Las vacaciones sin fotos... no son vacaciones Cascando Rabias Diarias (14)

24/9/10

Si hace tiempo, tras unas vacaciones de verano, analizábamos el comportamiento del turista medio occidental con respecto a los buffets libres, en esta ocasión abordaremos la cuestión de las fotos.

Excluyendo a los verdaderos aficionados a la fotografía, que durante el año ya dedican su tiempo a este bonito arte (minoría, por supuesto), la locura que le da al viajero con el botoncito de las cámaras de fotos es digna de estudio. Veamos el caso concreto de un viaje organizado y en grupo. Aquí el absurdo puede llegar a ser total, y el viaje entendido como experiencia de vida, como una oportunidad -quizá única- de presenciar y conocer paisajes, costumbres y gentes diametralmente diferentes a lo que tenemos visto en nuestro discurrir diario, buscando de una forma u otra algún tipo de enriquecimiento personal, pasa a un octavo plano.

El primer plano y principal, rey absoluto, lo ocupa tener algo que enseñar a amigos y familiares con el ánimo de vanagloriarse con lo maravillosa que ha sido su experiencia. Con el avance de la tecnología, megas y megas, gigas y gigas de imágenes de casi cualquier cosa que implique diferenciación se acumulan en las modernas cámaras. Un perro, una casa, una niña, una artística ánfora, un campo sembrado, un templo en ruinas, un bonsai, un botones, una exótica pieza de fruta, una matrícula, un plato de comida... da igual: hay que fotografiarlo absolutamente todo. Parejas, y hasta familias de 3 ó 4 miembros, cada uno con su propia cámara, cuanto más grande mejor.

Así, la máxima tragedia de un viaje no es la sacudida de un tifón o un golpe de estado, es que se rompa la cámara de fotos.

En resumen, la gente no viaja para retener gracias a su retina visiones memorables, sino para fotografiarlas a fin de, en un día lejano, recurrir a la evocación de la imagen para recordar lo que una vez realmente apenas vio, porque estaba intentando encuadrar su Canon, sudando la gota gorda discurriendo la mejor toma.

Puedo dar fe personalmente de cuando, a bordo de un autocar en busca de una puesta de sol famosa por su belleza en un determinado lugar, se confirmaba a la llegada que las nubes no dejarían disfrutar de la vista del bonito atardecer en todo su esplendor, y a uno de los viajeros, indudablemente preso de la fotitis, se le escapó sin poder remediarlo un: "¿Y para qué vamos a bajar a verlo, si no se van a poder hacer fotos?". x Crackity Jones

0 comentarios: