4/3/18
Entre ceja y ceja. Entre pecho y espalda. Así tengo a Gliss desde que los empecé a escuchar con su "Langsom dans" de 2013 (entretenidas las respuestas que Victoria nos dio en su día), también desde que a partir de entonces escuché sus discos anteriores -"Love the virgins" (2007) y "Devotion implosion" (2009)- y desde que seguí disfrutando de su continuación de 2015 "Pale reflections".
Así que ahora me alegra mucho volver a oírles tres años después, porque siguen haciendo muy buenas canciones, como siempre, entre la suciedad del noise pop y la delicadeza del dreampop. En todos sus discos anteriores hemos visto en ellos retazos de Raveonettes, de Slowdive, de The Kills, de The Jesus & Mary Chain, de Black Rebel Motorcycle Club, de Lush, de The Horrors, de Pale Saints, etc., es decir, de mucho de lo más granado de grupos con el acento en facturar buenas melodías pertrechadas sobre guitarras arrolladoras y envolventes, atmósferas de nieblas eléctricas.
En su nuevo disco, titulado "Strange heaven", Gliss -ahora ya como dúo, el formado por Victoria Cecilia y Martin Klingman-, transmiten ya el peso de la experiencia, del tiempo componiendo y de los kilómetros tocando en directo por el mundo. Sus canciones siguen conteniendo el estallido de la supernova y la sensibilidad de la caricia, y así se palpa en la magnífica "Hand to the wall", la mejor del lote, en "Ja ja" y su trasfondo Joy Division, en la hipnótica y sofisticada "Plato in the cave", en la ensoñadora "West end", y en las shoegaze "Broken minds" (a velocidad) y "Strange heaven" (al ralentí).
Gliss no se bajan del burro en estilo y en nivel de canciones, y yo sigo agarrado a la trilladora de sus canciones. x Fernando SoYoung
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