"Boyhood": Richard Linklater atrapa el tiempo Tocinillo de cine (33)

3/9/14

“La propiedad más excepcional del cine es cómo te permite moldear el tiempo...”
(Richard Linklater)


Llega septiembre. El comienzo del curso. El profesor Keating lleva a sus alumnos, en el primer día de clase, a ver fotografías de antiguos alumnos, que fueron jóvenes como ellos, durante un instante, pero que envejecieron y desaparecieron. Invita a sus alumnos a reflexionar sobre el paso del tiempo, animándoles a aprovechar el tiempo, a vivir, a no olvidar que seremos pasto de los buitres.

“El club de los poetas muertos”, de 1989, tiene a un joven actor entre los alumnos de Robin Williams, el actor que interpreta al profesor Keating, también ya desaparecido. Ethan Hawke es ese joven, que se da de bruces con un cineasta, Peter Weir, con una película que le invitará a tomar riesgos, a aprovechar el momento, siempre con Keating/Williams/Weir en su mente. Y mientras, yo, en ese 1989, veo la película en el cine Cervantes de Zaragoza.

En 1995, veo en los cines Buñuel de Zaragoza “Antes de amanecer”, en la que Hawke ya está dando sus primeros pasos en su “carpe diem” cinematográfico, listo para espantar una carrera convencional en el cine, listo para el riesgo. Richard Linklater, joven cineasta, intenta atrapar unas horas de una joven pareja que se conoce casualmente en un tren, alargando, como un chicle, el encuentro, con un paseo por Viena. Alargarlo en la realidad de esos jóvenes (los dos intérpretes y el cineasta), pero también en la ficción. Prácticamente, realidad y ficción se tocan, se palpan, se intuyen. Y la película se convierte en un documento de esa realidad, como una fotografía, como esa fotografía (¿imaginaria?) que Hawke toma de Julie Delpy mientras escuchan, en el amanecer, a un músico que ensaya en su estudio.
Esa retención del tiempo que el personaje Jesse (Hawke) busca respecto a Delpy (Celine) se alargará en los años siguientes, buscando, persiguiendo ansiosamente el encuentro con ella, alargando el chicle de la casualidad y convirtiéndolo en su destino. Richard Linklater lo hará a su modo, arrancando en 2002 un proyecto paralelo, “Twelve years” (“Doce años”) juntando a un equipo de trabajo durante esos doce años, rodando apenas unas secuencias cada año, atesorándolas, reteniendo el momento, atrapando el tiempo, con el actor niño Ellar Coltrane, de 6 años (en 2002) y su viaje hasta sus 18 años. Surge la imposibilidad de retener el tiempo, si no es con la fotografía (imaginaria o no), con la cinematografía, con la búsqueda de Linklater, para explicarse, para hacer preguntas, para intentar saber lo que somos.

Linklater sabe que rodar una película durante doce años entraña riesgos. Podría no ser terminada, podría surgir el absurdo, la muerte. Su amigo Ethan Hawke se compromete a terminar la película si Linklater no pudiera hacerlo. Afortunadamente no será así. Linklater termina la película secreta, iniciada en 2002, en 2013. La estrenó, estrena, estrenará, en 2014. Mientras tanto, Jesse (Hawke) y Celine (Delpy) se vuelven a encontrar en “Antes del atardecer” (2004) y “Antes del anochecer” (2013), incapaces (o no) de retener el momento, pero dejando el documento o ficción de su viaje, capturándolo (o no).

(Para saber más: "Antes del anochecer" en Soyuz, por Sergio Casado)

En “Boyhood” (“Infancia”), que pudo igualmente titularse, según señala Linklater, “Twelve years”, o “Motherhood”, exploramos la infancia del personaje y del actor (Mason/Ellar Coltrane), del personaje y la actriz Lorelei Linklater (hija de Richard), de la madre en la vida real y en la ficción Patricia Arquette, y por supuesto, del siempre presente Ethan Hawke. Para Linklater, se convierte, todo su cine, en un reflejo de su vida (quizá en la vida misma): “Pienso que mi proyecto de vida ha sido similar. Documentar el modo en que la vida fluye o la mente funciona – las divagaciones.”
No hay un guion, hay más bien doce guiones, por cada año que va pasando; cada año escribe o reescribe el guión tal cual se vive, mientras Linklater lo mete en la cápsula de la cinematografía, y el niño, luego joven Mason, lo hará en su fotografía. Surge una manera de documentar la vida ante la muerte, una manera de testificar lo que vivimos. Surge el cineasta, reflejo verdadero del hombre real, que duda del modo en que debe vivir. Esa búsqueda del cineasta es retener algo, buscar algo, aprender algo, recuperar algo, con libertad. El cine se convierte en la manera de encontrar un residuo de lo vivido, para explicarse a sí mismo. Quizá ese es el único sentido del cine de Linklater, mientras ha dudado entre los márgenes y el sistema, pero obteniendo su mejor cine siempre en los márgenes. Estas viñetas de vida no dan respuestas, son el cine de la pregunta, que siempre es el interesante, el que cree en el espectador como ser pensante, algo más que un consumidor o devorador de imágenes. Invita a pensar en el cine como narrativa, sobre "cómo se hace el cine", sobre cómo trabajan los actores, sobre las razones del cineasta para hacer la película. ¿Por qué se hace una película? A veces es para hacer una taquilla lo mayor posible a costa de lo que sea, a veces porque el cineasta necesita comunicar algo imperiosamente, a veces una mezcla de ambos, a veces es la persecución de una obsesión, a veces un oficio llevado con dignidad.

Han sido 4200 días de producción para un rodaje real de sólo 39 días, los que quedan en "Boyhood", sin duda una de las películas más importantes de este 2014. Es el cine del alambique. La película que refleja, de nuevo, como en un microcosmos, a Richard Linklater buscando atrapar el tiempo. x Sergio Casado

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