"La soledad de los números primos" (Paolo Giordano) Subrayadas (163)

18/12/23

Hablaban poco, pero pasaban mucho tiempo juntos, sumido cada cual en su propio abismo, aunque sintiéndose sostenidos y salvados por el otro, sin necesidad de muchas palabras.

Odiaba que todo lo que hacía se le antojara irremediable, definitivo. Lo llamaba «el peso de las consecuencias» y estaba convencida de que era otro de los fastidiosos rasgos paternos que con los años arraigaban más y más en su ser. Envidiaba rabiosamente la despreocupación de las chicas de su edad, su frívolo sentido de inmortalidad. Deseaba poseer la ligereza que correspondía a sus quince años, pero cuando trataba de alcanzarla no sentía sino la furia con que volaba el tiempo. Y el peso de las consecuencias se volvía insoportable y sus pensamientos empezaban a dar vueltas cada vez más rápido, en círculos más y más estrechos.

Alice esperaba que todo acabara cuanto antes y no se sentía culpable. Su madre ya vivía en ella en forma de recuerdo, como un grano de polen que se hubiera posado en algún rincón de su memoria, donde permanecería el resto de su vida convertida en unas cuantas imágenes sin sonido.

Ya no supieron qué más decirse, aunque no colgaron de inmediato. Ambos aspiraron un poco de aquel afecto que aún pervivía entre ellos, un afecto que se diluía en cientos de kilómetros de cable coaxial y al que alimentaba algo cuyo nombre ignoraban y que, bien pensado, quizá ni existía ya.

Venía sintiéndose más y más extraña a aquel lugar, padeciendo más aquel frío que secaba la piel y que ni siquiera en verano remitía del todo. Pero tampoco se decidía a marcharse, porque a esas alturas dependía de aquel mundo, se había atado a él con la obstinación con que uno se ata a las cosas que lo perjudican.

Sólo entre los libros del salón vio algunos huecos, espacios negros que hablaban del hundimiento de un mundo; mirándolos, Alice comprendió por primera vez que la separación era un hecho, una realidad cruda, práctica, objetiva.

0 comentarios: