Sentado sobre el muelle de la butaca: una semana de inolvidables dúos Riguroso directo

24/5/15

19 de mayo, Centro Cívico Delicias, Zaragoza: Andy Cabic + Devendra Banhart

El ciclo para la primavera de 2015 de Bombo y Platillo ponía su broche de oro con dos invitados de postín: Andy Cabic, del grupo Vetiver, y Devendra Banhart, que están de gira por España tocando juntos canciones de ambos. Estoy seguro de que casi todos los asistentes pensamos lo mismo al salir del concierto: vaya dos músicos más diferentes y, a la vez, qué bien se complementan. Andy Cabic, sobrio y con preciosas canciones de corte clásico al estilo de Elliot Smith o Josh Rouse; y Devendra Banhart, de extravagante carisma, poniendo el punto loco y comunicativo (recordemos que habla perfectamente castellano) con la audiencia que abarratoba el recinto. Como era de esperar, la mayor parte del público vino a ver a Devendra, al que pidió insistentemente canciones de su repertorio, pero personalmente me llegó más la melancolía acústica de Andy, al que sientan mejor los ropajes del formato acústico que a Devendra, cuyas canciones brillan más con la producción de sus discos. En cualquier caso, una magnífica noche y un fenomenal colofón al no menos excepcional ciclo Bombo y Platillo.

21 de mayo, Teatro Principal, Zaragoza: Silvia Pérez Cruz + Raúl Fernández Miró

Pocas veces había visto en un concierto cómo la emoción eclosionaba y se expandía como lava por todas las butacas de un teatro, manteniéndote completamente petrificado y absorto en al asiento; pocas veces un silencio tan enorme y respetuoso durante las interpretaciones y unos aplausos tan largos tras las canciones; pocas veces tal cantidad de piel de gallina por decibelio cuadrado; pocas veces la sensación de poder llegar a estar cinco horas sin moverte escuchando una voz y una guitarra; pocas veces unas versiones tan interiorizadas y sentidas; en definitiva, muy pocas veces hay oportunidad de disfrutar de un concierto de este nivel. Silvia Pérez Cruz y Raül Fernández Miró publicaron el año pasado un disco, "Granada", considerado por diversos medios entre los mejores del curso. En directo, el impacto del disco se multiplicó por sí mismo varias veces. Desde el comienzo con "Abril 74" hasta el fin con "Gallo rojo, gallo negro", pasando por los momentos que más huella imborrable dejaron en el pecho, que fueron, por este orden, "Compañero (elegía a Ramón Sijé)", "Mercé" y "Pequeño vals vienés", y que casi derriten las paredes y los palcos del teatro de emoción, la impresionante voz -con un deje entre el fado y el flamenco- de Silvia y las dos guitarras, acústica y eléctrica, de Raül demostraron cómo, desde la sencillez y el talento, se construye un viaje musical para no olvidar en toda la vida.

22 de mayo, Palacio de Congresos, Madrid: Nick Cave + Warren Ellis

En octubre del año pasado se anunciaba una gira especial de Nick Cave & The Bad Seeds para mayo (ocho meses después) actuando en teatros y auditorios, por lo que se podía intuir que sería una gira acústica, orquestal o algo fuera de lo habitual. Y las entradas, a un precio con el que se podría forrar de oro líquido la butaca en la que te sentabas -lo que no fue obstáculo para que se agotaran en horas- reforzaba esa idea. Sin embargo, el concierto de Nick Cave contó con toda la instrumentación habitual de banda de rock, y en las dos primeras canciones ya se veía que el astro australiano no se sentía cómodo con la distancia entre él y el público apo-sentado. Así que a la tercera, bastó un leve gesto con sus manos para que medio auditorio se levantara de sus asientos y se abalanzara a acercarse e incluso tocar a ese gran figurín vampiro de 57 años que es Cave. A partir de ahí, todo se desató, y (casi) nadie volvió a poder sentarse en sus asientos pagados con lingotes de oro. Cave ejerció de estrella dando manos y dejándose palpar cual mesías redivivo, mientras el gran Warren Ellis, él sí sentado, daba lecciones contundentes de maestría a la guitarra eléctrica (atronadora y fastuosa), al acordeón o al violín. Nick Cave bordó tanto su sweet side como su wild side, y tan pronto silenciaba a la plebe con algunas de sus impresionantes baladas paralizantes al piano como amenazaba, con un tsunami eléctrico, con derribar la tribuna superior. Como a tantos viejos rockeros, hay que verle actuar, al menos, una vez en la vida.

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