21/10/18
"Journal 1887-1910" (Jules Renard)
Cuarta parte. Años 1901-1903:
Trata de no aceptar nada de manos que no te gustaría estrechar si no te ofreciesen nada.
El amor mata la inteligencia. Como en el reloj de arena, el uno solo se llena si el otro se vacía.
Solamente se pide consejo a alguien para contarle los problemas.
La vejez llega bruscamente, como la nieve. Una mañana, al despertar, te das cuenta de que todo está blanco.
Hay gente que retira sin problemas sus palabras, como quien retira la espada del vientre del adversario.
La modestia puede ser una especie de orgullo que entra por la puerta de servicio.
El pájaro enjaulado no sabe que no sabe volar.
La vida es corta, y aun así nos aburrimos.
Gente que vive más tranquila porque acaba de comprarse una parcela en el cementerio. Parece que ya saben a qué atenerse después de la muerte.
Ya que no lo tengo todo: belleza, fuerza, genio, riqueza, prefiero no tener nada.
El gobernador de una isla como La Martinica ve temblar la tierra, se frota los ojos, lleno de angustia. Le informan que es un terremoto y que todo un barrio de la ciudad ha quedado sepultado.
-¡Ah! -dice-, me tranquilizáis. Pensé que sufría un mareo.
Conozco bien mi pereza. Podría escribir un tratado sobre el tema, si no fuera un trabajo tan largo.
Se puede cambiar, y seguir siendo absurdo.
La naturaleza despierta llena de frescura; pero el hombre, después de dormir, tiene la boca amarga.
Me paso el año diciendo que no hay que perder ni un minuto.
Es difícil ser bueno cuando se es lúcido.
Ni siquiera bastantes defectos para ser interesante.
Beatas. Se acuestan con Dios el domingo, y lo engañan toda la semana.
La religión es la excusa para su pereza mental. Les da una explicación del universo ya hecha, aunque mediocre. Y ellas se guardan mucho de buscar otra, primero porque son incapaces de buscar, y luego porque les de igual.
No hay nada más bajamente práctico que la religión.
Decís que soy ateo, porque no buscamos a Dios de la misma forma; o más bien, porque vosotros creéis haberlo encontrado. Felicidades, yo lo sigo buscando. Lo buscaré diez años más, veinte años, si me da la vida. Temo que no lo encontraré; pero lo buscaré igual. Quizá me agradezca el esfuerzo. Y quizá se compadezca de vuestra confianza santurrona, de vuestra fe perezosa y un poco boba.
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