían tener pareja o algún tipo de compromiso, los sometía a la ‘prueba infalible’ que un día le indicara una amiga para desvelar ese dato sin tener que efectuar ningún tipo de inquisición que pudiera romper el equilibrio del momento. Era además tanto más divertido cuanto más segura estaba de que el resultado de la prueba iba a dar indefectiblemente positivo.

Mientras repasaba su contorno de ojos, pensó, frente al ajado espejo del baño del bar, que esa noche, a diferencia de las otras, no tardaría mucho en someterlo a la ‘prueba’. No esperaría a dar por cerrada la noche, ya fuera para despedirse en el local de turno o antes de levantarse de la cama y vestirse, como solía hacer hasta ahora según se diera el caso. Era un tío sencillamente diferente y lo notó desde las primeras frases que intercambiaron. Sin dejar de ser guapo, no era de los que te volvías a mirar por la calle, pero había algo especial en él, que no podría señalar concretamente pero intuía en el conjunto. Sus formas, sus temas de conversación, su léxico, su ropa, el brillo de su mirada, su olor, la suavidad de su piel, el tono de su voz……

Mientras se abría paso entre la gente para volver al encuentro de Javier, se preguntó si realmente ése sería su verdadero nombre. Rápidamente apartó ese pensamiento de su cabeza. Simplemente debía someterlo cuanto antes a la prueba y en función del resultado, proseguir la noche de una u otra manera sin perder nunca el control de una situación que de otro modo iba a perder pronto, confundida entre cavilaciones que por un lado le recordaban la jurisprudencia de sentencias de la prueba –la cual apuntaba definitivamente hacia la no superación- y por otro le abrían interrogantes acerca precisamente del proceder caso de superar la misma. La vida es muy complicada, se recordó a sí misma, como tantas otras veces.



Con la mayor delicadeza, sensualidad e incluso ternura de las que fue capaz, aplicó sus labios sobre el cuello de él. Como una suerte de vampiresa cuyo objetivo final no era extraer fluido vital sino simplemente una pequeña información que necesitaba.
El reporte del test no tardó ni segundo y medio en llegar. Javier la apartó sutil pero firmemente y ensayó una excusa que a ella le pareció irrisoria: ‘me provoca cosquilleo’, dijo sin perder en ningún momento una radiante sonrisa.
Las palabras de su amiga resonaron implacables en su interior: ‘Mira, no falla. Cuando tengas duda y quieras saber si un tío te está representando un papel cuando en realidad tiene pareja, mujer, compromiso o como lo quieras llamar, intenta provocarle la rotura de algunos vasos capilares a la altura de su cuello, ocasionándole la aparición de un hematoma subcutáneo. La mayoría de la gente lo llama simplemente ‘chupón’.

Si trata de evitarlo ya tienes la duda despejada. La excusa que te ponga será lo de menos. Yo tengo un coleccionable y hasta las espero con curiosidad sincera. Créeme, no hay margen para el error’.

A medio camino todavía entre la decepción y el alivio, sin saber qué sensación acabaría finalmente venciendo, se dirigió a la barra a pedir otras dos consumiciones.
Lástima' –pensó por última vez-, 'olía bien’. x Atreyu

1 comentario

Eva ha dicho...

Lástima no haber conocido yo esta prueba definitiva mucho antes... ¡qué ignorante me siento, me encanta!