Félix, siempre en este barrio

10/10/11

El viernes por la tarde las sucias y largas uñas de la muerte me arrancaron de cuajo una de las partes más importantes de mi vida. Ya me hizo lo mismo otra tarde de viernes de hace media vida. Qué bien escoge lo que se lleva.

Siempre he recordado la fecha en que conocí a Félix. El 26 de noviembre de 1984. Era lunes. Fue por medio de Chusé, que iba a mi clase. Nos encontramos en la puerta del Teatro Principal para ver desde lo más alto del gallinero “Cinco horas con Mario”, interpretada por Lola Herrera. En la vuelta a casa Félix me contó mi vida, me intrigaba y me hacía reir.

Era un hado padrino que nos hechizó a muchos con la necesidad de verle y de tratarle. Llegaba y te daba un cariñoso empentón, o golpecitos en la punta del pie mientras te sometía a un divertido interrogatorio sobre lo que hacías o dejabas de hacer. Hacía premoniciones divertidas y te animaba a escribir, a leer. ¡Aquellos raticos en el Kraters!

Me salen por los bolsos recortes de artículos suyos, me resisto a tirar unas viejas sandalias que me dijo le gustaban, guardo como un valioso tesoro un ramillete de flores de plástico que me regaló en el K2 una noche de fiestas del barrio, y que previamente había arrancado de uno de sus maceteros artificiales. Pidió zumo de melocotón, pero el melocotón lo pillábamos los demás. Guardo muchos recuerdos maravillosamente tontos, cualquier detalle para el corazón.

Todo lo que estoy leyendo estos días sobre él sé que es cierto, porque aunque desde hace muchos años ya sólo lo veía muy de cuando en cuando, aquel chico de Las Fuentes ya no podía ser de otra manera.

La última vez que hablé con él fue esta primavera, en la sección de frutas y verduras del Carrefour, haciendo la compra con un carro. Imagen insólita de un genio. Le abordé pero al instante empezó con sus preguntas azules y, de repente, ya no estaba.

Esta vez no me hizo la pregunta del millón: “¿Eres feliz?”. x Asun No.

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